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La OMS ha dicho que en América Latina y el Caribe apenas está empezando lo peor.

El compadrazgo en el Caribe es toda una institución. Los antropólogos lo califican como universal cultural de mi tierra. Por mi permanencia en Bogotá no he recibido aún la solicitud de este parentesco en Córdoba. No me sorprendería apadrinar para que en la pila bautismal se les colocara a los ahijados Hubei del Pilar o Hubei del Socorro. Nombres compuestos y creativos que disimulan la provincia donde se originó el coronavirus y se absuelve su pecado original. Hubei significa “al norte del lago”. Si es varón el bautizado se llamaría Wuhan José –difícil de pronunciar–, le dirían “Guancho”. Como se parece Wuhan a Montería. A ésta, sus dos puentes sobre el río Sinú la dividen en tres distritos y a Wuhan el río Han hace lo mismo. Y qué decir de los mercados públicos.

Pero sigamos con China y su legado, COVID-19. Este país tiene 85.587 casos, 4.634 muertos, 61 casos por millón de habitantes. Wuhan ocupa el puesto 23 con relación a la pandemia. Colombia está en el lugar 19, tiene, al momento de escribir esta columna, 140.776 contagiados, 4714 muertos y la tasa de mortalidad oscila en 5%. Aunque parezca increíble, superamos a China en números de contagiados.

La OMS ha dicho que en América Latina y el Caribe apenas está empezando lo peor. Los pronósticos de los epidemiólogos (Foro Academia Nacional de Medicina, 8 de julio) muestras gráficas aterradoras en las que la proyección de la curva del segundo semestre tiene pico ascendente hasta el 31 de diciembre de 2020. Este alto pico de montaña colombiana se documenta por la aparición de más de 6.803 casos/día. En Colombia se han hecho 968.465 pruebas, en China 90.410.000, produce 5 millones de kits de pruebas-día. Cuando los pacientes se compliquen debo advertirles, tenemos 390 unidades de cuidados intensivos, 5.350 camas y 1.200 intensivistas. El panorama más oscuro no puede ser.

La vacuna no se asoma aún y tenemos que aprender a convivir con el virus. Hay que proteger en sentido integral y formal a la población. No hay país que resista aislamiento indefinido. Menos con el chorro de la economía cerrado. Por eso la solución que plantea Luis Guillermo Plata nos parece atractiva: PRASS (prueba, rastreo, aislamiento selectivo sostenible). Puede funcionar mediante estos focos detectados y aislados. El confinamiento selectivo evitaría la propagación exponencial del virus y no tumbaría las reservas en salud, UCI y personal sanitario. El sistema inmunológico necesita estos aliados.

Estas medidas creativas que el Gobierno nacional ha presentado solo se pueden lograr si hay espíritu solidario de cooperación, identificación de síntomas y reporte de los mismos, esta no es una enfermedad vergonzosa. Luego, la acción madura en salud pública: confinamiento a conciencia. Una libreta de contactos que el paciente facilita, su tipificación, rastreo, seguimiento y construimos la burbuja de aislamiento.

Si nuestra población se compromete y se pone la camiseta del bienestar, estas atrayentes medidas darán resultados. No podemos construir 2 hospitales de miles de camas en 10 días como los chinos, pero si podemos copiar, además de los nombres, la disciplina social y la autoorganización que tanta falta nos hacen. Ahí radica el éxito del PRASS.

FUENTE. El Heraldo de Barranquillaa.

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