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Por Pablo Rosselli-Cock

En el bachillerato me enseñaron que la coma era una pausa respiratoria, como si uno leyera en voz alta. Me dijeron también que este simpático garabato acortaba los párrafos y los hacía más bonitos. Falso, la coma se emplea para darle sentido a un texto, porque no es lo mismo decir, “pásame la cebolla cabezona” que, “pásame la cebolla, cabezona”.

No en vano, las 22 academias de la lengua española fijaron las siguientes diez normas gramaticales del uso de la coma, que muchos se pasan por la faja en este mundo de chateadores inmediatistas.

La primera, y más usada, es la coma enumerativa, como en la oración, “Ese candidato a la presidencia es mentiroso, megalomaníaco, resentido, mesiánico y destila odio”.

La segunda es la vocativa, palabra que proviene del verbo latino vocare que significa llamar, y equivale a los dos puntos en una carta, como en: “Margarita, buenos días”.

La otra es la coma circunstancial, que a su vez puede ser de tiempo, modo, lugar o causa. “La alcaldesa, que ya va a cumplir dos años en el poder, culpa a otros de todo lo malo que le sucede a la ciudad”.

Aunque curioso, existe una coma psicológica muy utilizada en la introducción de las cartas comerciales: “De la manera más atenta, les pido que dejen de destruir las estaciones de buses”.

La coma explicativa, muy parecida a la circunstancial, y que equivale al uso de paréntesis, se ilustra así: “La estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá, no merecía ser derribada”.

La coma adversativa separa dos oraciones antes de una conjunción, como: aunque, aun, cuando, mas, pese a, a pesar de y sino. “Las vacunas están listas desde la semana pasada, pero los vacunadores no pudieron llegar”.

Y hay una difícil, la coma elíptica que reemplaza al verbo. Como por ejemplo, “Beto perdió su billetera; Juan, su mochila”. En este caso, la coma sustituye al verbo perdió.

Unas fáciles, las comas de enlace que, valga la redundancia, une las oraciones de enlace. Va después de así mismo, sin embargo, por lo tanto, además, igualmente, de igual manera, como en esta oración: “Sin embargo, continuaron las marchas a pesar de las advertencias de las autoridades de salud.”

Y las dos últimas, la decimal y la bibliográfica. “Mide 1,80 m” y “Arciniegas, Germán: Biografía del Caribe”.

La ausencia de comas quita el sentido de un escrito, y su uso exagerado, también. Ahora bien, el buen uso de la coma tiene más arandelas y filigranas, y puede revisarse en un amigable libro, Dónde va la coma, de Fernando Ávila, Editorial Norma.

Con la modernidad se acabaron los manuscritos, las cartas de amor y se ignoran las reglas ortográficas. Saramago, García Márquez o Vargas Llosa pueden hacer con las comas lo que se les venga en gana, pero los que no pertenecemos a esa
élite, y queremos ser leídos, debemos regirnos por el elástico corsé del bello idioma Español.

Columna El Meridiano de Córdoba
26-06-2021

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El Dr. Pablo Rosselli Cock es Médico cirujano, ortopedista y traumatólogo, Pontificia Universidad Javeriana. Fellow en investigación en Ortopedia Infantil, Dupont Hospital for Children, Wilmington, Delaware, Estados Unidos y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina

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