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Juan Manuel Anaya, miembro de la Academia Nacional de Medicina, de la Misión de Sabios y director del Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA) de la Escuela de Medicina de la Universidad del Rosario fue entrevistado por LAURA MARÍA AYALA para el diario EL COLOMBIANO de Medellin. Reproducimos la entrevista aca por tratarse de uno de nuestros mas deestacados academicos.
Basta un movimiento sutil, el aleteo de una mariposa en Hong Kong, para desatar una tormenta en Nueva York. Lo dicen los chinos en uno de sus proverbios, lo estudian los científicos en la Teoría del caos y lo repiten los periódicos, en una historia ya conocida. Un virus en Wuhan, China, saltó de un murciélago a otro animal –quizás un pangolín– y de ahí, a los humanos. El pasado 31 de diciembre se reportaron 27 casos de neumonía severa con origen desconocido. Casi cinco meses después, el virus tiene nombre, SARS-CoV-2, y ha contagiado a cerca de dos millones de personas –registra la Universidad Johns Hopkins– y 126.000 han muerto.
Bastó la mutación de un virus, un agente infeccioso que mide la milésima parte de un cabello humano, para que ese aleteo sacudiera todos los continentes, excepto la Antártida. Sus estragos siguen zarandeando los gobiernos, los sistemas de salud, la economía, los científicos, los empresarios y a los ciudadanos de a pie.
Para entender el impacto de esta pandemia en el país, EL COLOMBIANO entrevistó a Juan Manuel Anaya, médico inmunólogo y doctor en biología de la Universidad de Antioquia y uno de los miembros de la nueva Misión de Sabios, un grupo conformado por las mentes más brillantes del país.
Respondió, desde su laboratorio en el Centro de Estudios de Enfermedades Autoinmunes (CREA) de la Universidad del Rosario, en Bogotá, donde investiga una alternativa para tratar a los enfermos de covid-19 (ver Recuadro).
El doctor Anaya busca pistas en un tratamiento que se usó hace 100 años para conjurar la Gripe española. Quizás en la sangre, específicamente en el plasma de quienes ya se han recuperado de la covid-19, está la respuesta para fortalecer el sistema inmune de los enfermos.
¿Se siente amenazado por el nuevo coronavirus?
“Por supuesto. No sin antes recordar que en el 80 % de los casos la enfermedad es leve o asintomática. Espero que si me da, logre ser parte de esa mayoría a la que no le causa mayor problema”.
¿Cómo sabrá el mundo que esta pandemia ya fue superada? ¿Ve posible que en lo que queda de 2020 los periódicos abran su primera página con esta noticia?
“Se estima que más de la mitad de la población colombiana podría ser infectada por el virus (unos pronostican algo menos, pero otros calculan que puede ser hasta el 80 %). Sin embargo, dado que, primero, no se conoce para Colombia la tasa de contagio o el número reproductivo básico (Ro), que estima cuántas personas puede contagiar a alguien infectado por el virus y, por lo tanto, la velocidad con la que el coronavirus puede propagarse, y segundo, que la cuarentena solo la está cumpliendo el 70 % de la población (o menos), no sabremos a ciencia cierta qué nos espera y hasta cuándo. En el mundo no todos los países han tomado las mismas medidas ni al mismo tiempo, luego, muchos pasarán la Navidad en casa, y ese titular no lo veremos sino en aquellos países disciplinados, con capacidad de respuesta y buena memoria”.
Aprenderemos a convivir con este nuevo virus…
“El virus llegó para quedarse, luego es correcto afirmar que vamos a terminar con una enfermedad de bajo nivel endémica (que afecta de forma permanente o en determinados períodos a una región), con la que tendremos que aprender a vivir. La pregunta que debemos hacernos hoy no es si nos infectará o no, sino cuándo. No debemos olvidar que no hemos superado todavía otras enfermedades transmisibles, como la malaria y el dengue, para no citar sino dos.”
Si el contagio de la mayoría es inminente, ¿la llamada “inmunidad de rebaño” podría ser una estrategia para superar la pandemia?
“En el caso del SARS-CoV-2 se ha estimado que esta inmunidad de rebaño se alcanzará cuando más del 70% de la población haya sido contagiada y, por lo tanto, esté inmune (siempre y cuando no haya la posibilidad de pronto recontagio). Generalmente la inmunidad de rebaño se busca a través de la vacunación, pero en el caso de la infección por coronavirus, al no disponer de vacunas, la esperanza que se tiene es que con el tiempo haya tantas personas que superen la infección que el virus no encuentre fácilmente a alguien susceptible a quien infectar, por lo que se frenaría la transmisión. Los esfuerzos se orientan ahora a ralentizar el ritmo de propagación de la enfermedad en Colombia”.
Si efectivamente se logra aplanar la curva de contagios surge un escenario: relajar las medidas de aislamiento…
“Relajar las medidas de aislamiento puede ser nefasto para la población y, por supuesto, para el sistema de salud que es insuficiente (desde hace mucho tiempo). Tratar de aplanar la curva es la mejor política que se puede tomar”. El reconocido epidemiólogo y estadístico de la Universidad de Stanford, John Loannidis, declaró que, dada la falta de datos precisos, las autoridades de 130 países han tomado “medidas draconianas”, capaces de causar más daño al tejido social en vez de ayudar a la salud pública. ¿Cómo ha manejado el gobierno nacional esta pandemia?
“El gobierno colombiano, como muchos otros, no hace lo que debe sino lo que puede. Su comportamiento ante la pandemia ha sido algo errático, caracterizado por las buenas intenciones y valiosas ejecuciones, pero también por algunos desaciertos, entre los cuales están el haber dejado al Ministerio de Salud acéfalo por más de dos meses mientras la enfermedad tomaba su curso, cerrar tardíamente el aeropuerto El Dorado, no lograr una coordinación eficaz con alcaldes y gobernadores, apresurarse en la toma de ciertas decisiones, como por ejemplo el artículo 9 del decreto 538, y desconocer la importancia que debe tener el ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Hoy el Gobierno sabe que los cálculos pueden variar de un día para otro y las políticas se deben ajustar en función de eso. La razón: estamos aprendiendo día a día el comportamiento del virus y del desarrollo de la pandemia”.
A propósito del rol de los gobiernos, Donald Trump insiste en que la hidroxicloroquina, un medicamento contra la malaria, podría suponer un gran avance en el tratamiento…
“En estudios de laboratorio, in vitro, se ha observado que tanto la cloroquina como la hidroxicloroquina tienen propiedades antivirales. Sin embargo, en pacientes, en la vida real, la evidencia es muy baja. No existen estudios con suficiente número de pacientes, ni controlados (en los que se haya evaluado estos medicamentos contra otro) que permitan afirmar que sean un tratamiento de elección. Eso explica la ambigüedad de la recomendación del Ministerio de Salud de Colombia al respecto”.
Si fuera presidente de Colombia por un día, mañana, ¿qué medidas implementaría inmediatamente? ¿y a mediano plazo?
“Es primordial garantizar la seguridad y la calidad del trabajo del personal de salud, su capacitación urgente, la protección suficiente y permanente; su remuneración justa e inmediata, y la coordinación eficaz de las acciones, priorizándolas en la medida de las capacidades y sin redundancia. Sigue, en orden, garantizar los suministros e insumos para el diagnóstico y tratamiento de los pacientes con covid-19, sin olvidar a los que ya estaban presentes (enfermos crónicos, principalmente) y aquellos con urgencias no relacionadas con la covid-19. Al final de la pandemia seremos un país más pobre, pero sin tantos muertos. Es el momento para que el conocimiento circule libremente y las innovaciones estén al alcance de todos, sin barreras legales ficticias, y se considere, sobre las ventajas comerciales, la liberación de monopolios de productos de interés público. Luego, después de la pandemia, tendremos que trabajar y resolver la gran recesión que ya comenzó”.
La OMS está instando a los países a “hacer pruebas, hacer pruebas y hacer pruebas”. ¿Colombia está haciendo suficientes para detectar a los contagiados, especialmente a los que no muestran síntomas?
“No, porque no tenemos cómo.”
¿Por qué?, ¿es un problema económico?
“No es un problema de costo, es un problema de política pública (no se optó por hacer pruebas masivas), pero también, y sobre todo, de recursos humanos, capacidad instalada e insumos”.
De todo lo que la ciencia aún no sabe de la covid-19, ¿qué es lo más importante que falta por descifrar? La vacuna, una posible cura, su letalidad…
“Principalmente, la vacuna. Y, luego, tratamientos eficaces. La investigación científica está a prueba como nunca antes, así como la confianza de los gobernantes”.
¿POR QUÉ UN TRATAMIENTO DE HACE UN SIGLO ESTÁ OTRA VEZ EN LOS MICROSCOPIOS?
Es una estrategia tan antigua que ya se usó en la Gripe española, en 1918. También fue utilizada previamente para luchar contra el virus del Ébola y el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS), producido por otro tipo de coronavirus. El principio es sencillo: hacer transfusiones de plasma –la parte líquida de la sangre que contiene anticuerpos y proteínas– de quienes ya se han recuperado de la enfermedad a pacientes que están batallando contra ella. Las personas que han sobrevivido a una infección viral, los llaman convalecientes, tienen anticuerpos en la sangre que pueden detectar y destruir rápidamente el virus la próxima vez que ataque. Ese sería un refuerzo de gran ayuda para aquellos que todavía tienen la enfermedad activa, pero cuya respuesta inmune es insuficiente. Actualmente, sin medicamentos con eficacia demostrada que puedan erradicar el SARS-CoV-2 y una vacuna a meses de distancia, científicos de todo el mundo apuestan nuevamente por este tratamiento experimental, conocido como el “plasma convaleciente”. Hasta el pasado 6 de abril, se estaban llevando a cabo 19 ensayos clínicos al respecto en China, Estados Unidos, Italia, Irán, México y Colombia, este último liderado por el doctor Juan Manuel Anaya. Un grupo interdisciplinario conformado por investigadores del Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA) de la Universidad del Rosario en Bogotá; de la Universidad CES de Medellín, del Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS), de Bogotá; de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS); y de Servicios y Asesoría en Infectología, de Bogotá, inició el proyecto PC-Covid-19, que consiste precisamente en la aplicación de dicho plasma, luego de estudios rigurosos, a aquellos pacientes con covid-19 que están graves, pero no en estado crítico; es decir, a aquellos que estén hospitalizados pero no en cuidados intensivos. No es una cura para el virus, aclaran. Al respecto, Anaya agrega que los pacientes con covid-19 pueden ser asintomáticos y presentar una enfermedad leve en cerca del 80 % de los casos. En el resto, el plasma de convalecientes pretende ser un tratamiento para ayudar a responder eficazmente contra la infección a aquellos que lo necesiten. Lo original de la propuesta colombiana –continúa con su explicación el doctor en Biología– es su utilización en pacientes que no están severamente enfermos y que, por lo tanto, podrían recuperarse sin tener secuelas de la enfermedad o evitarles progresar hacia cuidados intensivos o la fatalidad. “Este proyecto PC-Covid-19 será el primer estudio aleatorizado y controlado, es decir se comparará si, sumado a la terapia convencional, el plasma de los pacientes ya recuperados sirve más que la terapia convencional por sí sola”. Si se llegase a comprobar su eficacia, es decir, la mejoría de los pacientes (mediante criterios clínicos rigurosos validados internacionalmente) y su efecto en la carga viral, los beneficios serían enormes. “Se podría instituir como tratamiento inicial a pacientes hospitalizados no complicados con covid-19, reducir la morbi-mortalidad del nuevo coronavirus (las muertes causada por esta enfermedad), promover la cohesión social, disminuir la curva epidémica, la estancia hospitalaria, el uso de personal médico, ventiladores, unidades de cuidados intensivos y, no menos importante, facilitar la paulatina reincorporación laboral –concluye Anaya–. Este proyecto cuenta con el aval de las secretarías de salud de Medellín y de Bogotá y debería ser un programa nacional, institucional y gratuito”.