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Por Alfredo Jácome Roca.

Esta conocida apertura del juego de ajedrez – también llamada gambito de dama- sirve de título a una exitosa serie de Neflix,cuyo guión se basa en una novela del fallecido escritor Walter Tevis. La actuación de Anya Taylor-Joy como la prodigiosa niña ajedrecista Beth Harmon es sencillamente espectacular. Sus ojos y la expresión de su mirada le han servido para actuaciones previas en películas de suspenso. Los colores usados para esta miniserie de 7 episodios, sin viveza alguna, más bien oscuros y depresivos, sirven de “background” para  esta vida entre triste y exitosa pero apasionante, que se basa en el juego ciencia del ajedrez. La estupenda creación se debe a Scott Frank. En resumen, el guión narra cómo en los años cincuenta, una joven de un orfanato descubre que tiene un increíble don para el ajedrez y recorre el arduo camino a la fama mientras lucha contra las adicciones.Una información más completa la podemos ver en este enlace:chttps://es.wikipedia.org/wiki/The_Queen%27s_Gambit

Hay varios elementos que a los ya adultos mayores nos traen a la memoria eventos que bien vivimos o que conocimos. Uno de ellos, la Guerra Fría, episodio de la posguerra que enfrentó a las dos superpotencias USA y USSR, con sus ideologías libertarias individuales y de comercio versus el totalitarismo comunista, y con los demás países de alguna manera alineados con alguno de los dos grandes, así haya surgido la tercera vía de la poco exitosa organización de países no alineados, y la asociación médica contra la guerra nuclear que le valió un Nóbel de Paz a los dos fundadores, el ruso y el americano. Esta guerra fría, que tuvo momentos de guerra atómica inminente como durante la crisis de los misiles, con personajes muy agresivos como Kruschev y Fidel Castro, tenía como telón de fondo estrategias propagandisticas de parte y parte, que podemos leer en libros como La Guerra Cultural de la CIA, Los asiduos lectores de Selecciones  y de Life en Español, que oíamos La Voz de los Estados Unidos de América y la radionovela seriada sobre las aventuras del Capitán Silver, americano que luchaba contra “una nación extranjera que quiere conquistar al mundo”, influyeron en cierto lavado cerebral, que iva muy de la mano de la actividad proselitista a base de dinero de ciertas organizaciones cristianas de tipo calvinista que se pintan muy bien en la miniseria. Beth Harmon sería financiada por ellos para su costoso viaje a Moscú al campeonado mundial, pero cuando se entera que la contraprestación será una declaración de ella contra el gobierno comunista y ateo de las repúblicas soviéticas, declina la ayuda.

Otro tema es el de los orfanatos -poco populares en Colombia- pero presentes en los Estados Unidos, manejados por maestras (algunas veces monjas) que cumplían su función pero que algunas veces eran demasiado rígidas. El cigarrillo y el alcohol posprohibición eran vicios muy populares. Los movimientos de liberación femenina daban sus primeros pasos. La heroína de la serie tiene que lidiar con sus propios fantasmas: momentos de soledad, la adolescencia, la crisis matrimonial de sus padres adoptivos, la de su madre biológica y su padre biológico que no eran matrimonio, y particularmente las adicciones.

Dejo claro que el aspecto técnico del ajedrez es muy bien manejado, ya que contó con la asesoría de Garry Kasparov. Por otro lado, una adicción considerada no existente en sus comienzos, y luego algo menos grave pero que podía servir de entrada a otras adicciones peores, fue la de las benzodiazepinas. Como profesional y como director médico de un laboratorio americano que lanzó dos productos benzodiacepínicos muy utilizados, viví intensamente aquella época. El Librium -que se menciona en la serie como el tranquilizante que Beth Harmon consumía, y luego el Valium, irrumpieron en el mercano como exitosos tranquilizantes, y sobre todo seguros en cuanto a la depresiòn respiratoria. Siguió el Ativán, luego el Xanax y algunos hipnóticos como el Dormicum y el Rohypnol. A mediados de los sesenta, en algún pueblo de los Estados Unidos propusieron que se vertiera diazepam en el acueducto local para que obteniendo niveles constantes se acabara el estrés. Solo que no contaban con la taquifilaxia o tolerancia, que hacía que hubiese que subir la dosis para obtener el efecto. Mantener la salud mental de nuestros pacientes con la pastillita que todo lo quita, que muchos también tomábamos en ocasiones, parecía razonable. Hay  que abonarle que en términos de seguridad, fue un gran avance en relación con los barbituticos.

El consumo masivo (y además de fácil consecución en Colombia incluso sin fórmula), hizo que se empezara a notar su potencial adictivo. Su inclusión dentro de las drogas de control especial las hizo más difíciles de conseguir, y los médicos fueron más reacios a formularlas. Pasó algo parecido a la reciente crisis de los medicamentos opiáceos, solo que está última más grave. A finales de los años 60 hacía turnos de urgencias en un hospital de Camdem, NJ, donde el Demerol  era ampliamente utilizado  y las ampollas estaban disponibles a la mano.

Algunos de estos fármacos tienen usos criminales, como la asociación de burundanga y lorazepam. En muchos sitios los venden sin fórmula, a precios muy superiores. El Rohypnol es unadroga fuertemente controlada, y la posesiòn de ella sin fórmula que la respalde conduce a la prisión. Luego vinieron los hipnóticos como el Zolpidem o la Zoplicona, “benzodiacepin-like”, supuestamente no adictivas y no controladas pero en Colombia, al menos el Zolpidem sí lo es. Tres académicos, entre ellos el fallecido profesor de farmacología Enrique Núñez Olarte y yo, recomendamos su control con fórmula médica.

La ansiedad, la depresión, la distimia, el estrés postraumático y las adicciones van de la mano. La gente quiere automedicarse buscando un estado de tranquilidad, de paz o de euforia.Cada vez más se acentúa el problema de salud pública y el criminal, cada vez más hay nuevas drogas sintéticas más poderosas  como el fentanilo. Y muchas de estas drogas han aparecido inicialmente como medicamentos, que también lo son.

El ajedrez fue un juego que pasó por mi vida de manera algo fugaz. Aprendí lo básico, y luego tuve la oportunidad de participar en un campeonato en 3 categorías que organizó la empresa en la que trabajaba. Una clasificación inicial hizo que me asignaran a la segunda categoría. En esta había un jugador claramente superior a los demás, pero el grupo restante era más homogéneo, por lo que traté de sobresalir entre estas personas. El alguna oportunidad que aplazamos el juego, esa noche estudié todas las jugadas posibles que podrían hacerse en el resto del partido, y al día siguiente gané fácil porque tenía todo en la mente. En una partida en la que participó un Maestro del juego contra 50 en simultánea, me dediqué a defenderme y lo hice tan bién que fui uno de los últimos en ser vencido, este Maestro no perdió una sola, tal vez alguna partida terminó en tablas. El Maestro me abordó al final y quizo repetir la partida para mostrarme en qué momento me equivoqué. Me asombró la memoria tan buena de estos jugadores expertos que pueden visualizar hasta 10 a 12 movimientos hacia adelante. Me empecé a volver adicto al juego, y siemore estaba buscando amigos que quisieran jugar, Pero no tenía tiempo, y finalmente resolví no jugar más. De esa experiencia me quedó un pequeño trofeo que aun guardo, correspondiente al subcampeón de la segunda categoría. Los mejores jugadores son de mediana edad, pero lo practican muchos jubilidados, como se ve en excelente miniserie de Neflix. Allí aparece un muchacho amigo de Beth, campeón local en Kentucky, que fue adicto hasta que no pudo progresar más. Más tarde diría: “Ya no amo al ajedrez.”


dr. Alfredo Jacome

El Dr. Alfredo Jácome Roca es Internista-Endocrinólogo. Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina, Fellow del American College of Physicians y Miembro Honorario de la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo.

Editor Emérito de la Revista MEDICINA.

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