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El academico Jorge E. Maldonado editorializa sobre el tema de la pandemia con un articulo publicado en su revista ILADIBA titulado ‘Riesgos de los profesionales de la salud ante COVID-19 cada día más evidentes’.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 en Wuhan, China, la comunidad médica ha debido hacer sonar las alarmas y promover activamente la protección de quienes constituyen el pilar de la atención de los pacientes: médicos, enfermeras, auxiliares, bacteriólogos y otros laboratoristas, fisioterapeutas, psicólogos y otros y personal de soporte de todo tipo en hospitales, clínicas y consultorios.
El clamor no ha sido suficientemente sonoro y en los 4 o 5 meses desde el inicio se ha dicho que faltan máscaras y otros equipos de protección y que la salud mental del personal de salud se ve afectada seriamente por problemas como temor, angustia, depresión personales y relacionados a sus familias.
Hemos leído de médicos en la “Capital del Mundo” (New York) que han optado por ir del hospital a dormir en hoteles por no contagiar a su familia, pero ello, obviamente, los impacta mental y físicamente.
Ha sido infectado un número elevado de profesionales y colaboradores, y han muerto, no importa que haya sido como héroes, muchos médicos, desde quien denunció en China lo que se venía hasta una médica chilena en días pasados. La situación en algunos países como Italia ha sido todavía más dramática.
El 31 de marzo, el BMJ (British Medical Journal) órgano oficial de la Asociación Médica Británica trae una nota en cual reitera la alerta que los “doctores todavía están en riesgo considerable por carencia de equipospersonales de protección” a pesar que el gobierno ha asegurado que se han despachado suficientes suministros de protección.
Nadie discute que no hay suficientes mascarillas o tapabocas, guantes y protectores oculares y que la ropa especial que debe portar el personal no alcanza y hay que usarla una y otra vez cuando ya debe estar contaminada. Dice el BMJ que ello es inaceptable y pone en riesgo las vidas de los doctores (y de todos los que con ellos laboran).
Sin embargo, en los dos días precedentes la información que recibe la Asociación Médica contradice lo afirmado por el gobierno. ¿Cuál es la situación real en nuestro medio? Y si hay deficiencias son locales o son generales. En Gran Bretaña hay variación geográfica.
Es más inquietante saber que médicos que tienen enfermedades que los ponen en condición de mayor riesgo, como asma, deben acudir a atender pacientes con COVID-19, sin contar con los equipos básicos de protección personal.
COVID-19 no es solo un riesgo de enfermedad, es un riesgo de muerte.
Además del riesgo de infección, incrementado por la carencia de equipos personales de protección, están los riesgos psicológicos que también son motivo de análisis por profesionales de la salud en el BMJ del 31 de marzo.
Los autores describen los problemas psicológicos que afectan a los profesionales de la salud: ansiedad, sensación de culpa por no poder ayudar a sus pacientes y prevenir la afección de sus seres queridos, pena o sufrimiento y trauma personal ante una situación que amenaza la vida.
Es obvio, que ante la inmensa carga laboral, la carencia de soporte y el tipo de amenaza que enfrentan muchos de los médicos desarrollan síndrome de agotamiento (en inglés burnout).
Sin pretender asumir el rol gremial que incumbe a otros sino simplemente como viejos clínicos y profesores agregamos a la nota del BMJ el clamor local porque se preste una mayor atención al padecimiento de los profesionales de la salud que se ve acrecentado por deficiencias que pueden y deben corregirse.
El apoyo de los colegas es esencial ante el sufrimiento adicional que ha traído la pandemia de COVID-19.
Adenda especial
Teníamos lista para publicación la nota editorial sobre los riesgos que conlleva la infección con el nuevo coronavirus para el personal de atención en salud, médicos a la cabeza, cuando apareció en MEDSCAPE la impresionante lista de trabajadores de la salud que han fallecido por COVID-19 en muchos países del mundo. Esta lista, incluso adoleciendo de subreporte (sólo incluye datos que ha recolectado MEDSCAPE y hay muchos países que no presentan reportes oficiales o que no han hecho
seguimiento juicioso de esta estadística), resalta nuestra modesta expresión sobre la tragedia adicional que sufren nuestros colegas y quienes laboran al lado de nosotros.
Al analizar los números que arroja esta muestra parcial, podemos resaltar algunos hechos de importancia: por un lado el nivel de desprotección en el que se encuentran quienes en primera línea tratan con un paciente, probablemente no diagnosticado, como pueden ser los médicos generales, el personal de enfermería y el personal administrativo (recepcionistas, conductores de ambulancias, personal auxiliar), que están al tope de la lista y que representan más de la mitad de los fallecidos; además que es una enfermedad que no distingue y tiene números elevados en especialidades y profesiones no tan obvias como odontólogos, técnicos de radiología, oftalmólogos, etc. Por otro lado, queda claro el riesgo mayor para el personal activo de salud entre los 50 y 70 años de edad. Si desea consulta el listado completo de los fallecidos, que se actualiza periódicamente, lo invitamos a visitar la página “In memoriam” en MEDSCAPE.