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Por Luis María Murillo Sarmiento MD.
La atención prenatal hasta no hace mucho tiempo -alcancé a vivirlo- tuvo, pensando en el feto, poco alcance diagnóstico como terapéutico.
Un peso materno, una altura uterina, una fetocardia obtenida con el célebre estetoscopio de Pinard y unas maniobras para determinar la posición y la presentación fetal constituían la gran intervención para conjeturar el bienestar del feto. El título de parteros con el que hoy nos sentiríamos rebajados, no estaba tan lejos de nuestra función, si bien la intervención frente a la madre nos hacía sentir la jerarquía de nuestra especialidad.
El gran descubrimiento de Hermógenes Álvarez al puncionar un útero gestante y obtener el registro de las variaciones de la presión amniótica, hace exactamente tres cuartos de siglo, fue el inicio de una subespecialidad que no ha tenido pausa en sus conquistas y que a los mismos ginecoobstetras nos deslumbra con su técnica, como con la adquisición de saberes: la perinatología.
Fue su discípulo, Roberto Caldeyro Barcia, primer director del Centro Latinoamericano de Perinatología (CLAP), y cuyo centenario celebramos en septiembre pasado, quien dejó brotar de su mente ese término luminoso, perinatología, que hoy se pronuncia con reverencial respeto por cuanto significan sus aportes y progresos.
Correspondió a ambos ser los pioneros en el mundo de la medicina perinatal. A partir de esa primera experiencia del 10 de junio de 1947 en un hospital de Montevideo, se derivó el conocimiento de la fisiología uterina durante la gestación y el parto. Se conoció el triple gradiente de la contracción, la presencia de contracciones durante el embarazo, el tipo y características de las mismas y el efecto de la actividad uterina sobre sobre la frecuencia cardiaca del feto que condujo a la formulación de las desaceleraciones fetales que ellos denominaron DIP I y DIP II.
Los registros de la presión intrauterina obtenidos por Caldeyro y Álvarez dieron origen a la “Unidad Montevideo”, de tan extendido uso en la cuantificación de la actividad uterina. El estudio y los registros de la actividad cardiaca fetal bajo el influjo del tono y la contracción uterina, a mediados del siglo XX, otra de sus preocupaciones, sentaron las bases para el diagnóstico del sufrimiento fetal y para el desarrollo de la monitoria, auxiliar inseparable del obstetra, que no ha perdido vigencia en pleno tercer milenio.
La frecuencia e intensidad de las contracciones y el tono uterino que hoy hacen universalmente parte de toda evolución del trabajo de parto, y que constituyen el conocimiento más elemental sobre el que se erige la atención de toda materna que va a dar a luz, deberían recordarnos que tras de esa rutina que aplica el obstetra en cada valoración de su paciente están los nombres de dos uruguayos que brillaron en el contexto latinoamericano de la ciencia.
De entonces a la fecha los progresos de la perinatología son admirables. Discurriendo por la introducción de las imágenes, la cordocentesis, el estudio genético, el doppler fetoplacentario y la fetoscopia diagnóstica, se llega a la intervención fetal in útero, un sueño que no sabemos si los pioneros concibieron.
Al rendir homenaje a Álvarez y a Caldeyro quiero despertar en los lectores el aprecio por los hombres que han dado los primeros pasos en los adelantos de la humanidad. Sin ellos hubiera faltado siempre un eslabón para alcanzar el
progreso.
Referencias
1 Foto Caldeyro Barcia: https://es-la.facebook.com/AgoraMedicaOficial/photos/profesor-roberto-caldeyro-barcia-httpswww-agora-medica-comprof-caldeyro-barcia-una-d/1892580214340388/
2 Foto Hermógenes Álvarez: https://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/articulos/h-alvarez.pdf
El Dr. Luis María Murillo Sarmiento es Médico Ginecoobstetra y escritor. Docente en Medicina y Bioética.
Miembro de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.