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Académico Fernando Sánchez Torres

Acabo de leer ‘El código de la vida’ (Debate, 2021), del escritor Walter Isaacson, quien advierte que la estrella bioquímica de la obra es el ácido ribonucleico (ARN). El tema es de mi afición, y del autor tenía buenas referencias. Al cerrar su lectura quedé agradecido, pues obtuve maná para mis inquietudes intelectuales y para mis meditaciones nonagenarias.

“El código de la vida” es una publicación de tomo y lomo, que comprende 620 páginas pródigas en información científica y biográfica. Tiene como epicentro la vida de la bioquímica investigadora norteamericana Jennifer Doudna, profesora de la Universidad de Berkeley (California) y ganadora del premio Nobel de Química 2020 por el desarrollo de un método para editar el genoma CRISPR/Casp9. Isaacson es escritor y periodista estadounidense, profesor de Historia en la Universidad de Tulane. Haber leído sus biografías de Einstein (2007) y de Leonardo da Vinci (2017) fue para mí una magnífica carta de presentación.

La obra es el relato de la historia del CRISPR/Cas9, importante en el desarrollo de la ingeniería genética. Por supuesto que se necesita algo de afinidad o simpatía por el tema para no aburrirse leyendo el libro. Transcribo algo de lo que aprendí: CRISPR es un acrónimo en inglés “de una región del ADN de algunas bacterias que actúa como un mecanismo inmunitario frente a los virus, es decir que las bacterias que sobreviven al ataque guardan la información del agresor. Cuando el virus vuelve a atacar, la bacteria identifica los genes indeseables gracias a la información ya almacenada y esta memoria le permite destruir el virus”. A su vez, Cas9 es una endonucleasa asociada a CRISPR, que actúa como “tijera molecular” que corta y edita –es decir, corrige– en una célula el ADN asociado a una enfermedad. Como corolario, la tecnología CRISPR/Cas9 tiene la capacidad de corregir directamente los cambios asociados a la enfermedad subyacente en el genoma. Siendo así, tiene un gran potencial en medicina y en agricultura. Ha sido utilizada para crear plantas transgénicas y estudiar la reprogramación de las células madre. El campo donde mejores perspectivas tiene es el de la biomedicina, si se tiene en cuenta que hay 230 enfermedades producto de anomalías genéticas.

Leyendo el libro dos hechos aguijonearon mi atención: lo que ocurre en la intimidad del mundo científico, y la manera como se comportó la ciencia frente al inesperado ataque del covid-19. Hoy día el investigador solitario no existe. Fue sustituido por equipos liderados por alguien reconocido en el ámbito científico. La mayoría de ellos labora al amparo de una universidad prestigiosa. Bien dice Isaacson que la ciencia es un deporte de colaboración, de equipo. Esos grupos son celosos de lo que hacen grupos similares, pugnando por llegar los primeros en el descubrimiento de un hecho relevante, preservando la debida integridad moral. Sépase que también en el campo de la investigación científica puede haber actos incorrectos, aupados por la concesión de patentes, que son las que otorgan beneficios derivados de un invento o de un descubrimiento.

Como buen periodista, Isaacson hubo de entrevistar a casi medio centenar de científicos, que fueron la fuente principal de los datos que le permitieron escribir el libro. Así me di cuenta del papel tan importante que la mujer viene desempeñando en el campo de la investigación científica. Alrededor de Jennifer Doudna gira una constelación de mujeres científicas.

Aparecida la pandemia de covid-19, en un acto de altruismo, la mayoría de los laboratorios universitarios de investigación manifestó que sus descubrimientos quedaban disponibles para cualquiera que estuviera dispuesto a luchar contra el virus. Bajo el lema ‘aquí no se trata de ganar dinero’, los científicos de todo el mundo crearon una base de datos, abierta, de secuencias de coronavirus. A finales del 2020 contaba con 36.000 entradas. Las revistas científicas dieron todas las facilidades para difundir información. Esto permitió que el público siguiera el progreso de la ciencia en tiempo real. Jennifer Doudna y sus colegas, empleando el ARN como herramienta, editaron genes, y luego crearon un método casero para detectar los coronavirus y producir vacunas.

Artículo publicado originalmente en EL TIEMPO


Meditaciones de un médico a través del tiempo-Dr. Fernando SánchezEl Dr. Fernando Sánchez Torres es doctor en medicina y cirugía, con especialización en gineco obstetricia. Ha sido rector de la Universidad Nacional de Colombia, Presidente de la Academia Nacional de Medicina y presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica.

Actual columnista del periódico El Tiempo

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