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¿Ha cambiado la percepción social del personal de enfermería a lo largo de la pandemia? A las enfermeras y enfermeros nos gustaría pensar que sí.
Tras los emotivos aplausos desde las ventanas y azoteas durante las agotadoras e interminables semanas del principio del confinamiento domiciliario por la Covid-19, hace ya muchos meses, ¿qué queda?
El verdadero potencial de la Enfermería
Hace ya veinticinco años que Hannu Vuori, entonces representante de Turquía en la Organización Mundial de la Salud (OMS), argumentaba sin tapujos en el prólogo de un libro sobre salud pública y enfermería comunitaria que “el personal de enfermería constituye una gran parte del presupuesto de asistencia sanitaria de cada país”. También que “la mayor parte de los países no aprovecha completamente este recurso”.
El poder, el género y la medicalización, seguía Vuori, debilitan el uso de todo su potencial. De esta manera, “en ningún país de Europa los profesionales de enfermería desempeñan un papel completo en la elaboración de políticas ni en la toma de decisiones en todos los niveles del sistema de asistencia sanitaria”.
Añadía, además, que “la Medicina domina todo el sistema sanitario europeo”, a pesar de que “el personal de enfermería es la espina dorsal de todo el sistema de asistencia sanitaria”.
Estaba en marcha el proyecto Nursing in Action (Enfermería en Acción) de la OMS, en el que se identificaban las preocupaciones universales que afectan al desempeño profesional de Enfermería.
Un cuarto de siglo después, en 2019, la 72ª Asamblea Mundial de la Salud de la OMS adoptó la decisión de aprobar el proyecto “2020: Año Internacional del Personal de Enfermería y de Partería”. Coincidía, además, con el bicentenario del nacimiento de Florence Nightingale (1820–1910), enfermera, escritora y estadística británica, considerada precursora de la enfermería profesional moderna.
De forma paralela, la OMS y el Consejo Internacional de Enfermeras dirigieron en colaboración una campaña mundial de tres años (2018-2020), denominada Nursing Now (Enfermería Ahora). Su objetivo era mejorar la salud elevando el perfil y el estado de la Enfermería en todo el mundo.
Se trataba de una campaña con la que empoderar a las enfermeras para que ocuparan su lugar en el abordaje de los desafíos de salud del siglo XXI. También con la que reivindicar su figura como agente primordial en la promoción y protección de la salud y en la prevención de la enfermedad. Por último, como elemento dinamizador de procesos de intervención comunitaria y de desarrollo comunitario.
Una campaña tendente a maximizar su contribución para lograr la cobertura universal de salud, acorde con la estrategia de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, 2015–2030) propuestos por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015.
En definitiva, una campaña centrada en cinco áreas principales: garantizar que las enfermeras y las parteras tengan una voz más destacada en la formulación de políticas de salud; fomentar una mayor inversión en la fuerza laboral de enfermería; reclutar más enfermeras para puestos de liderazgo; realizar investigaciones que ayuden a determinar dónde las enfermeras pueden tener el mayor impacto; e intercambiar las mejores prácticas de Enfermería.
2020, el año de la Enfermería
2020 estaba destinado a ser el año de Enfermería. Un momento crucial en la Historia en el que poder celebrar eventos y actos institucionales de orden planetario. Un momento para realzar la entereza y el valor de una profesión caracterizada por una marcada vocacionalidad.
Un año, en definitiva, en el que poder remover la losa de la invisibilidad a la que se la ha condenado durante decenios o incluso centurias, a pesar de haber estado siempre donde se la necesitaba. En el que develar la existencia de Enfermeras invisibles: Inventoras, invencibles, increíbles, como reza el título del libro para todos los públicos, firmado por Olga Navarro y Vanessa Ibáñez e ilustrado por Irene Bofill.
No es posible profundizar aquí en demasía en los porqués de esta secular invisibilidad, estrechamente vinculada con los factores anteriormente mencionados de poder, género y medicalización. Eso sí, la curiosidad puede empezar a saciarse recurriendo a la obra de Bárbara Ehrenreich y Deirdre Englis.
Enfermeras, enfermeros y una pandemia
Lo ocurrido con Enfermería a raíz de la Covid-19 ya es conocido por todo el mundo. Annette Kennedy, presidenta del Consejo Internacional de Enfermeras, sostiene que la pandemia ha elevado la visibilidad de las enfermeras como nunca antes. Además, pone de manifiesto que son indispensables para la atención de la salud.
Según Kennedy, la pandemia modificó nuestra forma de vivir, socializar, trabajar, interactuar y dispensar la atención sanitaria.
La «batalla sanitaria» ha encumbrado un protagonismo no buscado. La Enfermería se ha enfrentado a él de manera abnegada y disciplinada. Con una carencia de medios insoportable, no sólo en lo material, si no en lo humano.
Esto ha supuesto un sacrificio que recordaba las gestas de recientes desastres nucleares. Es el caso, por ejemplo, de Chernóbil (1986) o Fukushima (2011), los derrames de petróleo tras el hundimiento del Prestige (2002) o el de la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México (2010). A todos ellos se les tuvo que hacer frente con escasez de recursos, con grandes dosis de improvisación y con desdeñable riesgo imponderado para la vida de quienes operaban en el terreno.
Medicalización y género. Puntos de vista alternativos
El “milagro” de la vacuna constituye una respuesta medicalizada (orientada eminentemente a la curación, a partir de medidas preventivas) con la que se deja de cuestionar lo que ha sido una agresión ambiental, históricamente configurada por el modo (impuesto) en que la sociedad produce sus bienes y reproduce su subsistencia. La vuelta a la “normalidad” en las sociedades opulentas da la impresión que se traduce en poder disfrutar de las mismas cuotas de consumo y de derroche previas a la pandemia. O más.
Existen interpretaciones económicas que interesan sobremanera a la Enfermería, en cuanto que enfatizan y valoran la dimensión del cuidado. Si bien no en su vertiente asistencial individual, sí en lo referente a la primacía del cuidado al medio ambiente, a la infiltración de la cultura del cuidado en todos los aspectos de la vida y en las estructuras sociales.
Desde la perspectiva de género, se observa un irritante paralelismo entre la indolencia y menosprecio que manifiestan las sociedades patriarcales hacia la cultura del cuidado, con la escasa valoración que los servicios de salud otorgan a Enfermería.
En este sentido, las profesionales que más tiempo permanecen en contacto con las personas y las familias atendidas por el sistema de salud tienen escasa o nula influencia en los entresijos de su gestión. ¿Un ejemplo reciente? La voz ausente de la Enfermería en la elaboración de la Ley Orgánica 2/2021, de 24 de marzo, de regulación de la eutanasia en España.
12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería
Así pues, el 12 de mayo volvemos a celebrar el Día Internacional de la Enfermería, instaurado por el Consejo Internacional de Enfermería en 1965. Como en otros aspectos de la sociedad, el cambio en la percepción por parte de la gente corriente hace ya tiempo que ha empezado.
Los aplausos en las ventanas y las azoteas no responden a un cambio de percepción. Responden a una oportunidad para poder expresar un reconocimiento que hasta entonces no había sido posible de forma masiva, aunque sí se expresaba en la intimidad de una consulta, de un domicilio, o ahora, de una pantalla.
El grado universitario de la titulación permite desarrollar una carrera profesional, docente e investigadora. Con todo, hay que ir bregando con injusticias históricas, como que las enfermeras, cuando consiguen una plaza en la Administración Pública española, acceden al grupo A2 y tienen vetado el acceso al grupo A1.
Puede que la Enfermería no necesite un cambio de percepción social. Puede que todo se reduzca a que la Covid-19 ha puesto de manifiesto la deuda en justicia social que el mundo ha contraído con la Enfermería.
Antoni Merelles-Tormo, Profesor de Salud Pública y Administración de los Servicios de Salud del Departament d’Infermeria, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.