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Para Orlando Mejía Rivera basta un solo acto de amor donde ayude a otro para justificar la existencia, asegura que si se logra conectar con el yo profundo se entiende qué es lo que quiere ser en la vida y eso no tiene que ver con ser Premio Nobel sino un buen ser humano.
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Poema: Los Justos (Jorge Luis Borges)
Orlando Mejía Rivera lee tanto como respira, escribe tanto como ama y es tan justo como su Galeno, un justo de los de Borges, aquellos que salvan el mundo y ni siquiera se dan cuenta. No solo lo ha hecho como médico internista sino como escritor, al rescatar personajes históricos en sus novelas, como El Médico de Pérgamo, su último libro, a quien le concede sus convicciones personales, sus certezas éticas, sus pasiones, enseñanzas y en parte, todo su amor por la humanidad y la medicina.
Para sus allegados Orlando Mejía Rivera es un humanista, un anarquista ético, un intelectual de cabo a rabo y un obsesivo pleno. Todo lo hace exagerado, es curioso, todo lo quiere saber. Entre sus colegas existe el dicho que el día que se entrega el Nobel de Literatura, a las 24 horas Mejía Rivera ya se ha leído toda su obra, productosOrlando y aportes. Nunca hace nada a medias y se entrega al conocimiento cuál enamorado joven, cuál Galeno de Pérgamo. De hecho, Carlos Enrique Ruiz, director y editor de la Revista Aleph, y lector de Orlando se atrevió a señalarlo como el más valioso escritor que tiene Manizales hoy.
Usted se ha caracterizado por introducirse profundamente en los temas sobre los que escribe, tanto en ensayos, como en cuentos o novelas, ¿cómo fue el trabajo de investigación que realizó para escribir El Médico de Pérgamo?
Soy un historiador de la medicina, a Galeno ya lo había abordado y estudiado a fondo en mi libro La Medicina Antigua: de Homero a la peste negra en el que hay un capítulo sobre él, entonces ya estaba ahí toda la investigación. En principio no iba a ser una novela, pero me cautivó tanto que sentí la necesidad de novelarlo. De hecho, el libro es 20% hechos históricos y 80% creación literaria.
Cómo decidió la vocación de medicina, como Galeno, ¿cuál fue primero la medicina o la literatura? y ¿desde cuándo?
Desde siempre, primero fue la literatura y después la medicina. Escribo desde el colegio, escribía cuentos y gané uno o dos concursos. Entonces cuando terminé la escuela estaba la decisión si me metía a literatura, medicina o filosofía y terminé decidiéndome por medicina, pero siempre tuve la idea de hacer novelas. En consecuencia, considero que el principio de mi obra artística literaria siempre está y estará intrincada con la medicina.
Hay varias frases del libro encaminadas a ser un buen ser humano, Galeno es ante todo un humanista, ¿qué espacio ocupa la ética y la convicción de ser una buena persona en su vida?
La ética es una convicción personal. En medicina soy el profesor de Bioética hace muchos años y formo a mis estudiantes en ética. En la literatura, una razón por la que escogí a Galeno fue para mostrar a través de su historia que al lado de todos sus logros científicos y académicos había un hombre, que en su vida y obra se dedicó a hacer una reflexión humanista. Por supuesto está alimentado por mi creencia personal, por ejemplo, es imposible ser buen médico sin ser buen ser humano y mi famoso lema que también lo dice mi Galeno: “Quien no ama la humanidad, no puede amar la medicina”. Entonces ciertamente El Médico de Pérgamo es una novela que invita a la ética.
La espiritualidad es un tema central en su obra, ¿cuál es su ideología o creencia religiosa?
Soy agnóstico, alguien que comprende que la raza humana tiene límites de comprensión profunda sobre eso que llamamos divinidad. No hay forma de comprobar si existe Dios o no, pero, y esto viene de Galeno, desde el punto de vista ético hay que comportarse como si los dioses no existieran, no actuar bien por un castigo o premio sino por principio básico del ser humano. Mi Galeno tiene eso muy interiorizado porque su actuar no tiene nada que ver con la sanción. Es un hombre justo con actitud humanista. Por eso no hay que ser “bueno” por miedo a los dioses o en nombre de ellos sino por uno mismo.
Hay una parte del libro en donde Galeno les agradece a todos sus maestros por lo enseñado en la vida. Quiénes han sido los suyos…, esas personas que lo han inspirado intelectualmente
Mis grandes maestros: Jaime Márquez Arango, Helí Alzate, Fabio Franco Posada y Carlos Nader Nader, los profesores de Medicina a quienes homenajeo en mi libro Historia de la Medicina en el Eje Cafetero 1865-1965. Márquez fue mi profesor de Historia de la medicina y, en la primera clase y cuando el tipo habló, dije: “Esto es lo que quiero hacer” porque vi que podía combinar mi vocación literaria, intelectual y médicNader, gran internista y muy bravo a quien la mayoría le tenía miedo, me adoptó como discípulo y de él heredé el amor a la clínica porque un internista que se respete ama la clínica. Mi Galeno tiene eso. Helí Alzate, en su momento el sexólogo más importante del país, me aportó toda la motivación gramatical y filología porque soy un hombre de diccionario y lo pude aplicar al ser profesor. Fabio Franco Posada, gran impulsor de Santa Sofía (el hospital), no fue directamente mi profesor, pero de él recibí velos del misterio en formación literaria espiritual y esotérica que tiene que ver con el agnosticismo y la religión. Fuimos grandes amigos.
Diágoras, el gran amigo de Galeno, fue quien le enseñó a mirar las cosas de otra manera fue su “maestro de pasiones”. ¿Quiénes han sido esos maestros para usted? esos amigos (a) que le han enseñado la vida.
Hans Hannes Heinz Goll, un pintor y escultor austriaco que conocí en una exposición de arte, el tipo tenía un aspecto de vikingo renacentista y estaba pintando en plena muestra y entendí el significado y le dije a mi mujer, susurrando, que era un acto simbólico con relación a los pintores y el hermetismo del siglo XVI. Él estaba de espalda y de repente giró y dijo: “Quien dijo eso va a ser mi amigo toda la vida” y ahí empezamos a ser colegas. Él era un rebelde hippie y fue mi maestro de vida. René Rebetez, un escritor de ficción y filósofo zen, parecía un pirata renacentista. Lo conocí en mi primer concurso de cuentos de ciencia ficción (1997), quedé de tercero y él me dijo que yo era su ganador con El Asunto García. Entonces nos volvimos grandes amigos y él también fue mi Diágoras al igual que Hannes. En mi próximo libro que es sobre medicina renacentista la dedicatoria será para ellos y dirá: “Para mis dos grandes maestros y amigos, Hannes Goll y René Rebetez. Goll me enseñó a conocer las entrañas de Leonardo Da Vinci en medio de lunas llenas y aullidos de lobos y Rebetez me enseñó que la alquimia no solo era humo y vacío”. Creo que ese será mi mejor libro, siempre creo que mi último libro lo es, pero así debe ser, si creo que mi próximo libro será peor no escribo más y esta nueva novela es la historia más mía porque mi corazón está metido en ella.
Galeno demostró una sed insaciable por el conocimiento. Quienes lo conocen dicen que usted tiene una sed similar, que es un come-libros y un escritor compulsivo, ¿cuánto de Galeno hay en Orlando Mejía?
Sin lugar a dudas hay una similitud entre ambos, no concibo ser un gran escritor sin ser un gran lector y la verdad es que nunca se lee demasiado, siempre se lee demasiado poco, los libros son un campo donde uno no se satura. Soy hijo único y debo decir que de alguna manera aunque soy social no lo soy tanto, soy antipático porque ando en lo mío y porque de alguna forma siento que ya no soy de este mundo. Por ende, en general mi tiempo es para mis libros y cada vez quiero más tiempo para la bella expresión de Francisco de Quevedo de “dialogar con los muertos sabios” porque la lectura es el verdadero viaje en el tiempo. Leer es un viaje y se ha vuelto en una necesidad fisiológica, así como tengo que respirar o comer tengo que leer.
En la novela, Galeno muere escribiendo. ¿Anhela “exhalar su aliento vital en medio de una frase que nunca tendrá el punto final”?
Esa frase y situación se la regalé a Galeno porque es una convicción mía, me quiero morir escribiendo una obra, en medio de una frase en mi estudio. Le presté eso a Galeno porque quizá en la simpleza de la vida, ahí en ese roce de lo mínimo está el sentido de la vida y si lo detectas no necesitas más y mueres con tranquilidad. En Galeno quedó sintetizada toda mi vida, todo lo que he sido y lo que no.
De Bogotá a Manizales
Orlando Mejía Rivera nació en Bogotá el 30 de agosto de 1961. Es médico internista de la Universidad de Caldas. Mejía tiene una maestría en filosofía, ha escrito obras literarias y relacionadas con filosofía / historia de la medicina. Trabaja como tanatólogo. Actualmente vive en Manizales donde es profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas.
Algunas de sus obras galardonadas son: -Ética y Sida: Premio nacional de la Academia de Medicina 1994 -La Casa Rosada: Premio de novela Icfes-Cres occidente 1996 –De la prehistoria a la medicina egipcia. Introducción crítica a la historia de la medicina: Premio Cámara Colombiana del Libro al mejor libro nacional de 1999, categoría “Libro científico y técnico” –Pensamientos de Guerra. Premio nacional de novela del Ministerio de Cultura (1998) y Premio Nacional de Cultura en la modalidad de novel–De clones, cyborgs y sirenas: Premio nacional de ensayo literario ciudad de Bogotá 1999.-Ganador del concurso de poesía “Arturo Gómez Jaramillo” (1995). Textos suyos han sido traducidos al alemán, inglés e italiano.