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En estos días en que los estudiantes finalizan su bachillerato y aspiran ingresar a la Universidad vivimos de cerca la preocupación de los padres y su incertidumbre. Especialmente, cuando uno de sus hijos desea ingresar a estudiar Medicina. Vamos a contar la historia de Elías, un bachiller de provincia, de los mejores de su curso, hijo de destacados profesionales, quien decidió que medicina era lo suyo. Ilusionados inician la competencia para que el hijo ya en la pista, como buen atleta, obtenga el premio que los mejores se hacen acreedores. Desconocen las vallas que deben saltar.

Los datos disponibles nos indican que hay 67 facultades de medicina en el país. Para cada convocatoria se presenta alrededor de 50 mil muchachos y se matriculan cerca de 5 mil. Muchos de ellos se inscriben a unos cuantos programas y algunos pasan en varios. Deben elegir uno. Esto se hace con el propósito de “asegurar” el cupo. Aquí el primer obstáculo: quiere ingresar a la Universidad A, pero la lista de admitidos donde fue seleccionado lo publica primero la Universidad B. El plazo de la matricula en ésta vence antes que la fecha de publicacion de la Universidad A. Tiene dos posibilidades: pagar la matricula en B y cupo asegurado. Confiar en que pasara en A, aunque pierda el valor del costo de la matricula B, pero su hijo ingresa a la facultad de su sueño. Y si arriesga no matricularse, vivir el limbo de la espera y confiar en que pasara en la Facultad A. La relación promedio inscritos matriculados es de 11/1.Un comentario adicional, la oferta de cupos desde 1992 se ha aumentado en esta proporción: la oficial en 54% y la privada en 320%.

Pero sigamos con Elías quien pagó doble matricula, pero ingreso a la Facultad de sus sueños. Sus estudios médicos en esta excelente facultad privada significaron una inversión familiar de cerca de 250 millones de pesos. EL estado exige que presente antes de graduarse la prueba ECAES y el examen de Ingles cuya importancia es marginal. En principio, nuestros bachilleres deberían ser bilingües y por otra parte las facultades de medicina requieren otro diseño de evaluación de sus programas (acreditación y renovación periódica).

Los padres de Elías rezan para que el año de internado sea un semestre en un hospital universitario y otro en una institución regional. Así por lo menos puedan dormir espejados por la seguridad de su muchacho. La noche del grado se acuestan tranquilos, gozan la satisfacción del deber cumplido y se duermen por el logro que su hijo, a los 22 años, ingreso a la sociedad del conocimiento. Que honor tener un médico en la familia, guardián de nuestra vejez.

El servicio social obligatorio o año rural es toda una lotería. Elías se inscribió con los otros 5.340 egresados/semestre en el Ministerio de Protección Social para la convocatoria del primer semestre. Solo hay 1150 cupos y el sorteo será en marzo para que el año rural lo inicie en julio. Elías tiene dos opciones: es favorecido y se le asigna una plaza o no gana en la rifa y el estado carente de suficientes cupos opta por certificar su título sin el año rural. Que perdida para un joven médico omitir esta experiencia de vida en su formación profesional y que lastima para un país que necesita ulizar al máximo su recurso, no contar entre sus ejecutores de políticas este potencial del talento humano colombiano. Mientras, ya con el título en casa, Elías sigue siendo hijo de familia y con la largueza que nunca acaba, sus padres envían la mesada de mantenimiento.

Es un profesional de sueños y quiere ser especialista. Ha elegido ser Neurocirujano y buscar los programas donde se ofrece. En Colombia hay alrededor de 35 instituciones de educación superior que ofrecen la primera especialidad. Se matriculan para la convocatoria alrededor de 21 mil médicos generales y hay disponibilidad de cupos de 750.La relación de inscritos/matriculados es de 38/1 y el tiempo de espera para conseguir el cupo para la primera especialidad es en promedio 3 años. La sociedad del conocimiento es exigente y tristemente en especialidades medicas excluyentes: esta inversión cuesta en promedio otros 300 millones de pesos del patrimonio familiar.

Al terminar su primera especialidad tiene 30 años, es soltero y vive todavía como hijo de familia. Quiere volar y ser independiente. Sus aspiraciones son altas y desea hacer una segunda especialidad. Ya es Neurocirujano pero desea afianzar su formación: subespecialista en columna vertebral. Dos años más y sus padres ya casi pensionados entienden y decididos lo financian. A los 33 años Elías ingresa por fin a la universidad de la vida como Neurocirujano experto en patología de Columna Vertebral.

Con ayuda de los amigos y después de casi un año de peregrinaje consiguió un cupo de supespecialista en un Hospital Público. Tiene un ingreso promedio de 9 millones de pesos mensuales. Muy difícil incursión en medicina privada, abrir el consultorio particular: una quimera. Mira agradecido a sus padres envejecidos quienes los últimos 13 años de su vida le permitieron ingresar a la pirámide de la sociedad del conocimiento. El retorno de esta inversión en Colombia se cumple cuando Elías llegue a los 65 años ya próximos a jubilarse.

Vaya carrera de obstáculos ser Médico Subespecialista en Colombia.

Académico Remberto Burgos de la Espriella.

Fuente. Kienyke

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