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Santiago Iñiguez de Onzoño, IE University
Reflexionando sobre el futuro antes de la pandemia, Salim Ismail, el fundador de Singularity University, destacaba el impacto de una mayor longevidad en la sociedad a todos los niveles.
“Estamos agregando tres meses a nuestras vidas por cada año de calendario: En una década o dos, o tres, la ciencia descubrirá tratamientos que pueden permitirles vivir por mucho tiempo, y eso afectará al empleo, las familias, la planificación de la jubilación… será un fenómeno inédito en la sociedad”.
En otras palabras, la mayoría vivirá más de cien años, lo que requerirá por parte de todos hacer planes para la segunda mitad de nuestras vidas. Los gobiernos tendrán que retrasar la edad de jubilación e inevitablemente el acceso a una pensión estatal. Supongo que esta suposición sigue siendo válida después de la pandemia.
La edad adulta o tardía, referida comúnmente como vejez, aunque me parece más respetuoso hablar de senectud, puede ser vista como un regalo y como una oportunidad. Una destacada filósofa y escritora contemporánea que se ocupó de este fenómeno fue Simone de Beauvoir (1908-1986), precursora del feminismo moderno.
Cuando Beauvoir publicó La Vejez en 1970, la estimación de vida para los ciudadanos de Francia era de 65 años. Los planes de pensiones, como producto financiero, no estaban disponibles. Tampoco existían residencias para la tercera edad, y algunos ancianos que padecían alzhéimer o demencia senil eran ingresados en clínicas psiquiátricas, a veces junto a pacientes que sufrían trastornos mentales severos.
Beauvoir aborda el tema de la senectud desde una perspectiva filosófica parecida a la que adoptan otros pensadores. Por ejemplo, Montaigne explicaba que llegar a ser mayor es un “privilegio” y un “gran favor” que se nos da. El filósofo francés del siglo XVI, que contaba en sus diarios cómo en una ocasión estuvo al borde de la muerte, animaba a sus lectores diciéndoles:
“La muerte es tan solo un mal momento al final de nuestra vida”.
Y añadía:
“Si no estás preparado para afrontar la muerte, no te preocupes; la Naturaleza te enseñará cuando llegue la ocasión, completa y adecuadamente. Hará el trabajo por tí, no te preocupes al respecto”.
Séneca y el sentido de la vida
Por su parte, Séneca, el pensador de la Roma antigua, que fue preceptor de Nerón hasta que el emperador le obligó a suicidarse, insistía en dar sentido a la vida durante todas sus etapas, especialmente la senectud, en adquirir consciencia de nuestra experiencia, aunque albergaba dudas sobre la posibilidad de conseguirlo.
Como estoico, sostenía la conveniencia de despegarse de las cosas materiales y fortalecer la entereza de espíritu. Explicaba que si uno se siente deprimido o aburrido cuando se retira, basta con mirar alrededor y asombrarnos de cuán variado y sublime es nuestro mundo. Séneca confiaba en el consuelo que procura la contemplación de la naturaleza. Pero también insistía en la necesidad de tomar parte activa en el conocimiento de las cosas y de dar sentido a la vida propia.
La actitud optimista de Cicerón
Por su parte, Cicerón, el pensador y senador romano, mantenía una actitud abiertamente optimista ante la senectud. Explicaba que podemos compensar el declive de nuestras facultades físicas ejercitando las mentales e intelectuales. Utilizaba la analogía del capitán de una nave, generalmente mayor que su tripulación, al cual respetan por sus méritos y conocimientos, aunque no sea capaz de subirse al mástil como haría el grumete más joven.
En el caso de Beauvoir, el enfoque sobre el fenómeno de la senectud es distinto, y utiliza la misma aproximación que cuando trata el feminismo. De hecho, Beauvoir explicaba que La vejez era el contrapunto de su obra clásica, El segundo sexo, aunque estructurado de una manera muy parecida.
En su opinión, aunque la senectud es una edad de declive biológico, no entraña por sí misma un sentimiento de opresión. Es más bien el significado que la sociedad atribuye a las últimas etapas de la vida lo que la hace opresiva. De forma análoga a cómo sucede con las mujeres, los viejos son “los otros”. En su opinión, se trata de un significado puramente cultural, que cada sociedad atribuye en función de sus prácticas y costumbres.
Respeto reverencial a los mayores en algunas culturas
Por ejemplo, explica Beauvoir, en algunas civilizaciones los mayores reciben un respeto casi reverencial, porque son los interlocutores con los dioses y los depositarios del legado de antiguas generaciones.
En países de Asia Oriental como China y Japón se percibe claramente este respeto hacia los mayores en el protocolo de actos sociales, el tratamiento formal e incluso en las iniciativas destinadas a su atención y cuidado.
Sin embargo, en las sociedades capitalistas –aquí se pone de relieve la visión marxista de Beauvoir–, donde existe una evolución y cambio rápidos, y se transforman velozmente las circunstancias en el trabajo y las empresas, poseer experiencia pierde su valor, y los jubilados sin una ocupación que genere rentabilidad para el capital pierden su identidad social.
Y añade que la jubilación raramente proporciona oportunidades para desarrollar una identidad personal. Mas bien, durante el retiro los jubilados “pierden el lugar en la sociedad, pierden su dignidad y casi la existencia”. Y concluye que el tratamiento hacia los mayores revela el fracaso de nuestra civilización.
Desgraciadamente, durante la pandemia hemos comprobado el tratamiento marginal que se da a los mayores en muchos casos. Sin embargo, cincuenta años después de la publicación de La vejez, hay que reconocer que las condiciones para la tercera edad han mejorado notablemente en los países desarrollados.
La esperanza media de vida se sitúa entre los 70 y 73 años, como comentaba, gracias a los progresos de la medicina, de la biología y la tecnología. Cada año natural ganamos tres meses más de vida, y eso sin contar con que se produzca algún gran salto o descubrimiento que prevenga o retrase los efectos de patologías como el cáncer, lo que prolongaría mucho más nuestras vidas.
Tres grandes cuestiones que hay que afrontar
No obstante, a pesar del alargamiento de las expectativas de vida, y el consiguiente retraso de la edad de jubilación en muchos países, todavía existen al menos tres grandes cuestiones que afectan a la población sénior y que no parecen resueltas satisfactoriamente.
- En primer lugar, reinventar la idea de jubilación y los planes de pensiones, así como rediseñar el sistema de asistencia a los mayores para que les proporcione una vida digna y satisfactoria.Los sistemas de pensiones y el cálculo de las edades de jubilación fueron diseñados en otra época, y los expertos coinciden en su inviabilidad. Como he propuesto en mi libro Global Leaders, una de las soluciones a la reinvención de la jubilación sería pensar, para los mayores de 65 años, en trabajos con dedicación flexible, parcial, enfocados a sus habilidades características, que se combinen con programas de formación para adaptarse al nuevo entorno de las tecnologías. Las empresas pueden participar muy activamente en estas iniciativas, que no deberían entenderse únicamente como una competencia de los gobiernos.Una de las características que más admiro de las empresas de China o Japón es el respeto que mantienen por los trabajadores retirados, a los que en ocasiones asignan específicamente un vicepresidente o un departamento corporativo, así como recursos específicos para su atención y cuidado.
- En segundo lugar, otro de los retos para las empresas es la integración de las distintas generaciones dentro de la cultura organizativa, y el desarrollo de sinergias que combinen el talento complementario entre ellas.Dentro de pocos años, el retraso de la edad de jubilación resultará en la convivencia de cinco o más generaciones dentro de la misma empresa, y supondrá una amenaza, o quizás una oportunidad, para los gestores del talento y para la alta dirección.Una solución a este reto pasa por la educación, la formación continua y la formación interna en la empresa. Esa formación es la que puede facilitar la recuperación de la identidad personal, que echaba en falta Beauvoir, y con ella el respeto social. Un tipo de programa que veremos crecer en este contexto es el “reverse mentorship” (mentores inversos), donde trabajadores jóvenes asesoran a los mayores sobre habilidades digitales, manejo de la tecnología o de las redes sociales, así como las nuevas formas de aprender y entender el mundo de las nuevas generaciones. En reciprocidad, los mayores trasladan su experiencia, su saber y su network.
- El tercero de los retos es la implementación de una cultura de inclusión, donde los estilos, ideas, modas o visiones de la población más sénior formen parte del mainstream cultural de la sociedad. Por utilizar un ejemplo concreto, podrían promoverse más representantes de generaciones mayores en los anuncios de moda o de productos de consumo, o en películas de cine, novelas y otros productos culturales que no estén únicamente relacionados con el disfrute del retiro o con productos médicos.Creo que esta integración se producirá de manera natural, y no hace falta tomar medidas extraordinarias, porque la inversión de la pirámide demográfica, en la mayoría de los países desarrollados, resultará en un cambio de la población de consumidores de todo tipo de productos.Las empresas que quieran tener éxito tendrán necesariamente que adaptar sus productos y servicios a este segmento del público.
Gracias al movimiento feminista, impulsado por filósofas como Beauvoir, las diferencias entre hombres y mujeres, en la sociedad y en el trabajo, se han reducido considerablemente, aunque todavía queda mucho por hacer.
¿Será necesario un movimiento semejante para la integración social plena de la tercera edad, o incluso una revolución encabezada por líderes senior? Quizás la exigencia reciente de contar con más oficinas bancarias físicas para atender a los mayores sea una manifestación de esta reivindicación.
¿O quizás necesitamos más filósofos como Beauvoir, Cicerón, Montaigne o Séneca, que formulen soluciones para la integración social de los veteranos?
Una versión de este artículo fue publicada originalmente en LinkedIn.
Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University, IE University
Imagen: Simone de Beauvoir. Wikimedia Commons / NiaVasileva
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.