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Por Remberto Burgos.

El hambre física es cuando necesitamos nutrientes para cubrir una necesidad fisiológica. Las cifras son claras: 850 millones de personas padecen hambre. 345 millones sufren de inseguridad alimentaria y no saben qué van a comer. 2.8 millones de niños mueren todos los años por desnutrición. El volumen total nos estremece: 180 millones de niños sufrirán sus consecuencias si no actuamos rápido. Cada día, 24.000 personas mueren en el mundo y de estas, 18.000 son niños. 8 de cada 10 personas que fallecen son niños menores de 1 a 4 años. Esta tragedia tiene una tríada mortal y sin acceso: alimentos, agua potable y atención sanitaria. Hay 60 millones en América Latina y en el Caribe y vale la pena mencionar algunas causas. Pobreza y exclusión social, cambio climático, desplazamiento y conflicto armado. Ucrania es uno de los grandes productores de cereales en el mundo; con una invasión encima, ¿hay tiempo para sembrar y recoger? Está familiarizado con los primeros 1000 días críticos: la urgencia inaplazable de intervenir integralmente a estos niños antes de llegar a los 3 años.

Detengámonos un momento en sus consecuencias: retardo en el desarrollo infantil y oligoidia cultural. Sin nutrientes, el cerebro no se desarrolla, sus redes no se activan y las relaciones con el entorno se pierden. El niño crece solo hasta que una enfermedad leve se lo lleva. Pero los que quedan tendrán problemas de aprendizaje, rendimiento nulo en etapa escolar y gran susceptibilidad para las enfermedades crónicas en la etapa adulta. Claro: el desarrollo conductual y cognitivo está severamente alterado.

Cuando se ve una foto de un desnutrido, es una imagen que impacta y no se olvida: ojos hundidos, mirada triste y cercana, piel amarilla con adornos costrosos en sus articulaciones, huesos pequeños y frágiles, músculos ausentes e inmóviles. Hígado gordo y perezoso, riñones sin despertarse y desocupados todo el día. La falta de nutrientes desdibuja el organismo, no lo pinta y lo deforma.

Las causas son multifactoriales por la ausencia de nutrientes. Empezar con la indiferencia y la apatía social. La ausencia de empatía condiciona muchos de los factores. Un plan maestro del estado necesitamos, que mejore las áreas rurales y tenga como prioridad a estos niños. Un proyecto prioritario en educación, enseñando a los padres el valor nutritivo de los alimentos y el aporte calórico que brindan.

Se deben conocer los programas del estado y considerar como urgencia manifiesta los subsidios para alimentación.

Columna El Meridiano


Dr. Remberto Burgos de la Espriella

El Académico Dr. Remberto Burgos es Médico Neurocirujano, miembro de la Academia Nacional de Medicina. Miembro Honorario de la Academia de Cartagena. Presidente Honorario Federación Latinoamericana de Neurocirugia.Expresidente Asociacion Colombiana de Neurociriugia.

Especialista en Gobierno y Asuntos Públicos.

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