Órgano consultor del Gobierno Nacional en temas de  Salud y  Educación Médica. Creada por Ley 71/1890, ratificada por Ley 86/1928, Ley 02/1979, Ley 100/1993.

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Posesión del Académico Correspondiente y coordinador de la Comisión de Publicaciones, Dr. Enrique Ardila Ardila, como miembro activo de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina. 

Todos tenemos héroes, y el Dr. Ardila confiesa tener dos: el compositor musical y pianista Luis A. Calvo y el reconocido fisiólogo francés Claude Bernard. Su admiración por Bernard nació durante su estadía en Lyon, cuando realizaba una especialización en calidad médica y tuvo la oportunidad de visitar el museo dedicado al científico. Desde entonces, su fascinación por la figura de este médico francés lo llevó a investigar su vida y obra a fondo, publicando incluso un artículo en la Revista Colombiana de Endocrinología sobre la medicina experimental de Bernard.

Claude Bernard nació en 1813, en el pueblo de Saint-Julien, en la región del Beaujolais, notoria por sus vinos. Hijo de un campesino, su destino inicial no era la medicina: quiso ser dramaturgo y escribió algunas obras de teatro que no tuvieron éxito. Tras recibir críticas por su cuestionado talento literario, decidió cambiar de rumbo y estudiar medicina, graduándose tardíamente, a los 30 años. Su camino no fue fácil; fue rechazado dos veces en los concursos para ser profesor de la Facultad de Medicina, lo que no lo detuvo en su deseo de dedicarse a la ciencia.

Inició su carrera como asistente del investigador François Magendie en el laboratorio del hospital Hôtel-Dieu de París. Magendie era autoritario y pragmático, mientras que Bernard era sensible y reflexivo. Sus diferencias llevaron a Bernard a abandonar el laboratorio y buscar su propio camino. Tras algunos fracasos académicos, regresó a su pueblo natal. Allí, por consejo de amigos, se casó con una mujer rica, hija de un médico parisino, pero el matrimonio estaba destinado a fracasar. Tuvieron 4 hijos, pero dos fallecieron prematuramente; adicionalmente, su esposa lo acusaba de torturar animales en sus experimentos y terminó abandonándolo.

Solo y decepcionado, Bernard se sumergió en la investigación. Su tesis de grado, presentada en 1843, se centró en el papel del jugo gástrico en la nutrición. Entre 1843 y 1847, publicó sobre fenómenos químicos de la digestión, la secreción salival, la influencia de los nervios craneanos en la digestión, eliminación de la urea después de la extirpación de un riñón, entre otros temas. 

Realizó experimentos pioneros en fisiología  e introdujo términos fundamentales como “glándula” y “medio interno”. Su descubrimiento más importante fue el del glucógeno hepático, que demostró que el hígado produce azúcar y que, como las plantas, los animales tienen funciones metabólicas propias, resultados que plasmó en su tesis doctoral en ciencias en 1854.

Descubrimiento que le abrió las puertas de la Academia de Ciencias y la posibilidad de dictar una cátedra de fisiología general en la Facultad de Ciencias de París.

En 1855, expuso su trabajo sobre la glucogénesis en el Colegio de Francia, una de las instituciones científicas más ilustres de Europa. Por muchos es considerado el padre de la fisiología.

En 1865 publicó su obra más célebre, Introducción al estudio de la medicina experimental, en la que estableció las bases del método científico moderno: observación, experimentación y razonamiento deductivo. Bernard afirmaba que la verdad científica debía ser objetiva, reproducible y demostrable, sentando así las bases de la fisiología experimental y de la endocrinología moderna.

A pesar de sus logros, su salud comenzó a deteriorarse. Durante sus últimos años entabló una relación basada en cartas con Marie Raffalovich, una mujer suiza cuya belleza y elegancia lo cautivaron. Entre ambos nació una amistad profunda y platónica que se extendió por casi una década y de la cual sobrevivieron cerca de 500 cartas. Sin embargo, los últimos años de Bernard estuvieron marcados por el dolor físico, la soledad y la nostalgia, hasta su muerte el 10 de febrero de 1878, acompañado solo por tres discípulos leales.

Su funeral fue un evento nacional. Francia despidió a Claude Bernard con honores de jefe de Estado; más de 4.000 personas asistieron a la ceremonia y su cuerpo fue sepultado en el cementerio Père-Lachaise. La nación reconocía así al hombre que había cambiado para siempre la manera de entender la fisiología.

Numerosos científicos continuarían exaltando su legado. Entre ellos, el médico colombiano Julio González Molina, quien destacó su papel como fundador de la endocrinología moderna, y el doctor Orlando Mejía Rivera, que analiza la obra de Claude Bernard en relación con la serendipia científica y el valor epistemológico de su método experimental en un contexto actual, resaltando su genialidad para combinar intuición, azar y método en sus descubrimientos. Para Bernard, la ciencia no era solo rigor; también era imaginación y sensibilidad.

Incluso el Premio Nobel argentino Bernardo Houssay le rindió homenaje, considerándolo una de las glorias más puras de la ciencia francesa. Houssay subrayó que Bernard no solo fundó la fisiología moderna, sino también la farmacología experimental, gracias a sus estudios sobre el curare y otros tóxicos. Su legado perdurará en cada mente científica que, como él, busca la verdad a través de la observación, la razón y la pasión por descubrir.

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Intervención completa en: CLAUDE BERNARD Y LA MEDICINA EXPERIMENTAL

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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