Órgano consultor del Gobierno Nacional en temas de  Salud y  Educación Médica. Creada por Ley 71/1890, ratificada por Ley 86/1928, Ley 02/1979, Ley 100/1993.

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El foro organizado por el Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos, la Asociación Bogotana de Obstetricia y Ginecología, el Tribunal Nacional de Ética Médica y el Colegio Médico Colombiano unió esfuerzos para fortalecer la reflexión ética en torno al ejercicio médico de la ginecoobstetricia. Los especialistas participantes abordaron temas relacionados con el ámbito jurídico, los dilemas éticos sobre identidad de género, aborto,  procedimientos estéticos del área genital y nuevas evidencias científicas sobre dolor y sintiencia fetal. 

El Dr. Stevenson Marulanda, presidente del Colegio Médico Colombiano, reflexionó sobre cómo los genes y las neuronas intervienen en la vida y decisiones de los seres vivos. Mientras organismos simples como bacterias o gusanos actúan estrictamente según sus genes, en especies más complejas -animales, incluidos simios y humanos- surge la influencia del sistema nervioso y de la mente. Los ejemplos evolutivos, muestran cómo el número de genes y neuronas determina las capacidades sensoriales, conductuales y culturales de cada especie; el genoma fija límites, pero no determina cada acto individual de manera absoluta. La cultura, en este sentido, no es independiente de la biología, sino una expresión avanzada del fenotipo humano.

La biología de la mente influye en el funcionamiento de la sociedad y en la eterna tensión entre individualismo y colectivismo. Cada especie desarrolla la cultura que su genoma permite; los primates tienen 20.000 genes, solo 1.000 menos que los humanos, y 30.000 millones de neuronas; los humanos, 90.000, pero con circuitos y conexiones diferentes. En los humanos, la combinación entre genes, cerebro y mente da origen a una estructura compleja, una especie de software robusto, donde el 80% del genoma trabaja en la configuración del yo, lo que explica de cierta manera el individualismo que caracteriza al ser humano.

Esa “Santísima Trinidad” del Yo, constituida por genoma, cerebro y mente, configura un “círculo moral” que delimita hacia quién dirigimos altruismo, empatía o solidaridad, y hacia quién surgen indiferencia u hostilidad. Los sentimientos más intensos -como amor parental, cuidado y sacrificio- se orientan hacia los genomas más cercanos (hijos, familia), mientras que la distancia genética suele ampliar el territorio de indiferencia o incluso animadversión. Esta perspectiva busca explicar, desde la biología, la raíz de muchos comportamientos sociales y morales.

Pero aquí también actúan neurotransmisores como la dopamina, la oxitocina y la vasopresina, mostrando cómo influyen en motivaciones humanas fundamentales: deseo, apego, ambición, cooperación, adicción o altruismo. Estos sistemas biológicos ayudan a entender fenómenos como la propiedad privada, el enamoramiento, las relaciones de pareja y el comportamiento parental. Desde esta óptica, señala el Dr. Marulanda, la biología se presenta como un elemento indispensable para comprender la estructura de la sociedad y por qué algunos sujetos parecen tener más inclinación hacia poseer y dominar, más guiados por la biología que por la razón. 

Considera el Dr. Marulanda que existen influencias biológicas, genéticas y hormonales en la orientación e identidad sexual, aunque no totalmente definidas. La discusión sobre si la identidad sexual está determinada por razones biológicas o culturales está abierta. Para el Dr. Marulanda,  la orientación sexual es un rasgo complejo y muchos genes sumados podrían tener cierta influencia, pero no bastan para predecir la orientación, explicando una parte limitada del fenómeno; el resto depende de otros factores no genéticos. 

El Dr. Germán Barón. Presidente del capítulo Bogotá de la Asociación Colombiana de Menopausia, recordó el dilema que tuvo que atravesar al atender como médico ginecólogo, hace más de una década, a una mujer transgénero expulsada por su familia y obligada a dedicarse a la prostitución para sobrevivir. Su atención médica permitió no solo iniciar el proceso de afirmación de género, sino también su reintegración familiar, social y educativa. El dilema del profesional no es si debe atender a una persona trans -pues tiene el conocimiento para hacerlo- sino cómo puede contribuir de manera real a su bienestar y al de la sociedad.

Existen referencias de identidades transgénero desde el siglo III a. C. en distintas culturas y religiones. Los hijras eran una comunidad en la India, cuyos miembros se vestían como mujeres y hablaban de sí mismos en femenino. Representaciones en sociedades precolombinas o personajes mitológicos como Dionisio y Hermafrodito evidencian que la diversidad de género ha sido reconocida durante milenios. El emperador romano Heliogábalo se vestía de mujer y se casó con varios hombres; incluso se cree que pidió a sus médicos que lo operaran para cambiar su género. En la época moderna, los investigadores Magnus Hirschfeld y Harry Benjamin aportaron las bases médicas del concepto de transexualismo. 

A pesar de los avances en varios aspectos de la sociedad, la población trans enfrenta altos niveles de violencia, exclusión y fallas estructurales en los sistemas de salud. El bullying y el riesgo de suicidio, incluso la esperanza de vida baja, se relacionan con estas discriminaciones. Además, la identidad de género -cómo una persona se reconoce a sí misma- debe distinguirse de la orientación sexual -hacia quién dirige su afecto-, y son muchas las categorías establecidas recientemente. La evidencia genética, epigenética y neurológica ha venido demostrando que la identidad trans tiene bases biológicas que se desarrollan desde la vida fetal.

Las cifras oficiales de prevalencia son poco confiables. Según las estadísticas, la población transgénero en Colombia representa el 0.05% del total, pero las estadísticas no oficiales hablan de una población mayor. Algunos de ellos solo esperan un cambio “social” determinado por un cambio de nombre en la CC, peinado o vestuario; otras buscan cirugías que vayan acordes con su sentir interno y muy pocos optan por la reasignación de género. Pero enfrentan múltiples barreras en el sistema de salud: desde la discriminación del personal de seguridad hasta historias clínicas mal diseñadas, salas de espera hostiles y dificultades en programas de tamizaje, anticoncepción, interrupción del embarazo o procedimientos quirúrgicos. Aunque existen guías internacionales y fallos judiciales que obligan a eliminar barreras, la implementación es desigual. 

Por ley, todas las personas nacen libres e iguales y deben gozar de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin discriminación. La salud es un derecho fundamental y el  papel del  médico es esencial para hacer respetar estos derechos en la población trans. Existen dilemas éticos relacionados con la atención de adolescentes, la objeción de conciencia, los bloqueadores puberales y la autonomía del paciente, los cuales requieren un enfoque interdisciplinario y libre de prejuicios. El Dr. Barón reafirma que ser trans no es enfermedad ni moda, es una expresión legítima de la diversidad humana. El primer dilema ético del personal de salud es abandonar los estereotipos y brindar una atención respetuosa, informada y digna.

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Intervenciones en: FORO: ÉTICA EN OBSTETRICIA Y GINECOLOGÍA

Artículo. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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