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Por Pablo Rosselli-Cock
Hoy, como en los tiempos de guerra, nos mantienen informados de las bajas que ocurren día a día y que van en aumento. No creí que se repetirían en nuestro país las imágenes de féretros esperando ser incinerados en los congestionados cementerios como en Italia y España, hace poco más de un año. El hecho es que “la señora de la guadaña”, querámoslo o no, nos está pisando los talones y nos hace ojitos y carantoñas; al inicio de la pandemia se ensañó con los mayores y enfermos, pero ahora va lanza en ristre contra los más jóvenes.
La muerte, definida desde la óptica médica, es el evento resultante de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Dicho de otra forma, y más ajustado a los convencionalismos, se dice que cuando alguien abandona el mundo terrenal falleció, murió, feneció, expiró, o para los católicos, “Dios lo tiene en su santa gloria”. No quiero ser irrespetuoso con quienes guardan luto o han fallecido, pero existen otras expresiones populares cargadas de humor que la describen como: colgó la lira o los tenis, chupó gladiolo, estiró la pata y le vino la parca. Otros dicen, le llego la inmunda, lo cargó el payaso, entregó el equipo, se petateó y le pusieron la piyama de madera. En alusión a los animales existen eufemismos como hincó el pico, torció la cabecita o el término de la tauromaquia, dobló los remos.
Los mexicanos, que tienen un interesante vínculo con los que pasaron a mejor vida, son los especialistas en el tema y hablan de ella como la igualadora, la democrática, la pelona, la fría, la chicharrona, la huesuda y la dientona. También la llaman la liberadora, la cargona, la novia fiel, la hedionda, la afanadora, la indeseada y la veleidosa. Curioso que todas están escritas en femenino y la vida misma, también femenina, no tiene tantas sinonimias. La razón no la sé, y quizás alguno de los lectores tendrá la explicación.
En el argot popular la señora de la hoz también es usada en otras formas cotidianas como cuando anotan que un lugar es de “mala muerte” o en algo bello como de “muerte lenta”. También se dice, entre otros, estoy “muerto de hambre” y “me morí de la risa”.
La vida, el amor y la muerte son temas universales que inspiran a músicos, pintores y escritores. La muerte, que Miguel de Cervantes describió como “ese maravillosos silencio” es indispensable pues la vida eterna podría convertirse en una agonía. Sin embargo, la señora de negro no deja de ser enigmática e incomprendida, como cuando Sancho se despide de Don Alonso Quijano en su lecho de muerte así: “No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”.
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El Dr. Pablo Rosselli Cock es Médico cirujano, ortopedista y traumatólogo, Pontificia Universidad Javeriana. Fellow en investigación en Ortopedia Infantil, Dupont Hospital for Children, Wilmington, Delaware, Estados Unidos y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina
Columna de opinión El Meridiano de Córdoba. 10/07/2021