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Sesión conjunta de la Sociedad de Historia de la Medicina y de la Comisión de Asuntos Históricos de la Academia Nacional de Medicina. Conversatorio entre el Académico Dr. Álvaro Monterrosa Castro, médico, escritor, docente de la Universidad de Cartagena, investigador y conferencista, y el Académico Dr. Luis María Murillo Sarmiento, médico, escritor, poeta y coordinador de la Comisión de Historia y Humanidades de la Academia Nacional de Medicina, durante la presentación del libro “La primera escuela médica en Cartagena de Indias, sus inicios”.
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El libro presentado en la sede de la Academia Nacional de Medicina en Bogotá comenzó casi como un cuaderno de apuntes, y fue creciendo con cada hallazgo del Académico Dr. Álvaro Monterrosa hasta alcanzar las 216 páginas, tres capítulos y más de cien referencias. El doctor Murillo destacó esa mezcla de erudición y afecto que une al autor con su alma máter, iniciando así un diálogo no solo sobre historia, sino sobre amor y gratitud hacia una institución que ha marcado su vida.
El Dr. Monterrosa resaltó el papel fundamental que la Universidad de Cartagena ha tenido en la construcción de la sociedad caribeña: un “ascensor social”, la llamó, que elevó a generaciones de estudiantes a la vida profesional y al pensamiento intelectual. Cuando era jefe del Departamento de Investigaciones, recibió a cinco egresados nonagenarios que, a más de medio siglo de haber salido de las aulas, recordaban con precisión los detalles de su paso por la Universidad. Esa experiencia le confirmó que el vínculo entre la institución y sus estudiantes va más allá del título; es una relación afectiva, casi familiar, transmitida de generación en generación.
El origen de la educación médica en Colombia se remonta siglos atrás, a 1636, con la primera cátedra de medicina dictada por Fray Cristóbal de Torres en Bogotá en el Colegio de San Bartolomé. Continuó con los esfuerzos en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 20 años después, y culminó con el plan de estudios de José Celestino Mutis en 1802. Aquel proyecto fue efímero, truncado por las guerras de independencia, pero sentó las bases para el nacimiento de las facultades médicas que surgirían en el siglo XIX.
Tras la fundación de la Universidad de Cartagena en 1827, entonces llamada Universidad del Magdalena e Istmo, comenzó a gestarse la enseñanza médica formal. Durante años, la medicina se había aprendido en conventos, iglesias, barcos y campos de batalla, de manera informal. Fue solo el 22 de diciembre de 1836 -según descubrió en su investigación el Dr. Monterrosa- cuando la Escuela Médica de Cartagena inició oficialmente sus actividades. Ese hallazgo, documentado en informes ministeriales, reportados por el Ministro del Interior en 1837, fue uno de los mayores aportes del libro, pues resolvía un vacío histórico de casi dos siglos.
Junto a las coautoras Heidi Monterrosa Blanco y Danit Torres Aljure, el Dr. Monterrosa reconstruyó la historia de los primeros graduados: Andrés Fernández, el primer médico partero titulado, y Manuel Román y Picón, farmacéutico y fundador de la conocida botica Román. Ambos recibieron sus diplomas en 1837, y sus casos permitieron comprender cómo, en los primeros años, la Universidad validaba saberes adquiridos fuera de sus aulas. Los autores rastrearon genealogías, documentos y cartas hasta hallar descendientes vivos de aquellos pioneros.
El libro también rescata a los primeros verdaderos estudiantes de la Universidad, aquellos que cursaron los años reglamentarios y luego se convirtieron en profesores y líderes médicos. Entre ellos se destaca Rafael Calvo Díaz de la Madrid, figura clave del siglo XIX, discípulo brillante que estudió en Francia, fue médico personal de Rafael Núñez y que curiosamente falleció 3 días después del expresidente.
La institución cambió de nombre varias veces -Universidad del Magdalena e Istmo, Universidad del Segundo Distrito, Colegio de Cartagena-, reflejando los vaivenes de la República. Sin embargo, nunca dejó de enseñar medicina, ni siquiera cuando las leyes liberales de 1850 abolieron las universidades y proclamaron la libertad de enseñanza.
Desde su fundación, la Universidad de Cartagena ocupó el claustro de San Agustín, un edificio colonial que sigue siendo su corazón simbólico. Con el tiempo, la enseñanza médica se expandió hacia hospitales y clínicas como el Hospital de Caridad, la Policlínica Rafael Calvo, el Hospital Santa Clara y, más tarde, el Hospital Universitario. Cada una de estas sedes ha representado una etapa en la Universidad. Posteriormente surgieron la Casa del Niño, la Clínica de Maternidad Rafael Calvo y el Hospital San Pablo.
El Dr. Monterrosa también es autor de Tras las huellas de Galeno, que recrea la enseñanza médica en la segunda mitad del siglo XX en Cartagena, mientras que este segundo libro retrocede a los inicios del siglo XIX. Ambos comparten un mismo propósito: preservar la memoria de la medicina cartagenera y de sus protagonistas.
Su próximo proyecto narrará la historia desde la posguerra de los Mil Días hasta la década de 1930, cuando se gradúa la primera mujer médica de la Universidad de Cartagena. Este nuevo capítulo abordará los retos, cambios y resistencias de una época en que la universidad estuvo a punto de ser clausurada, pero sobrevivió gracias al esfuerzo de sus defensores.
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Intervención completa en:
PRESENTACIÓN LIBRO | LA ESCUELA MÉDICA DE LA UNIVERSIDAD DE CARTAGENA: LOS INICIOS
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina