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Esmeralda Santacruz Salas, Universidad de Castilla-La Mancha

 

En 2003, una mujer australiana, Kathleen Folbigg, fue condenada a 40 años de prisión por matar a sus cuatro hijos de edades comprendidas entre 19 días y 18 meses. A pesar de que las autopsias no desvelaron signos de violencia o envenenamiento, el peso de la acusación se hizo firme en el juicio basándose principalmente en la controvertida Ley Meadow.

Esta norma se basa en las afirmaciones de un pediatra británico, Roy Meadow, quien aseguraba que a menos que se presente evidencia para refutarlo, una muerte súbita representa una tragedia, dos fallecimientos de esta naturaleza levantan sospechas y tres o más casos se consideran homicidios.

Sin embargo, el pasado 5 de junio, Kathleen fue indultada y declarada inocente a sus 55 años de edad, después de pasar 20 de ellos en la cárcel. Su inocencia se demostró gracias a los resultados de las investigaciones de la científica española Carola García de Vinuesa, cuyo equipo vinculó los fallecimientos a causas genéticas.

Mucha gente pensó que “era la peor madre”, un “monstruo” o una “asesina de bebés”. No obstante, Kathleen siempre mantuvo su defensa, alegando que todas las muertes repentinas de sus hijos sucedieron por causas naturales, como se demostró finalmente.

 

Una tragedia desconcertante

Uno de los hechos más traumáticos que jamás deberíamos experimentar, no solo como padres sino como seres humanos, es la muerte de un bebé. La llegada de un nuevo individuo a la familia es siempre un motivo de alegría. Sin embargo, un día, sin más, aparece sin vida.

El síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) es una trágica realidad que conmueve a muchas familias. Se caracteriza por el fallecimiento inesperado de individuos aparentemente sanos. De manera desconcertante, el bebé aparece muerto tras haber sido puesto a dormir, sin mostrar ningún signo previo de sufrimiento o enfermedad.

Hay que tener en cuenta que para ser considerado un caso de SMSL, ni la historia clínica del afectado ni la escena del suceso ni los hallazgos de la autopsia deben proporcionar ninguna justificación evidente para el deceso. Esta incertidumbre añade un profundo nivel de angustia a los padres y a los profesionales de la salud involucrados.

A pesar de ello, el SMSL es la principal causa de muerte en bebés durante su primer año de vida en países desarrollados, suponiendo en torno al 50 % de la mortalidad total.

 

Factores evitables

La pregunta es: ¿se puede prevenir una muerte repentina y sin causa aparente? En muchos de estos casos sí. Aunque el motivo exacto que la produce sigue siendo un enigma, es importante destacar que los numerosos estudios realizados en las últimas décadas han corroborado la existencia de ciertos factores que elevan el riesgo y otros que protegen al bebé de morir por SMSL.

Por un lado, hay condiciones genéticas o vulnerabilidades biológicas que no se pueden evitar. Entre ellas están que el bebé tenga sexo masculino, sea negro, haya nacido prematuramente (antes de las 37 semanas de gestación o con un peso al nacer menor de 2,5 kilos) o haber pasado o estar padeciendo un proceso infeccioso respiratorio.

Por otro el lado, están los elementos externos, los más comunes y, en la mayoría de los casos, susceptibles de ser modificados o prevenibles. Entre ellos se encuentran los siguientes, que aumentan el riesgo:

  • Hacer colecho con niños menores de tres meses, sobre todo en alguna de las siguientes circunstancias: sobrecalentamiento del bebé, por temperatura elevada de la habitación o por exceso de ropa en la cama; problemas de adicciones en la madre, incluido el alcohol y/o tabaco; o que en el lugar donde duerme el bebé haya humo.
  • No proporcionar cuidados prenatales.
  • Que el niño duerma de lado o boca abajo. De hecho, si lo hace decúbito prono frente a boca arriba, la probabilidad de sufrir SMSL aumenta entre 2,3 y 13,1 veces. Además, cuando la superficie es blanda, el riesgo se multiplica por 5,1. Si combinamos ambos factores, el bebé tiene 21 veces más de posibilidades de morir por SMSL. Las campañas preventivas, especialmente centradas en promover la posición supina para dormir, han conseguido reducir entre un 30,1 y un 85,4 % el fatal evento.

Por otra parte, disminuye el riesgo ofrecer lactancia materna exclusiva y dormir con el chupete, aunque interfiera con el mantenimiento de dicha lactancia.

 

La hipótesis del triple riesgo

Muchos autores postulan la teoría del “triple riesgo” o la “triple causa” . Es decir, tres factores coincidentes al mismo tiempo provocarían este tipo de muertes repentinas:

  1. Un período crítico en el desarrollo cardiorrespiratorio durante el primer año de vida.
  2. Un factor externo, como los citados anteriormente.
  3. Vulnerabilidad intrínseca: una anomalía en las respuestas cardiorrespiratorias que no evita la muerte del lactante mientras duerme plácidamente.

En este sentido, los resultados de las últimas investigaciones, como los de la científica española Carola García, atribuyen el SMSL a inmadurez o alteraciones en tejidos, células o genes que controlan centros neurológicos, provocando anomalías en el patrón cardiorrespiratorio del bebé. Es decir, la vía aérea no funciona correctamente, el reflejo de protección se altera y aparece hipotensión y/o hipoxia (falta de oxígeno), lo que que provoca la incapacidad de despertar en condiciones nocivas.

Cada muerte que podría haberse evitado es inaceptable. Son pocas las pautas sencillas de cuidado infantil, como las mencionadas anteriormente, que han demostrado ser tan eficaces y exitosas para salvar vidas. Es crucial difundir las medidas preventivas y evitar una tragedia que repercute en todos los miembros de la familia.The Conversation


Esmeralda Santacruz Salas, PDI Facultad de Enfermería. UCLM, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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