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Por Pablo Rosselli-Cock

Qué tiempos aquellos del renacimiento, a finales del siglo XV, cuando algunos médicos sabían de todo. Atrás había quedado el pensamiento medieval en el que la vida estaba regida por los designios de la naturaleza y la opresión de la religión, hasta que aparecieron genios polifacéticos y librepensadores como Nicolás Copérnico (1473-1543) y Paracelso (1493-1541) con una visión holística del hombre, de la salud y de la enfermedad.

Resulta que Copérnico, nacido en lo que hoy es Polonia, no contento con ser médico, era además matemático, físico, clérigo y tenía estudios en filosofía, derecho y griego. Pero su verdadera pasión fue la astronomía. Tanto así, que se fajó la Teoría Heliocéntrica del Sistema Solar en la que demostró que la tierra gira alrededor del sol, una idea innovadora en una época en la que se creía que el hombre era el centro del universo. Su libro cumbre, Sobre las revoluciones de las esferas celestes, fue pieza clave en la transformación científica renacentista y precursora de grandes cambios. Copérnico contribuyó a que los fenómenos naturales perdieran su carácter teológico, desapareciera el antropocentrismo y el hombre se tornara móvil (en el concepto filosófico), como si fuera un planeta, pero gobernado por la razón. Tan importante fue su aporte, que cinco siglos después aún se usa la expresión de “giro copernicano” cuando se hace un cambio drástico en una situación o forma de pensar.

Otro gran pensador y médico de la época fue Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, pero él mismo, como buen suizo pragmático, tuvo a bien llamarse Paracelso (1493-1541), en alusión a Celso, el médico romano del siglo I. Decía él que la medicina debería soportarse sobre cuatro pilares: la filosofía como conocimiento de lo elemental; la astronomía para evaluar la parte sideral de la creación, pues el hombre en su microcosmos guarda correspondencia con el macrocosmos; la alquimia que aporta la enseñanza del manejo de estos hechos, y la ética sin la cual las otras tres no funcionarían. Paracelso también era muy inquieto intelectualmente al igual que Copérnico. Fue el predecesor de la antisepsia, la homeopatía, el tratamiento de las heridas y el primer naturalista científico moderno de la historia que llegó a ser conocido como el Lutero de la Medicina.

En nuestro siglo la avalancha del conocimiento médico es extraordinaria, y hay expertos en prácticamente cualquier tema que saben mucho acerca de muy poco. Todo esto ha permitido que la calidad de vida y la longevidad hayan mejorado, pero aun así hay muchas enfermedades conocidas y desconocidas que deben abordarse mediante una medicina vista más como un arte, y menos como ciencia. Es así cómo, estimados lectores, a mi modo de ver, la medicina moderna necesita ese pincelazo humanista en la educación y en la práctica médica. Quizás es el momento de formar médicos con una nueva visión renacentista del hombre.

Columna de opinión El Meridiano de Córdoba
31/7/2021

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El Dr. Pablo Rosselli Cock es Médico cirujano, ortopedista y traumatólogo, Pontificia Universidad Javeriana. Fellow en investigación en Ortopedia Infantil, Dupont Hospital for Children, Wilmington, Delaware, Estados Unidos y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina

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