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Situación del COVID-19 en América Latina

El primer caso “latinoamericano” de COVID-19 se registró en Brasil el 26 de Febrero de 2020 y la primera muerte por la infección en la región se anunció en Argentina el 7 de Marzo. Si bien los primeros casos confirmados fueron personas llegadas de viajes desde el exterior, en las últimas semanas se han multiplicado las infecciones por transmisión local. Hasta comienzos de abril de 2020, Latinoamérica acumulaba más de 27.000 casos confirmados y alrededor de 900 fallecidos, siendo a la fecha Brasil con 10.278 casos el país más afectado, seguido de Chile (4.161), Ecuador (3.465), Perú, Panamá, Argentina y México. Al finalizar mayo, la correlación se mantiene pero -entre los países grandes – Argentina y luego Colombia, son los de casuìstica más manejable.

La OMS ha descrito cuatro posibles escenarios de transmisión y ha sugerido planes concretos de acción clasificando a los países en cuatro categorías: 1. Países sin casos registrados, 2. Con “primeros casos registrados”, 3. Con “primeros focos identificados” y 4. Países con “transmisión comunitaria demostrada y en fase de diseminación”. A la fecha de abril, la mayoría de los países latinoamericanos pertenecìan al último grupo, con una alta tasa de casos producto de transmisión local y un crecimiento rápido de contagios a nivel regional, particularmente en zonas tales como la región del Guayas en Ecuador y Sao Paulo, en Brasil (dos de los países más afectados). Es de anotar que los gobiernos federales de Brazil y Mèjico han adoptado políticas que desestiman el riesgo para favorecer la economía.

Retos y oportunidades para América Latina frente a la pandemia por COVID-19

La llegada “tardía” del virus a Latinoamérica en comparación con Asia y Europa, ha abierto una ventana de oportunidad que ha permitido a la mayoría de los países tomar medidas enérgicas tempranas tratando de frenar el avance de la pandemia (declaración de “estado de emergencia sanitaria” o “estado de excepción por catástrofe”, promoción de medidas de higiene más rigurosas, búsqueda y contacto de casos sospechosos, restricción de la movilidad y aglomeraciones en las calles, cierre de escuelas y universidades, expendios de comida, bares, restaurantes, locales y centros comerciales, cuarentena voluntaria u obligatoria, toques de queda nocturnos, cierre de fronteras, suspensión de vuelos internacionales, uso obligatorio de mascarillas de protección para la población general, suspensión del transporte público y otras).

De ser efectivas, estas medidas podrían contener la diseminación del virus, “aplanar la curva” de contagios y favorecer un uso racional de los recursos disponibles en materia de salud pública. Sin embargo, los retos a considerar son múltiples: 1) Mantener en cuarentena prolongada a una población mayoritariamente pobre que depende del trabajo diario para subsistir va a resultar difícil, aún sabiendo que sin cuarentena ni aislamiento social las tasas de transmisión serán muy altas y la duración de la pandemia podría prolongarse en el tiempo; 2) Anticipar la llegada del brote anual estacional de influenza y dengue podría complicar el panorama epidemiológico de la región; 3) Prever los efectos sobre las tasas de contagio del descenso de las temperaturas con la llegada del invierno en los países del sur del continente; 4) Enfrentar un problema de salud pública de tal magnitud en un escenario de limitados recursos económicos podría comprometer la aplicación de adecuadas estrategias de prevención, la necesaria realización a gran escala de pruebas de diagnóstico rápido, lo cual se considera de vital importancia para rastrear el virus, comprender la epidemiología local y suprimir la transmisión; y, el adecuado cumplimiento de protocolos de tratamiento ambulatorio e intrahospitalario; 5) Asumir las consecuencias a mediano y largo plazo de las medidas antes mencionadas sobre economías vulnerables y en muchos casos ya comprometidas.

Surgen en medio de esta complicada situación algunos interrogantes relacionados, en primer lugar, con la respuesta en el tiempo de la población latinoamericana expuesta al SARS-CoV-2. En términos generales se trata de una población más joven y con características demográficas, étnicas y bio-socio-culturales distintas a las poblaciones de Europa y Estados Unidos (por ejemplo, menos del 9% de la población latinoamericana es mayor a los 65 años, en comparación con 20% de la población europea y 16% de la población norteamericana). ¿Podríamos esperar un comportamiento similar de la pandemia en nuestro continente a lo que está ocurriendo en los países europeos y en Norteamérica? En segundo lugar, es difícil predecir las reales consecuencias de esta pandemia en el futuro de la región. ¿Podrá América Latina soportar la carga que un problema de salud pública como este representará para sus sistemas de salud y las consecuencias económicas a mediano y largo plazo si la situación se prolonga en el tiempo? Aunque las respuestas a estas interrogantes están lejos de estar claras, algo en lo cual todos coincidimos es que debemos prepararnos para librar una batalla para la cual necesitaremos de apoyo financiero y cooperación internacional, asesoría en materia de salud pública por parte de grupos de expertos, sociedades científicas y organismos nacionales e internacionales competentes, una intensa labor de educación y asistencia financiera para la población general y tal vez lo más importante, el concurso y la adecuada protección de nuestro recurso más preciado: el talento, entrenamiento, experiencia, mística de trabajo y conocimiento de nuestros académicos, científicos, investigadores y de todo el personal de salud (médicos, enfermeras, paramédicos, etc.) que como ha quedado demostrado ya en otros países, constituyen el mejor recurso y la herramienta más valiosa en la lucha para limitar los alcances de la pandemia por COVID-19.

Reinaldo Pierre Alvarez  y Paul R Harris. COVID-19 en América Latina: Retos y oportunidades. Revista Chilena de Pediatrìa. vol.91 no.2 Santiago abril. 2020. (apartes del artìculo).

Nota: Este articulo fue escrito hace 2 meses. Queda claro que la mayoría de los países latinoamericanos han favorecido la salud publica versus la economía, salvo países como Brazil y Mèjico, que han desestimado los riesgos en favor de la economía, lo que ha puesto a los sistemas de salud al borde del colapso. Gobiernos dictatoriales como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba presentan unas estadísticas a todas luces inexactas, lo que hace sospechar que dentro de unos meses la pandemia se les habrá salido de las manos.

La verdad es que cuando uno examina las cifras, ve marcados cambios en numero de casos y de fallecimientos, en medio de noticias esperanzadoras sobre potenciales vacunas y/o tratamientos, y de tìmidas aperturas para que sea menos dura la caída económica. La mortalidad mayor de la ¨gripa española¨ durò 18 meses, hace 100 años. 

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