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Acaba de fallecer en Bogotá a sus 95 años el sacerdote y teólogo Alfonso Llano Escobar, SJ. quien había nacido en Medellín en 1925. Quince años me distanciaron cronológicamente de él, aunque en lo demás tuve cercanía, en particular cuando fui profesor de medicina en la Universidad Javeriana. Hacia 1970 llegó de Roma, con su maleta llena de títulos. Ingresó a la Compañía de Jesús a los 16 años y se ordenó en 1956, habiendo estudiado teología y filosofía en la Universidad Javeriana. En la Universidad Gregoriana de Roma se doctoró en Teología y en Filosofía con énfasis en Moral. Era la época de la Humanae Vitae y del catecismo holandés, aspectos doctrinales que sacaron ampolla en difererentes sectores del clero, según su manera de ver la Iglesia Católica, Fue vinculado él a la Vicerrectoria del Medio Universitario como Director de Pastoral y luego Decano del Medio Universitaro en la Facultad de Ciencias de la Salud. También fue profesor de Teología en la facultad del mismo nombre pero fue muy conocido como columnista de EL TIEMPO (que calificaba como su púlpito) y escritor de libros dirigidos al público en general, sobre temas de fe y moral. Según él mismo, el mejor fue la “Confesión de Fe Crítica” donde resume sus posturas teológicas que muchos han calificado de avanzadas. Fundó el Cenalbe. dedicado a estudios de bioética, y estimuló la formación de institutos similares en otras universidades.

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Permaneció fiel a nuestra Iglesia a pesar de los inconvenientes que tuvo con algunos de sus polémicos escritos. El hablaba al estilo de los jesuítas Teilhard de Chardin y el P. Carlos Bravo, profesor de Llano, quien nos dio en 1962 un curso de lectura crítica del Antiguo Testamento, informándonos que lo fundamental era creer en la Creación, no en la narrativa de la forma que Dios utilizó. Por años estuve contento con el catecismo del P. Astete, las Cien Lecciones de Historia Sagrada, otros cursos de los años 40, teniendo cuidado de no ir a leer (como algunos de mis compañeros) libros de Vargas Vila, de Voltaire o de alguno de los incluidos en el Indice. En el Valle de Josafat, los conservadores estaríamos a la derecha del Ungido, mientras que los liberales (pobrecitos) a la izquierda, y ya desde mi niñez no me gusta la izquierda. La lectura de las columnas y de los libros de Llano me ayudó a despejar muchas dudas, con planteamientos más razonables a los ojos de un médico. Mi psicorrigidez espiritual y mi conciencia minusválida mejoraron, pues yo era de la época de las 12 horas de ayuno antes de comulgar, de confesarme todos los sábados por haber comido carne todos los viernes, hasta que me volví fanático del pescado porque me gusta y es más saludable. El P. Llano, además de tranquilizar a las señoras que no querían llenarse de hijos (come fue la usanza en tierras antioqueñas), se empeñó en destacar la visión humana del Jesús Histórico, que con los evangelios, Hechos, cartas, tradición y concilios se convirtió luego en Jesucristo, Dios y Hombre, a partir de quien se formó la religión más grande del planeta. Llano decía que no le gustaban los fanatismos de ninguna clase, y casualmente a mi me gusta ser de extremo centro.

Hace  unos años asistí un semestre a un curso que dio él sobre lectura crítica de los evangelios, merced a una metodología que analiza pasajes especiales que tienen base en el Antiguo Testamento, en donde se ve como  en los evangelios sinópticos hay similaridades basadas en el primer evangelio, el de Marcos. De cómo los evangelios fueron escritos para solucionar cuestiones importantes de las primeras comunidades, aunque distan mucho de ser documentos biográficos estrictos, pero que se basan en los Dichos de Jesús, un teórico documento Q que no se habría encontrado. Para el Jesús histórico se consideran datos de antropólogos, teólogos, biblistas, historiadores. Las historias narradas en los evangelios fueron enriquecidas para llevar un mensaje entendible, a la luz de los conocimientos de hace 21 siglos.  Un punto muy importante de su enfoque era el humanismo de Jesús de Nazareth. Un joven que creció en una familia religiosa, entiendo que de la rama farisea, pero que atraído por la prédica de su primo San Juan el Bautista, y hondamente impresionado con su asesinato, continuó su misión con una progresiva espiritualización que lo llevó a pronunciar su elegía máxima del Reino de Dios, el Sermón de la Montaña, y con su profundo conocimiento e interpretación del Antiguo Testamento, no dudó en dar su vida en aquel momento oscuro de la humanidad en el que sucedió la Pasión y Muerte de Jesús. En resumen, se puede pensar que el hombre Jesús, después de morir, pasó a Dios como Jesucristo,Hijo de Dios y Dios mismo. Lo que Llano pensaba no era ni mucho menos exclusivo de èl. Se basa en planteamientos de eminentes teólogos modernos que intentan nuevas formas de expresar la enseñanza del Amor (algunos la llaman una nueva Cristología), como lo viene planteando el Papa Francisco. El P. Llano se dirigió mucho a los ateos, a los que no iban a misa, al menos tratando de combatir el ateismo práctico. Él, como Jesús Pastor se dedicó a buscar a la oveja perdida. Él siempre aceptó con obediencia los llamados de atención o baculazos, así no estuviera de acuerdo, fue fiel a sus votos.

Un aporte extraordinario que el jesuíta Llano hizo a Colombia fue el de ayudar a que la introducción de la Bioética como una especialidad de investigación en Ciencias de la Salud fuera una realidad. La tecnología va a velocidad de la luz, pero el estudio de los aspectos éticos y legales apareados no va tan rápido, Con alegría vemos que por ejemplo en Colombia, varias de las mejores revistas científicas tratan de temas bioéticos. En la Academia ha habido y hay miembros muy interesados en el tema, como el académico Fernando Sánchez Torres o el académico Jaime Escobar Triana, entre otros.

Gracias P. Alfonso por una vida tan fructífera. Quedamos a la espera de su anunciado libro póstumo, que traerá nuevos puntos de vista, con los cuales se puede o no estar de acuerdo. Su memoria estará presente entre sus alumnos y amigos, descanse en paz.

Alfredo Jácome

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