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Ciertamente, Colombia es un país violento, aún comparada con muchos vecinos de la región de las Américas, región considerada entre la más violenta del mundo. La pregunta es ¿por qué? Colombia debe lograr un cambio cultural profundo, iniciado desde las etapas primeras de la vida, para que la violencia deje de ser una forma culturalmente aceptada solucionar los conflictos. Solo así se podrá desarrollar una cohorte de colombianos solidarios, no violentos, que puedan vivir en paz.
El hecho de haber tenido ya en 1938 una tasa de 16/cien mil habs., tasa que hoy se consideraría elevada, y haber tenido episodios de una alta violencia social, sugiere que Colombia trae una carga social de violencia producto de los múltiples conflictos que ha vivido. Las fluctuaciones drásticas y rápidas observadas en las tasas de homicidio de Colombia hacen pensar en fenómenos socioculturales, como la violencia política o el tráfico de drogas, más que en mutaciones genéticas, cuyas fluctuaciones se realizan en períodos de decenas de años o más. Un componente socio cultural puede estar en la base de la sociedad colombiana y facilitar las explosiones epidémicas observadas.
La encuesta ACTIVA, realizada por el Instituto CISALVA (Universidad del Valle, Colombia) en varias ciudades de Colombia, mostró un 47% de aprobación de la justicia por la propia mano; un 47% pensaba que había derecho a matar para defender la familia; un 36% aprobaba, de alguna forma, la eliminación de delincuentes, la llamada “limpieza social”. De igual manera se encontró que los padres y madres que decían no maltratar nunca a sus hijos, al preguntarles si les habían pegado con un objeto duro que podría hacerles daño, una tercera parte respondía afirmativamente. En Colombia, el maltrato infantil, con sus componentes de castigo físico y maltrato emocional, que incluye la negligencia, es tan frecuente que pasa desapercibido. Hallazgos científicos recientes han mostrado que la violencia y el maltrato infantil en los primeros años de vida son nocivos en extremo.
Estudios imagenológicos de niños rumanos que fueron víctimas de maltrato y abandono extremos muestran una falta de desarrollo cerebral especialmente en las áreas de la corteza pre-frontal que manejan las conductas específicas de la especie humana: la visión de largo plazo, el control de la impulsividad, la capacidad de concentración, planeación, el altruismo y la empatía. Se puede postular entonces que los niños nacidos en ambientes violentos, que han experimentado violencia aún desde el seno materno y que luego crecen en familias disfuncionales se tornan en adultos propensos a la solución violenta de los conflictos. La literatura mundial hace énfasis en que el maltrato infantil tiene profundas consecuencias en la salud física y mental del adulto y que su prevención debe ser una estrategia fundamental en la prevención de la violencia en la sociedad.
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