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Cátedra de Humanismo Médico a cargo de la Academia Nacional de Medicina y la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina- ASCOFAME. Invitado especial el Académico Dr. Julián David Bohórquez Carvajal, PhD en Filosofía (Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá), Magíster en Filosofía de la Ciencia, Médico cirujano. Profesor universitario y miembro de número de la Academia de Medicina de Caldas.

 

“Lo que buscamos todos es, en líneas generales, encontrar esos vasos comunicantes, esos puentes conceptuales entre medicina y humanismo. En tiempos de cambio es todavía más importante buscar esos puentes entre ciencia y humanidades, donde está el alma misma de nuestro oficio”. Julián David Bohórquez.

 

Música, medicina y el mundo del otro

Sobre la música y su relación con el ser humano hay diversos puntos de vista. La música tiene un papel central en nuestras vidas. Ramón Andrés en su libro Filosofía y consuelo de la música recuerda que la música es aún más antigua que la literatura: muchas culturas no tienen literatura, pero no hay ninguna que no tenga música; George Steiner, ensayista, escritor y melómano, en su libro Lenguaje y silencio afirma que la música de alguna manera dice lo que no alcanzan a decir las palabras.

Por otra parte, en términos filogenéticos y evolutivos Steven Pinker, científico cognitivo, consideró que la música no tenía una utilidad evolutiva en nuestra especie, era más bien un gusto que nos podíamos dar gracias a nuestro sistema nervioso complejo. Sin embargo, Steven Mithen en su libro Los neandertales cantantes (The Singing Neanderthals), rebate esta teoría afirmando que de hecho la música tiene primacía filogenética sobre la palabra y que nuestros ancestros remotos descubrieron primero el ritmo para comunicarse, y de la mano del ritmo y la música inventaron el lenguaje articulado.

El arte, la pintura, la literatura, la música también nos han permitido penetrar en el mundo de los artistas y conocer sus padecimientos y enfermedades. La patobiografía es un tipo de biografía en la cual se presta una especial atención al encadenamiento, a la sucesión, o a la sustitución de las múltiples enfermedades, afecciones y trastornos que forman parte de una vida. El análisis patobiográfico de la vida de los artistas o de su obra sirve para aprender semiología, diagnóstico,  para interesar a los estudiantes en la pintura y en el arte semiológico y además nos permite entender que la enfermedad también puede esconder, detrás del sufrimiento que implica, un potencial creativo, y para aprender cómo es la experiencia vital de la enfermedad.

 

La vida de Beethoven

Lo más representativo de la vida de Beethoven es que se trataba, paradójica o irónicamente, de un músico sordo. Aunque no se puede decir que Beethoven compuso gracias a que tenía una enfermedad, sí lo hizo necesariamente con y desde la enfermedad.

El abuelo de Beethoven que llevaba su mismo nombre era Kapellmeister, o director de capilla, director musical de la corte; aunque Beethoven tuvo la oportunidad de seguir sus pasos, prefirió trabajar de forma independiente a las Cortes y ducados (aunque los nobles sí le compraban sus obras).

Su abuela y su padre Johann eran alcohólicos. Tuvo una educación rígida con maltrato por parte de su padre quien quiso que él fuera un niño genio como había sido Mozart e incluso mintió acerca de su edad para hacer creer que era aún más pequeño de lo que era. Su madre María Magdalena tenía un diagnóstico de una “disposición melancólica” y murió de tuberculosis en 1787 junto con una hermana de Beethoven que tenía solamente diez meses de edad, lo que afectó psicológicamente al compositor.

Los tres autores alemanes que más lo influenciaron fueron Immanuel Kant, Wolfgang von Goethe y Johan Friedrich Schiller. De Kant, Beethoven poseía la Crítica de la Razón Pura y sus trabajos sobre la paz perpetua y el Estado mundial en un sentido cosmopolita. Beethoven fue símil de Goethe -considerado el puente entre la Ilustración y el romanticismo en la literatura- en la música, convirtiéndose en este puente entre el período del clasicismo y del romanticismo en la música clásica, además de representar la personificación del Genio Heroico que habría descrito Goethe. Se cree incluso que conoció a Goethe en 1812 en las aguas termales de Teplice a las que asistió por recomendación del doctor Schmidt -uno de sus 11 médicos-, para tratar su sordera. Admiró profundamente a Schiller, poeta y cirujano de guerra, la Sinfonía Nº 9 en re menor, Op. 125 “Coral”, que incluyó por primera vez la voz humana, es justamente la Oda a la alegría de Schiller, un canto a la paz y a la unidad del género humano que Beethoven incorpora e inmortaliza en esta obra.

Beethoven tenía 17 años cuando se produce la Revolución Francesa y cuando Napoleón sube al trono francés considera inicialmente que puede ser un gran representante en Europa de las ideas ilustradas. Escribe entonces la Sinfonía No.3 en mi bemol mayor y se la dedica, sin embargo, cuando Napoleón se declara emperador considera que ha traicionado los ideales ilustrados y lo rechaza. De hecho, Beethoven estuvo involucrado en el Congreso de Viena en 1815 que decidió la suerte de Europa tras la caída de Napoleón y compuso música para esa ocasión.

 

Las enfermedades de Beethoven

Para reconstruir las enfermedades de Beethoven existen 3 fuentes principales: sus biografías (de varios autores), las cartas que escribió a lo largo de su vida (más de 1570) y los cuadernos de conversación, que inició cuando empezó a perder audición y solicitaba a sus interlocutores que respondieran por escrito lo que él preguntaba; estos son una fuente documental bastante importante. El Testamento de Heiligenstadt lo escribe Beethoven el 6 de Octubre de 1802, aunque sale a la luz seis meses después de su muerte, y allí dice: “Aquellos que me definen como poco amigable, malhumorado y misántropo, cómo se equivocan (…) He sido forzado a aceptar la posibilidad de una enfermedad permanente, cuya cura puede tomar años o incluso ser imposible (…) Mi enfermedad me ha obligado a recluirme y vivir en soledad”. 

“(¿Cómo podría admitir el deterioro de un sentido que en mi caso fue aún más perfecto que en los demás hombres?(…) Debo vivir como un marginado. Si me encuentro acompañado me asalta una terrible ansiedad, el miedo de que los demás sepan de mi condición. He estado a punto de poner fin a mi existencia. Lo único que me lo ha impedido es mi arte”.

Cuando Beethoven se da cuenta de que está perdiendo audición, cambia su música y este momento se considera que inicia su periodo Heroico por algunas características propias que parece fueron inducidas por la sordera. Kate Wright de la Universidad de Yale afirma que el énfasis en el final de los movimientos y sinfonías propio del periodo Heroico y el posterior período tardío del compositor se produjo porque necesitaba corroborar que se estaba acabando el movimiento o la sinfonía. Por su parte, Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta, señala que las notas de apertura de un Concierto en Do menor de Beethoven son casi idénticas a uno de Mozart, pero el final es diferente, en Beethoven es esperanzador, tal vez haciendo oposición a ese destino trágico e inevitable.

Beethoven, además de la pérdida auditiva, también tuvo otras dolencias documentadas por sus médicos de cabecera. Síntomas gastrointestinales y problemas abdominales con períodos de diarrea y estreñimiento, (probable síndrome de intestino irritable), en 1821, una ictericia de seis semanas de duración que se resolvió con la disminución en la ingesta de alcohol, una enfermedad ocular cuando tenía 52 años que tardó en mejorar varios meses y otras dolencias anteriores a su fallecimiento.

La pérdida auditiva de Beethoven fue progresiva. Los primeros síntomas que describe en sus cartas aparecen en junio de 1801, habla de problemas para escuchar desde hace tres años (1798 más o menos), zumbidos y pitidos día y noche. En 1805 reconoce que su audición se ha deteriorado gravemente y en 1822 escribe “mi mala audición me aleja en mayor grado de la sociedad”.  Fue sometido a múltiples tratamientos para tratar de curarlo, entre ellos: lavados con aceites, hidroterapia, galvanismo, homeopatía,  sangrías, (en esa época se relacionaba cualquier enfermedad con un desequilibro en los Humores del cuerpo) y hasta sanguijuelas alrededor del oído.

Además, tuvo varios síntomas psiquiátricos. En septiembre de 1787 escribe “sufriendo de asma, tengo miedo de que este mal se convierta en consunción (tuberculosis)”. Lo que él denominaba asma se presume era una sensación de disnea, o dificultad respiratoria de origen psicógeno, que apareció con la muerte de su madre y hermano pero desapareció posteriormente. También reconocía sufrir de melancolía, era una persona irritable, con arranques de ira frecuentes y ansiedad: “la muerte de mi hermano ha afectado mi espíritu, estoy enojado, con frecuencia estoy desesperado y quisiera morir. Si todo sigue como va el próximo año estaré en mi tumba”.

Alexander Thayer en su libro La vida de Beethoven de 1870, dice que Beethoven tuvo una enfermedad peligrosa entre 1796 y 1797 que pudo ser tifo o sífilis, pero no cita fuentes primarias sino fuentes secundarias no muy confiables, no es muy claro si realmente existió tal enfermedad peligrosa y en qué podría consistir.

Con respecto a la enfermedad final de Beethoven, tenía síntomas en otros órganos. Se quejaba de reumatismo, pero lo que tenía era aparentemente dolores musculares y gota, también tuvo fibromialgias pero no artralgias (dolor en una o varias articulaciones), y unos pocos episodios de cefalea.  La enfermedad grave de Beethoven empieza en 1826, cuando viaja con Carl su sobrino a Viena, una noche fría presenta escalofríos, tos, un dolor en el costado, hemoptisis y disnea. Aparentemente una neumonía con dolor pleurítico. Mejora pero semanas después del cuadro respiratorio, aparece una enfermedad final con ictericia, el médico le palpa nodulaciones duras en el hígado y hace un diagnóstico de hidropesía sin aclarar si es cardíaca, renal o hepática. Además, vómito, diarrea, un aparente delirio, temblores, dolor abdominal, disnea nocturna, ortopnea (incomodidad al respirar mientras se está acostado) y episodios de hematemesis (vómito con sangre).  Finalmente hace un cuadro de confusión mental y una ascitis (acumulación de líquido en la cavidad abdominal), le hacen una paracentesis para extraer el líquido acumulado el 20 de diciembre que se infecta y una segunda paracentesis el 8 de enero de 1827, mejora un poco pero para marzo ya hay una gran confusión mental, empeora y muere el 26 de Marzo durante una tormenta.

El doctor Johann Wagner le hace una necropsia y describe el cuerpo como emaciado e hinchado, el bazo era negro, el hígado reducido y los nervios auditivos atrofiados. Sobre el oído escribe “Cartílago aural largo e irregular. Trompa de Eustaquio engrosada con membrana mucosa inflamada, pero que se encoge cerca de la sección ósea. Proceso mastoideo seccionado. Múltiples vasos sanguíneos especialmente cerca de la cóclea, ambos nervios faciales engrosados. Los dos nervios auditivos son tortuosos sin centro identificable. Las arterias auriculares son cartilaginosas.”, probablemente por una  arterioesclerosis. La necropsia también estableció que su hígado estaba en muy malas condiciones y mostraba daños que revelaban años de degradación.

Se presume que un amigo de Beethoven y muchas otras personas se llevaron mechones de su pelo, que han sido analizados con el tiempo. De allí surgió la teoría de envenenamiento por plomo, material común usado para fabricar muchos utensilios de la época o incluso presente en el agua mineral, pero esa teoría recientemente fue rebatida por la Universidad de Cambridge que afirmó que el mechón de pelo analizado previamente -y que llevó a esa conclusión- pertenecía realmente a una mujer de ascendencia judía. El debate sigue vigente.

Del diagnóstico de esta última etapa de Beethoven se puede concluir que tuvo en primer lugar una neumonía pero en un segundo momento, semanas después, empieza otro cuadro hepático con ascitis. Se presenta una reducción en el tamaño del hígado, con consistencia como cuero, fluido en cavidad peritoneal con anomalías esplénicas y hepáticas consistente con cirrosis. El tejido fibrótico del hígado cirrótico obstruye el sistema venoso y exocrino, hay acumulación de líquidos en miembros y en cavidad abdominal, el aumento de la presión venosa explica la esplenomegalia, la ictericia, el fluido en cavidad abdominal era rojizo y turbio y surge una peritonitis final, entrando Beethoven en una falla hepática terminal. Sobre la cirrosis hepática hay varias etiologías posibles: cardiaca, biliar, post viral y alcohólica. Descartando las dos primeras y considerando que entre los hallazgos de la Universidad de Cambridge se sospecha que tuvo hepatitis B, no se descarta la etiología postviral y considerando que el 75% de los casos tiene una etiología alcohólica y por los antecedentes familiares y del mismo Beethoven, esa sería la más probable.

En cuanto a la sordera hay varias hipótesis. Laberintitis (la menos probable porque no presentaba vértigo), otoesclerosis (una enfermedad que afecta al oído interno normalmente por causas genéticas),  o la enfermedad de Paget debido a que en la necropsia se hablaba de un  engrosamiento de los huesos del cráneo. Tampoco se descarta la etiología post viral que puede producir otitis media y sordera temprana.

En cuanto a sus síntomas psiquiátricos mencionan un ánimo depresivo, insomnio, pensamientos de muerte, ira, sentimientos de culpa, y estadios maníacos o hipomaníacos que podrían ser compatibles con trastorno afectivo bipolar.

 

Coda: El genio melancólico

Siempre se asoció desde la Grecia clásica, el trabajo intelectual con la locura y la melancolía.  Los griegos creían que la salud o la enfermedad se daba por la mezcla entre cuatro humores: la bilis amarilla, la flema, la sangre y la bilis negra. De acuerdo con la teoría Griega, el exceso de bilis negra provocaba la melancolía y no solamente producía síntomas melancólicos -entre los que estaba la pérdida auditiva y los dolores abdominales, curiosamente padecidos por Beethoven-, sino que además producía un temperamento melancólico.  Los médicos medievales consideraron que el humor predominante daba un tipo de carácter,  donde el melancólico era ese genio atribulado.

Aristóteles también lo mencionó y decía que aquellos que tienen alta la bilis negra tienen muchas enfermedades,  tienden a la depresión, a la tristeza y a la angustia pero también son los grandes genios creativos. Un mito que permanece hasta hoy y que considera que los grandes genios son muy inteligentes pero también están “locos” o son muy melancólicos.

Hay estudios contemporáneos que parecen apuntar en esa dirección. No necesariamente la enfermedad mental esté acompañada por un aumento del intelecto ni mucho menos, pero si  hay muchos ejemplos de grandes genios históricos con coeficientes intelectuales elevados y con problemas que se asociarían con la melancolía y la tristeza que hoy se diagnostican como depresión y ansiedad y en el caso de Beethoven posiblemente como un trastorno afectivo bipolar.

Beethoven desde la enfermedad y la pobreza, porque no fue un hombre acaudalado, demostró que se pueden conseguir grandes logros y justamente en el manuscrito de la quinta sinfonía escribe: “no dejaré que el destino me domine, lo dominaré yo agarrándolo por el cuello”. Una persona que se sobrepuso a la enfermedad para crear obras maestras inmortales.

 

La Cátedra completa puede verse en: Ludwig Van Beethoven: el genio y sus enfermedades

Resumen de la cátedra. Victoria Rodríguez G. responsable plataformas digitales en ANM:

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