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La Cátedra de Humanismo Médico tuvo como conferencista al doctor Fernando Sánchez Torres, ginecoobstetra, exrector de la Universidad Nacional de Colombia y Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina.
La relación médico-paciente es un encuentro fundamental entre dos personas, donde una busca recuperar la salud y la otra está dispuesta a proporcionarla. Esta relación debe basarse en principios éticos de respeto, amistad, piedad y filantropía, lo que convierte al médico en un agente moral en la sociedad. A lo largo de la historia, desde la época de Hipócrates, se ha reconocido la importancia de la relación humana en el proceso de sanación, y el médico debe atender no solo el aspecto físico del enfermo, sino también su sufrimiento espiritual. El respeto hacia el paciente, el cual enfrenta tanto dolor físico como emocional, es esencial para una atención adecuada.
El acto médico, entendido como la acción del profesional con la intención de beneficiar al paciente, es el núcleo de esta relación. Este acto debe basarse en principios éticos, como “no hacer daño” y actuar con pericia. A lo largo de la historia, la relación médico-paciente fue inicialmente unidireccional, pero con el tiempo, el paciente adquirió la autonomía de tomar decisiones informadas sobre su tratamiento, lo que transformó la relación en una especie de diálogo. El médico debe informar al paciente de manera adecuada, dependiendo de su capacidad para comprender la situación y tomar decisiones sobre su salud. En situaciones donde el paciente no tiene la capacidad de tomar decisiones (como en enfermedades mentales graves o en menores de edad), los familiares o tutores asumen la responsabilidad de dar su consentimiento.
El acto médico se lleva a cabo de 4 maneras; actuar con libertad, sin coacción, y con la capacidad de juzgar éticamente las acciones, tener la intencionalidad de propiciar el bien, llevar la práctica de manera prudente y cumplir el acto de forma humanitaria.
La relación médico-paciente también se ve influenciada por la tecnología y la telemedicina, que, aunque útiles, pueden restar el componente humanista necesario para establecer una conexión emocional entre médico y paciente. Para ser efectiva, la relación debe ser fundamentada en el respeto mutuo y la compasión.
El médico debe actuar siempre respetando los deseos expresados por el paciente cuando sea posible, y en caso de conflicto, los comités de ética pueden intervenir.
La relación médico-paciente debe mantenerse ética y humanista. El médico para serlo de verdad, debe estar dispuesto y capacitado para trascender el objeto de su oficio, que es el paciente, y ponerle sentimiento, pasión y alma para cumplir el verdadero sentido del humanismo. Este enfoque humanista, se ha ejemplificado en figuras como Juán Ciudad, el nombre de pila de San Juan de Dios, fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, quien demostró que la verdadera medicina va más allá de la ciencia y se enfoca en la dignidad y el respeto por el otro.
¿Cuánto debe saber el paciente de su enfermedad? Depende del tipo de paciente. Si está intelectualmente y emocionalmente preparado para enfrentar la realidad debe ser un diálogo abierto y franco, si por el contrario, no es un paciente preparado para manejar su enfermedad, la información podría ser más restringida. Pero en cualquier caso, el médico debe procurar siempre hablar en términos sencillos y claros. ¿Y qué ocurre con el paternalismo en la medicina? El filósofo español Ferrater Mora describe seis grados de este concepto, desde el asomo leve hasta el paternalismo constante. Mora, aunque reconoce que el paternalismo puede tener un lugar en la medicina, considera que no es éticamente válido en ningún grado, ya que implica una intervención que reduce la autonomía del paciente.
Para el doctor Sanchez, es un recurso lícito siempre y cuando no se use de forma constante y radical. Sin embargo, la intervención paternalista debe ser cuidadosamente evaluada, ya que puede ser moralmente incorrecta si se hace con fines egoístas, como el beneficio económico o profesional del médico.
Otro tópico frecuentemente analizado es el respeto absoluto por la autodeterminación del paciente, que puede en ocasiones ser contraproducente. Si el médico acepta sin cuestionar las decisiones del paciente, incluso cuando estas sean perjudiciales, está actuando de manera complaciente. En estos casos el médico puede y debe manifestar su desacuerdo, cuando lo asiste la certeza de que el paciente se ha decidido por algo que no lo va a favorecer.
El dilema de la verdad y la mentira en la práctica médica también fue abordado por el Dr. Sànchez, destacando que en algunos casos la rectitud en términos de veracidad puede lesionar los intereses del paciente. Es el médico quien debe determinar si un diagnóstico puede apabullar anímicamente al paciente, la forma de comunicarlo o que debe comunicar. Este enfoque, aunque moralmente ambiguo, se justifica en ciertos contextos, como cuando la verdad podría hacer más daño que beneficio, pero queda a discreción de cada profesional de la salud.
En situaciones particulares como la reciente pandemia o casos de VIH, ni el médico ni cualquier otro componente del equipo de salud puede excusarse de atender a un paciente por el solo hecho de padecer una enfermedad contagiosa pero es obligación del contratante poner al servicio del personal de salud, todas las medidas y recursos que alejen la posibilidad de contagio.
En lo relacionado con la confidencialidad y el secreto profesional, este sigue siendo un pilar fundamental de la práctica médica. El médico debe respetar la intimidad de su paciente, transmitiendo la información únicamente cuando sea necesario y cuando no afecte a terceros. La relación entre médico y paciente, aunque es esencialmente profesional, puede derivar en una forma de amistad, pero debe estar limitada por principios éticos que eviten abusos o dependencia emocional.
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Intervención en: LA RELACIÓN MÉDICO PACIENTE
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina