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POR: REMBERTO BURGOS DE LA ESPRIELLA
De Sincelejo guardo especiales recuerdo de la adolescencia. La multifuncionalidad de la pista del antiguo club: diamante para emocionantes partidos de béisbol con la maciza bolita de caucho y salón de baile en noches interminables. Capital de las insuperables galleticas de las Tuiran y los deliciosos helados del centro donde estaba ubicada La Alaska. Era, por su ubicación estratégica, el retén que cupido había colocado para endulzar los primeros amores. Inolvidables semanas de vacaciones y de fiestas. Pueblo cálido y empático.
Quizás por estas memorias ha causado extrañeza y sorpresa un par de hechos recientes en el dónde el ojo de la sociedad muestra su estrabismo pupilar. Hace un par de semanas secuestraron a un médico y ganadero, quien presenta un cáncer en la orofaringe. Está en tratamiento oncológico y su cirugía realizada, vaciamiento y reconstrucción, requiere de un aporte de proteínas que garantice la viabilidad de los tejidos. Qué es peor: ¿el secuestro o la indiferencia de sus coterráneos?
Las sociedades se mueven bajo la esencia y el principio que somos seres sociales. Nos gustan los abrazos, las caricias y la cercanía. Somo gregarios por naturaleza y la epigenética nos ha dado unos elementos para autoregular el comportamiento. El constructo ambiental: control y sanción social. Control como medida preventiva y sanción cuando determinados hechos infringen y violentan los reglamentos de la sociedad.
Se que no es por cobardía. La sociedad sincelejana es valiente y ha sabido superar muchas adversidades. No me imagino el Café Ganadero, Parque Santander como el centro de las actividades que reúne a ganaderos temerosos o que mis colegas de esa ciudad deban estar escoltados para cumplir con su vocación. Sin embargo, ante esta ignominia se ha mostrado Sincelejo ausente y la solidaridad de rebaño no se ha exteriorizado.
En el otro extremo y en época de pandemia, circulan por las redes imágenes de ramplonas fiestas que atentan contra la prudencia, transparencia, responsabilidad y la decencia. No añoro esas invitaciones. Indelicadezas en un municipio con 41% de pobreza monetaria: infamia la de estos parásitos del erario. El cerebro de los corruptos no puede controlar la ostentación y la vanidad: necesitan mostrar.
En una ocasión un personaje funesto estaba haciendo fila en la cafetería de un hospital. Fue identificado, todos los de la fila abandonaron su lugar y lo dejaron solo, como si tuviese una enfermedad contagiosa. Esta fue la sanción más drástica: muerte social. Esto es lo que se debe hacer con quienes se roban los dineros públicos y retienen a los ciudadanos en calabozos o en prisiones de la ignorancia. Son malhechores de la libertad. ¡Merecen muerte social!
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El doctor Remberto Burgos de la Espriella ha sido Presidente de la Asociación Colombiana de Neurocirugía, Presidente Honorario de la Federación Latinoamericana de Neurocirugía y Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.
FUENTE EL MERIDIANO: https://elmeridiano.co/noticia/sincelejo-destenido