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Andrea Costa López, Universitat de les Illes Balears

 

Por nuestra sangre circulan células inmunitarias que, además de cumplir una función defensora, pueden actuar como “chivatos” metabólicos y desvelar información sobre lo que está ocurriendo en otros órganos del cuerpo. Incluso pueden sacar a la luz si, a pesar de tener un cuerpo esbelto, corremos el peligro de ser “falsos delgados”. Es decir, si estamos en riesgo de sufrir diabetes y otros problemas propios de la obesidad sin enterarnos.

Estas chivatas celulares se conocen con las siglas PBMC, que es el acrónimo inglés para “células mononucleares de sangre periférica”. Dicho así puede que no nos suenen de nada, pero incluye a linfocitos y monocitos, de los que sí hemos oído todos hablar.

 

Peso normal pero parámetros metabólicos alterados

Ahora que todos sabemos lo que es una pandemia, podemos entender por qué preocupa tanto que la obesidad haya alcanzado estos niveles. No solo eso: cada vez es más común que personas aparentemente sanas –es decir, con un peso normal– tengan varios parámetros metabólicos alterados.

Tenemos la falsa costumbre de pensar que un peso dentro de los valores que se consideran normales nos hace estar automáticamente sanos. Sin embargo, estar delgado pero llevar una dieta insana y una vida sedentaria puede poner en riesgo nuestra salud metabólica.

Los motivos son sencillos de entender. Por un lado, el exceso de energía que no consumimos se almacena en forma de grasa, cuya función principal es la de actuar como reservorio energético. A diferencia de lo que ha venido ocurriendo a lo largo de miles años, cuando ese reservorio energético se necesitaba para hacer frente a períodos largos de escasez de comida, hoy en día el almacenamiento de grasa supone un problema para la salud porque la almacenamos en exceso y nunca llegamos a quemarla.

Los individuos con un peso corporal normal pero que presentan acumulación de grasa, especialmente grasa visceral (la que se acumula en el abdomen), se conocen como “falsos delgados”. Se considera que aproximadamente un 20 % de la población mundial podría estar en esta situación. Supone un problema porque implica que una parte importante de la población podría estar en riesgo a nivel metabólico y no tendrían indicios hasta que algún parámetro saliese alterado al realizarse una analítica de control. A veces, demasiado tarde.

 

¿Cómo está mí hígado a nivel metabólico?

Para evitar que esto ocurra podemos echar un vistazo a las PBMC. Son singulares porque pueden expresar la mayor parte de los genes del genoma humano y porque, en su viaje por todo el cuerpo, interactúan con diversos tejidos y responden tanto a señales internas (las hormonas, por ejemplo) como a señales externas (los nutrientes e incluso fármacos).

Esta interacción es muy relevante. Implica que las PBMC recogerían información sobre lo que está pasando en el hígado, en el tejido adiposo e incluso en el cerebro. Posteriormente, con una simple extracción de sangre, podemos aislar estas células para hacer un estudio de su expresión genética y saber qué se cuece en los distintos órganos del cuerpo.

El grupo de investigación del que formo parte ha contribuido ampliamente a entender el papel de las PBMC. Se han llevado a cabo estudios en roedores que han permitido demostrar que los cambios de expresión de determinados genes en respuesta a diferentes situaciones metabólicas, por ejemplo, en el hígado, coincidían con los encontrados en las PBMC.

Concretamente, nuestro grupo ha demostrado la utilidad del uso de las PBMC como fuente de biomarcadores tempranos predictivos del riesgo de patologías asociadas a la dieta y a la obesidad. Como las podemos obtener fácilmente de una forma mínimamente invasiva, ahora han pasado a ser protagonistas en estudios humanos relacionados con la dieta y la nutrición.

 

Las PBMC pueden hacer de “chivatas” y advertirnos de nuestro riesgo metabólico

Lo interesante es que estas células podrían usarse para la identificación de biomarcadores tempranos predictivos de patologías asociadas a la dieta. Es decir, podríamos detectar el riesgo metabólico de forma temprana en personas aparentemente sanas (“falsos delgados”) y así establecer estrategias de prevención adecuadas.

No solo eso: también podríamos usar las PBMC para evaluar la recuperación metabólica tras un plan de pérdida de peso. En la mayoría de las intervenciones nutricionales destinadas a perder peso en las personas con sobrepeso u obesidad, se usan las medidas antropométricas (peso, IMC o ratio de la cintura-cadera) para determinar su eficacia. Sin embargo, ¿no sería más importante poder saber si nuestro metabolismo se ha recuperado?

Aquí, otra vez, es donde el uso de las PBMC ayudaría a encontrar la solución. Porque nos permitiría saber si la pérdida de peso o el cambio de composición corporal han sido suficientes para recuperar un buen estado metabólico.

No hay que olvidar que, cuando nuestro metabolismo funciona bien, obtenemos la energía que nuestras células necesitan para realizar todas las funciones vitales. Las PBMC se presentan como una excelente herramienta para medir si somos capaces de responder adecuadamente a los diferentes estímulos a los que estamos sometidos y mantener el equilibrio energético. En otras palabras, si tenemos una salud metabólica de hierro.


Este artículo fue finalista en la II edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.The Conversation


Andrea Costa López, Investigadora predoctoral FPU. Grupo de Nutrigenómica, Biomarcadores y Evaluación de riesgos (NuBE). UIB, CIBEROBN, IdISBa, Universitat de les Illes Balears

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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