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Antonio Fernando Murillo Cancho, Universidad de Almería
La gran mayoría de los problemas digestivos que padecemos suelen estar relacionados con alteraciones en la digestión de los alimentos. No es difícil encontrar personas con algún problema de este tipo. Sin embargo, son trastornos fáciles de evitar.
Si queremos aprender a llevarnos bien con nuestro sistema digestivo y que no nos juegue malas pasadas, debemos conocer algunos detalles sobre él.
Sistema digestivo, a jornada completa y sin descanso
El sistema digestivo hace referencia a un conjunto de órganos fisiológicamente muy complejos. Es el encargado de procesar los alimentos para que podamos extraer los nutrientes que guarda. Trabaja casi sin descanso y se pasa día y noche quitando el embalaje y guardando celosamente los nutrientes que permiten nuestro bienestar.
Además, en él existe una amplia comunidad bacteriana, la llamada microbiota intestinal, a la que debemos cuidar con especial cariño porque es pieza fundamental en la digestión. Además, ejerce un papel esencial en la protección de nuestra salud. Es como si fuera un órgano más de nuestro cuerpo. De hecho, se implanta al nacer y nos abandona cuando fallecemos. Pasa toda una vida a nuestro lado.
Nuestro ritmo de vida y nuestras rutinas también influyen sobre nuestros pequeños aliados intestinales. Muchos investigadores están poniendo de manifiesto que nuestro comportamiento alimentario y hábitos de vida pueden influir sobre la microbiota y mejorar o empeorar nuestra salud en general.
La microbiota intestinal como oro en paño
Debemos saber que la composición de la población microbiana que vive en nosotros viene dirigida por nuestra genética pero se altera fácilmente por el entorno.
De esta manera, puede variar a mejor o a peor. Tanto es así que algunas enfermedades que sufrimos (como la obesidad o la hipertensión) aparecen, entre otras razones, como consecuencia de una composición microbiana poco adecuada.
Por eso, es importante tener presente qué comportamientos podrían afectar al proceso digestivo. Así, identificaremos la manera de evitar síntomas de malestar o procesos patológicos relacionados con la digestión.
Una dieta saludable, equilibrada y variada será adecuada para conseguir que nuestra microbiota esté bien constituida y evitemos problemas. También es conveniente llevar unos correctos hábitos alimentarios para regular los procesos digestivos. Entre otras cosas, porque de lo que comemos también se alimentan nuestros microscópicos huéspedes.
Algunos ejemplos alimentarios que nos benefician y ayudan a la digestión podrían ser: yogur, verduras, especialmente la familia de las coles, frutas, legumbres, cereales integrales… Todos ellos aumentan la riqueza en fibra de nuestra dieta, favoreciendo su fermentación por parte de la microbiota y volviéndola más fuerte.
Por otra parte, es importante mantener una buena higiene intestinal, evitando el estreñimiento y otros daños a nuestro organismo. Así impediremos dañar a nuestros pequeños “amigos”, a quienes los residuos y otros elementos tóxicos les afectan enormemente.
Cómo echarle una mano a la flora intestinal
Asimismo, determinados hábitos de vida, como el seguimiento de unos horarios de comida regulares, un buen descanso y una vida activa alejada del sedentarismo son calificados de gran interés para evitar sufrir trastornos de la digestión. El descanso natural está relacionado con los ritmos circadianos.
Estas variaciones rítmicas están directamente implicadas en las fases de descanso y periodos de alimentación. Se ha demostrado que personas que alteran estos ritmos son más propensas a sufrir alteraciones. Puede suceder, por ejemplo, con los cambios en turnos de trabajo, porque se ven forzados sus patrones del comportamiento y alimentarios.
Esto provoca una cierta tendencia a sufrir trastornos en los proceso digestivos e incluso alteraciones del metabolismo induciendo a un mayor riesgo de sufrir obesidad.
Respecto al último de los mencionados, la actividad física regular, recordemos que no solo se ha mostrado beneficiosa para la salud en general, sino que estudios recientes han demostrado que también lo es especialmente para nuestro sistema digestivo: puede influir en la composición de la microbiota de forma positiva.
Lo que rechaza su intestino
Al contrario de todas estas positivas rutinas, el descontrol alimentario es uno de los factores que más negativamente afectan al buen funcionamiento digestivo. El consumo de alimentos con alto contenido graso o excesivamente ricos en proteínas, como las carnes rojas, puede ocasionar desde indigestiones hasta trastornos más severos.
De igual manera, el consumo excesivo de alimentos dulces puede provocar problemas en la digestión ya que se ha demostrado que sustancias como la glucosa perjudican directamente al desarrollo de ciertas especies bacterianas de la flora intestinal de gran beneficio para nuestra salud.
No menos dañino para nuestro sistema digestivo son los edulcorantes artificiales, pues diversos estudios científicos han resaltado la actividad negativa que estas sustancias ejercen sobre la microbiota intestinal.
Asimismo, bebidas alcohólicas, café, chocolate y otras sustancias irritantes pueden alterar el proceso digestivo ocasionando molestias.
Por último, el uso de medicamentos debe ser muy cuidadoso y deben tomarse siempre bajo prescripción. Especialmente, los antibióticos.
La mayor parte de los componentes de nuestra flora intestinal es susceptible de ser atacada por estos fármacos. Así nos exponemos a problemas que muchas veces son evitables, que debilitan nuestro sistema inmunitario y provocan malestar intestinal.
Visto todo ello, si queremos tener una buena digestión es hora de pensar en nuestra microbiota tanto o más como lo hacemos en nuestro cutis facial. Aunque no la veamos, podemos sentirla cada vez que alteramos su orden y nos pasa factura digestiva.
Antonio Fernando Murillo Cancho, Profesor de Nutrición, Universidad de Almería
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Foto Inicio- Shutterstock / sdecoret