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Por Luis María Murillo Sarmiento.
La Gruta Simbólica es tal vez la tertulia que mejor ha quedado grabada en la historia de nuestras agrupaciones literarias. Ha sido la más popular de Bogotá, sin duda. De fugaz duración, ha conquistado la perpetuidad en la memoria de todas las generaciones que la sucedieron. Paradójico fenómeno por el que nuestra mente vive como propios sucesos de los que jamás fue testigo.
La Gruta Simbólica surgió casualmente durante la guerra de los Mil Días, congregó a destacadas figuras de las letras y el arte y tuvo notoria influencia en la cultura y la política nacional.
Su nacimiento fue tan ingenioso como los epigramas que dominaron su ambiente, y para quien estas letras escribe es difícil escapar a la tentación de relatarlo, así que contaré sucintamente lo que de su fundación refirieron José Vicente Ortega y el Jetón Ferro en Gruta Simbólica y reminiscencias del ingenio y la bohemia de Bogotá.
Todo ocurrió en una noche oscura y fría “de la legendaria y tranquila Santafé de Bogotá”, en las postrimerías del siglo XIX. En un restaurante de la calle 11 departían Luis María Mora –Moratín-,Carlos Tamayo y Julio Flórez al calor de las notas de un pasillo interpretado por Emilio Murillo. Y debatían sobre el nombre del centro intelectual y bohemio que iba a fundar Rafael Espinosa Guzmán, REG, quien los esperaba. El toque de queda impuesto durante la guerra de los Mil Días los cogió en la calle, y sin salvoconducto. Ocultándose, favorecidos por la oscuridad, avanzaron, se encontraron con Julio de Francisco y Rudecindo Gómez, y en medio de la angustia fueron sorprendidos por la ronda. Tamayo se inventó un enfermo grave y pidió al soldado que los acompañara hasta la casa del galeno Espinosa Guzmán.
“¿Y tanta gente para llamar a un médico?’, prorrumpió la ronda. “Eso le prueba todo lo grave que estará el enfermo”, respondió Julio Flórez. “Tienen ustedes no solamente fama de poetas, sino también de revoltosos”, anotó el soldado. Entre la desconfianza de la ronda y los celebrados epigramas de los poetas llegaron a la casa de Espinosa en la carrera quinta entre calles 16 y 17. El ofrecimiento de un ron acabó con las prevenciones del soldado. Este y los poetas ingresaron a la casa. Se olvidó el objetivo de la visita, el hipotético enfermo que sufrió un derrame; y para pasar las horas hasta el amanecer, según Moratín, “recitamos versos, improvisamos un satírico sainete político, cantamos y reímos y olvidamos nuestra pasada cuita con la ronda”.
Las campanas de La Tercera llamando a misa de cinco avisaron a los contertulios que ya podían alcanzar la calle sin prohibiciones. “Y así, ni una coma más ni una menos, fue como quedó desde esa noche fundada la Gruta Simbólica”. Espinosa Guzmán fue su mecenas, y su casa, el sitio de reunión, pero no el único: también lo fueron restaurantes, tiendas, bares y cantinas, como La Botella de Oro, La Cuna de Venus, La Gata Golosa, La Rosa Blanca y La Torre de Londres.
Defensores de la tradición literaria y las formas clásicas, parece incomprensible que los fundadores de la Gruta adoptaran el apelativo de Simbólica, opuestos como fueron al simbolismo y demás corrientes vanguardistas. Pero en la mordacidad reside la audacia. De la decadencia y el simbolismo, texto crítico de Luis María Mora contra la nueva estética literaria, inspiró el sarcástico bautizo.
Entre lo formal y lo jocoso, la improvisación en prosa o en verso, la lectura de textos, la representación de sainetes, la batalla de sonetos, la música colombiana y el licor las reuniones se prolongaban hasta la madrugada. Y los miembros de la Gruta se bebían “hasta el agua de los floreros”, sostuvo Juana Salamanca Uribe. Curioso maridaje entre las tertulias y el licor que volverá a advertir el lector cuando le toque el turno al Grupo de Barranquilla o al café Automático.
La Gruta llegó a contar con más de 60 contertulios, particularmente liberales y conservadores nacionalistas, contradictores de los conservadores históricos y opuestos al Gobierno. Un buen número fueron escritores nacidos 30 años antes de la fundación de la Gruta, con motivación humanística y poética. Dejaron bellos, sentidos y profundos poemas y muchos epigramas fruto de sus chispazos. Porque los poetas de la Gruta Simbólica fueron maestros del epigrama, esa composición poética breve, ingeniosa, graciosa o satírico, en la que el repentismo campea. Veamos: María Barco y don Juan Vela/ se vinieron a casar / Y de la vida en el mar / ella fue Barco de Vela / donde él vino a naufragar (Jetón Ferro). Aquel hombre que allí viene / con horrible desatino / no viene como conviene / que viene como con-vino (Vicente Oviedo). Fue Clara Mina, aunque hermosa, / más pecosa que un dedal / No era una Mina pecosa, / era una peca-minosa /con figura angelical (Clímaco Soto Borda). Aspirando vive Dimas / cigarrillos a montones / y a pesar de tantos humos / no es hombre de aspiraciones (Julio de Francisco). Esta vena jocosa que hizo popular a la Gruta Simbólica es apenas el atractivo que conduce a la encumbrada producción literaria de los escritores que la frecuentaron.
Pertenecieron a la Gruta Antonio e Ignacio Borda, Antonio ‘el Jetón’ Ferro, Julio Flórez, Rudesindo Gómez, Maximiliano Grillo, Joaquín M. Güel, Víctor M. Londoño, Manuel María Mallarino, Federico y Víctor Martínez Rivas, Rafael y Roberto Merizalde, Luis María Mora –Moratín-, Carlos y Emilio Murillo, Luís María y Pablo Ortega, Miguel A. Peñarredonda, Juan C. Ramírez, Federico Rivas Frade, Clímaco Soto Borda, Pólux, Carlos y Ricardo Tirado Macías y Carlos Villafañe, entre otros.
La tertulia terminó en diciembre de 1903, dos meses antes que el cierre de su semanario. Porque, aunque de muy breve vida, la Gruta Simbólica tuvo publicación propia: La Gruta, revista de publicación semanal, dirigida por Rafael Espinoza Gómez y Federico Rivas Frade. Nació el 13 de julio de 1903 y murió editorialmente el 27 de febrero de 1904, con la publicación de los números 24 y 25. Estuvo dedicada a la difusión de autores colombianos y escritos de los miembros de la tertulia: poesía, narrativa y crítica, que alternaban con avisos comerciales, vida social bogotana y opiniones políticas.
El Dr. Luis María Murillo Sarmiento es Médico Ginecoobstetra y escritor. Docente en Medicina y Bioética.
Miembro de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.