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Por Remberto Burgos. 

El Académico Remberto Burgos, quien regularmente escribe para diferentes portales y periódicos, ha publicado recientemente en el periódico El Heraldo de Barranquilla una reflexión sobre el consumo habitual de pornografía y como actúa en el cerebro. 

Acertada y sensata, equilibrada y prudente. Así fue el propósito de la comunicación de la OMS sobre trastornos de comportamiento sexual compulsivo de la CIE-11. Puede expresarse en una variedad de formas, incluido el comportamiento sexual con otros, la masturbación, uso de la pornografía, cibersexo (sexo por Internet), sexo telefónico y otras formas de conducta sexual repetitivo. Sus requisitos diagnósticos incluyen: falta de control de impulsos, ausencia de trastorno mental, mayor de 6 meses y deterioro significativo en el funcionamiento personal y familiar.

La pornografía siempre ha existido. Desde el paleolítico hasta Pompeya, por ejemplo, tenían expresiones y esculturas sexualmente explícitas. En culturas clásicas como la India, el Kama Sutra donde se describen prácticas para la pareja heterosexual. La revolución sexual de 1960 inicia el despliegue abrumador de esta práctica. Hace referencia a actos sexuales o eróticos con el fin de provocar excitación sexual del receptor.

Su uso es sorprendente: casi 50 billones de visitas al año con un promedio de cerca de 100 millones al día. “La droga del milenio” es conocida. Uno de sus mayores problemas es que define la sexualidad como un placer y cosifica a la mujer como fuente del mismo. La pornografía no representa una realidad de las relaciones sexuales. Algunos hablan de que incita a la creatividad, a buscar otras formas de placer, estímulos para mayor excitación y suelta los prejuicios de la sexualidad. Crea la pornografía expectativa irreales sobre nuestro cuerpo, refuerza en forma errónea estereotipo de géneros e induce la violencia sexual al no aceptar que se trata de una ficción. El consumo excesivo de porno tiene efectos muy peligrosos en el sistema nervioso central. Como las drogas, crea una dependencia y obliga día a día a consumir más. El cerebro glotón se acostumbra y todos los días ingiere mayor cantidad. Es el camino de la adicción.

Existen muchas alteraciones neurológicas: la salud mental y la actividad sexual son las primeras víctimas. Cuando el cuerpo requiere comida o sexo el cerebro recuerda y la gratificación sexual se reemplaza. El consumidor acude a su celular o pc y complace el deseo que los llama. Son desencadenantes hiperestimulantes que producen una secreción antinatural de dopamina, la hormona del placer. Uno de los mayores sitios de alteración es el lóbulo prefrontal: acá está el juicio, raciocinio, análisis, capacidad de decisión y los receptores del placer. Madura a los 24 años y durante el periodo de formación es muy susceptible a las embestidas de la pornografía. Hay una desregulación del circuito de recompensa y el sexo normal cada vez interesa menos.

Quizá la alteración más común y especialmente cuando la porno llega a la vida del consumidor temprano es el síndrome hipo frontal. Un lóbulo que no cumple sus funciones y gradualmente se va atrofiando sin capacidad de decisión y con incertidumbre moral por el uso de la pornografía. La salud mental se altera, aparece ansiedad y rasgos muy importantes de depresión. No hay duda, mayores síntomas responsables de muy baja autoestima.

En Colombia las cifras son preocupantes: el 80% de los hombres ve pornografía y el 55% de las mujeres. La edad de inicio es temprana,11 años y se gasta una cantidad de tiempo en esta actividad. Colombia en el puesto 26. Inicialmente empieza como una actividad fortuita y luego se va apoderando de la atención del muchacho. Altera su proceso de aprendizaje, la memoria y especialmente impide el desarrollo del juicio, caracteres propios de la hipomanía frontal. No podemos desechar la infidelidad (300%) y la violencia sexual.

Al cosificar a la mujer como objeto del placer y esta no se encuentra en casa, se despliega todo un acto de violencia en donde sale lastimada y abandonada. Se pierden los linderos morales y la porno se convierte en la gran distracción pasajera. Goce fálico y subjetivo, se pierde el erotismo en la mujer: los preludios, la espera y la dulzura. Botamos a la basura las caricias. Recuerde: la pornografía no representa la realidad del acto sexual. Nos muestra a actores y una ficción. Inducen la liberación de dopamina en el cerebro y golpean la motivación. Es el camino hacia la adicción.

Columna El Heraldo


Dr. Remberto Burgos de la Espriella

El Académico Dr. Remberto Burgos es Médico Neurocirujano, miembro de la Academia Nacional de Medicina. Miembro Honorario de la Academia de Cartagena. Presidente Honorario Federación Latinoamericana de Neurocirugia.Expresidente Asociacion Colombiana de Neurociriugia.

Especialista en Gobierno y Asuntos Públicos.

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