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Por Fernando Sánchez Torres

El informe sobre la deserción estudiantil universitaria en Colombia que el periodista Mateo Chacón dio a conocer en El Tiempo el 3 de marzo último es alarmante, preocupante: “Uno de cada tres estudiantes en el sistema de educación superior termina abandonando sus estudios”. Así lo refrenda para el año 2022 el “Spadies”, que es el instrumento que utiliza el Ministerio de Educación para hacer seguimiento a las cifras de deserción en el ámbito universitario. Según los expertos, no existe un método confiable que mida con exactitud el número de deserciones. Tradicionalmente, la deserción se ha medido a través de la tasa por año, es decir, el porcentaje que abandona durante el año académico comparado con el número de matriculados.

En el 2023 hubo 2’475.823 matrículas en el sector de la educación superior, advirtiéndose un incremento de 9.605 estudiantes en relación con el año inmediatamente anterior. Los datos suministrados por Mineducación señalan que el número de matrículas de universidades del sector público se ha reducido considerablemente, mientras que en el sector privado hubo un leve aumento. En ambos sectores las matrículas se redujeron de manera ostensible durante la pandemia de covid. Apenas se están recuperando, recuperación saboteada por la deserción. El abandono en las carreras profesionales es algo menor que en las carreras técnicas y tecnológicas. Asimismo, es mayor en los estratos sociales 1 y 2, comparado con los estratos 5 y 6.

Para mejor información, “deserción universitaria” es el abandono de la carrera profesional, bien sea de manera voluntaria o de fuerza mayor. La deserción es precoz cuando el estudiante es aceptado para ingresar, pero no se matricula; es temprana cuando ocurre en los primeros semestres, y tardía cuando ocurre en la segunda mitad de la carrera. La deserción, como es lógico, es causa de preocupación en las directivas de las universidades, pues afecta la marcha financiera de la institución, lo que obliga a identificar sus causas. Además, apareja pérdida de tiempo y dinero para los desertores.

Las causas son múltiples: dificultades económicas (agravadas ahora por la situación del Icetex), conflictos familiares, carrera equivocada, impreparación para la vida universitaria, decepción de la calidad académica de la institución. Las carreras en las que se observa una mayor deserción son: Bellas Artes, Economía, Administración de Empresas, Agronomía y Veterinaria.

Una de las estrategias recomendadas para combatir la deserción es la relacionada con la preparación para la vida universitaria, no solo en el aspecto académico, sino también en el emocional. El paso del bachillerato a la universidad es una transición brusca; se pasa de un microcosmo a un macrocosmo, donde todo es distinto: el colegio es divertido, la universidad es seria, exigente. Si el estudiante no ha sido preparado convenientemente, va a naufragar. Si no ha hecho del estudio una disciplina, si la lectura no se digiere adecuadamente, si el ordenador no le es familiar, si son evidentes las falencias en matemáticas e inglés, le va a costar mucho trabajo adaptarse a su nueva vida.

Haber acertado con la carrera escogida es ya una gran ganancia. Muchas deserciones tienen como causa la inmersión en una disciplina que no colma las aspiraciones y lleva a la frustración. No es tan grave darse cuenta tempranamente y tomar otro rumbo. El que persevera y se hace profesional sin haber tenido vocación está llamado al fracaso, a ejercer amargado. Todas las profesiones requieren vocación, que es un llamado interior que sirve de acicate para laborar con agrado, con satisfacción. Recomendable, por eso, que en los últimos cursos del bachillerato se incluya un programa de orientación profesional, que saque a flote la vocación.

Por formar parte de las directivas de la Universidad Central, institución privada de educación superior en Bogotá, he sido testigo de la importancia que tiene darle al estudiante un acompañamiento desde los inicios de la carrera. Desde cuando se instauró allí el programa de “educación centrada en el estudiante”, se ha observado una reducción de la deserción. Conocido el perfil de cada estudiante, se establece si tiene factores de riesgo para que ocurra. En caso positivo, se le brinda tutoría individualizada.

Fuente: El Tiempo


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El Académico, Dr. Fernando Sánchez Torres, es doctor en medicina y cirugía, con especialización en ginecobstetricia.

Ha sido rector de la Universidad Nacional de Colombia, presidente de la Academia Nacional de Medicina y presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica.

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