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La enfermedad puede dejar secuelas y tener manifestaciones clínicas tardías que eventualmente tendrán que ser atendidas e investigadas, ¿por qué no prepararnos?
Por: Juan-Manuel Anaya
Colombia ha hecho un esfuerzo grande para afrontar la pandemia de la COVID-19. Los resultados han mostrado que la cifra de contagios y de muertes atribuibles a esta enfermedad han sido menores a los que inicialmente se esperaban. No obstante, es claro que la pandemia no ha terminado y que las medidas de prevención deben seguir siendo mandatorias.
La enfermedad es asintomática o leve en aproximadamente el 80% de los casos, y severa o grave en el resto. Colombia ha registrado más de 4 millones de casos diagnosticados (quizás la cifra sea más alta), de los cuales el 93.4% se ha recuperado, el 2.5% ha fallecido y el 3.77% permanece como casos activos *.
Inicialmente considerada como una enfermedad pulmonar, hoy se sabe que la infección por SARS-CoV-2 puede afectar todos los órganos en donde el receptor para este virus esté presente y que, en función de la intensidad de la respuesta inmunológica (el llamado síndrome de tormenta de citoquinas), el compromiso sistémico puede ser frecuente en aquellos pacientes severos o graves.
La historia natural de la COVID-19 apenas comienza a conocerse gracias a la investigación científica. Es una enfermedad muy heterogénea, que varía de un paciente a otro; con síntomas tan diversos como la fatiga, la tos, la dificultad respiratoria y fiebre, hasta compromiso digestivo, renal, cardíaco, neurológico y vascular, entre otros. Los principales factores de mal pronóstico son la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes y la edad adulta. La enfermedad ha hecho repensar no solo la inmunología sino casi todas las áreas de la salud, la economía y las ciencias sociales.
Cuatro fases superpuestas han sido definidas para resumir su fisiopatología. Una primera fase, viral, caracterizada por el ingreso celular y replicación del virus SARS-CoV-2, por interacción de su proteína S con el receptor ACE2. La mayoría de pacientes resuelve esta fase sin secuelas. En quienes progresan se observa una respuesta inmune paradójica en la que la primera línea de defensa, la respuesta inmune innata, es deficiente mientras que la llamada respuesta inmune adaptativa es exagerada. Una tercera fase es dada por una aumentada actividad procoagulante. Finalmente, existe una fase de daño tisular, principalmente en el pulmón, pero en otros órganos también; en función de la intensidad de la inflamación y de la expresión de ACE2.
La mayoría de los pacientes que se recuperan lo hacen entre dos y tres semanas después de los primeros síntomas. Sin embargo, un porcentaje no identificado con exactitud, y que puede variar entre el 10 al 60%, puede presentar COVID-19 prolongado, clasificado como posagudo cuando dura entre 3 y 12 semanas; y crónico cuando dura más de 12 semanas. La fatiga, la sensación consciente de respirar (disnea), dolores articulares, ojo seco y la pérdida del olfato (anosmia) están entre los principales síntomas de la COVID-19 prolongado.
De otra parte, pueden existir secuelas de la enfermedad y manifestaciones clínicas tardías, que en su conjunto se han llamado “enfermedad pos-COVID”. Si bien no hay estudios amplios que hayan analizado la pos-COVID, el número creciente de casos y la necesidad de su atención interdisciplinaria ha estimulado a varios centros hospitalarios en el mundo a crear unidades y estudios a largo plazo para la atención e investigación de estos pacientes.
En efecto, la pos-COVID podría presentarse como enfermedad pulmonar crónica, enfermedad tromboembólica, enfermedad renal, enfermedad digestiva, cardiopatía, enfermedad neurológica y mental (cuyas secuelas son incuantificables), enfermedades autoinmunes y autoinflamatorias y enfermedades de la piel. Estas unidades se han planificado de manera similar a los “hospitales de día”, con una atención programada en la que los pacientes, convocados por el equipo de enfermería, son atendidos por un equipo medico interdisciplinario.
Para su implementación en Colombia será necesario que el sistema de salud y los hospitales superen las barreras a la innovación, modifiquen algunas normas reguladoras y reconozcan que nunca como ahora la investigación en salud había sido tan importante y pertinente. Será también necesaria una agenda que involucre la apropiación de la situación de la pos-COVID, un interés genuino y voluntad política, la evaluación del costo-efectividad, una nueva gobernanza y nuevos “paquetes” en la relación IPS-EPS.
El impacto de estas unidades será muy importante. Así lo afirman Patrizia Rovere-Querini y colegas de la Unidad pos-COVID del Hospital San Rafael y la Escuela de Medicina de la Universidad de Milán en un artículo publicado en Acta Biomedica. Afirman los autores que: “El seguimiento continuo de los pacientes podrá dar una respuesta a las numerosas preguntas sin resolver sobre lo que viene después de esta pandemia y más allá. Esto ayudará a los médicos e investigadores a establecer estrategias para afrontar futuras pandemias y desarrollar estrategias preventivas y terapéuticas para condiciones hiperinflamatorias similares a la COVID-19”.
* Cifras actualizadas por el Instituto Nacional de Salud al día de hoy.
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El Dr. Juan Manuel Anaya es Profesor e Investigador. Especialista en Reumatología, e Inmunología. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina
Artículo publicado originalmente en Las2Orillas.