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Olympo Morales, especialista en Derecho Internacional Económico de la University College de Londres y PhD. en Derecho Comercial en la Universidad de La Sorbona. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.
En 2022, la RAE eligió “inteligencia artificial” como palabra del año, un término que parece compuesto por dos palabras distintas, pero que la tecnología ha integrado en un único concepto.
Noam Chomsky, lingüista y filósofo estadounidense, sostiene que los seres humanos tienen una capacidad innata para aprender y manejar la gramática. Según Chomsky, la mente humana está predispuesta a comprender reglas gramaticales universales, lo que permite a los niños aprender cualquier idioma sin necesidad de que se les enseñe explícitamente. Este proceso de aprendizaje es análogo al funcionamiento de los algoritmos, que procesan información y la organizan según reglas predefinidas. En este sentido, el lenguaje humano puede entenderse como un algoritmo que estructura las ideas a través de reglas gramaticales.
La gramática, como un conjunto de reglas, puede verse como una caja que organiza los datos para que adquieran sentido. Sin embargo, las máquinas, al igual que los humanos, necesitan un “lenguaje” para comunicarse, y este lenguaje se configura con base en un sistema estructurado de reglas, como ocurre en la programación de IA.
Según la RAE, una lengua es un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad. Esta lengua se adapta y cambia según las particularidades de cada grupo humano, lo que lleva a la creación de dialectos y jergas con variaciones regionales y culturales. El lenguaje no se limita a las reglas establecidas por la gramática; las comunidades tienen la capacidad de modificarlo y adaptarlo a sus necesidades. Este fenómeno es observable en la creación de “lenguajes crípticos”, como los que existen en disciplinas especializadas como las matemáticas, la medicina o la economía. Son una forma de crear identidad dentro de una comunidad.
Muchas de las ideas fundamentales sobre la IA se gestaron en el siglo pasado y sentaron las bases para el desarrollo de teorías que influirían en la computación y la IA. Estas teorías han ido evolucionando -a medida que se desarrollan nuevas tecnologías e instrumentos-, como ha ocurrido con muchos descubrimientos científicos que inicialmente se han basado en marcos teóricos antes de llegar a la comprobación.
Alan Turing, quien descifró el código Enigma, código secreto utilizado por el Ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, predijo que algún día las máquinas serían capaces de conversar con los humanos sin que estos supieran que estaban hablando con una máquina.
Muchos descubrimientos a lo largo de la historia han generado temor y resistencia. La resistencia al cambio tecnológico no es algo nuevo; ha estado presente en toda la historia, y la preocupación por la “inteligencia artificial” (IA) y sus efectos en el lenguaje y la sociedad es sólo una manifestación contemporánea de este miedo.
Hoy, los algoritmos ya influyen en aspectos de nuestra vida cotidiana, como la búsqueda de pareja, lo que ha generado nuevas formas de comunicación y de relaciones humanas. Aunque algunas de estas innovaciones no han cumplido todas las expectativas, lo cierto es que el lenguaje está cambiando. Cambia también el contenido de las interacciones, las nuevas generaciones adoptan un lenguaje más abreviado y digital, como los acrónimos y emoticones que dominan las conversaciones en redes sociales.
En contraste con los tradicionales libros y textos académicos, hoy nos enfrentamos a un entorno donde el lenguaje se adapta a la velocidad y las necesidades del medio digital. Esta brecha generacional y cultural en la comprensión del lenguaje digital muestra cómo las nuevas formas de comunicación están modificando nuestras interacciones y, en algunos casos, creando un desconcierto entre distintas generaciones.
Desde los primeros avances de la humanidad, los seres humanos han experimentado grandes transformaciones que han alterado sus vidas de manera profunda y han sido fundamentales para el progreso de la humanidad. La IA y otras tecnologías están provocando transformaciones profundas en la sociedad actual, aunque su impacto es aún incierto.
Aunque la inteligencia artificial puede generar temores sobre la pérdida de control o la creación de desigualdades, el Dr. Morales sugiere que, como todas las tecnologías anteriores, su impacto dependerá de cómo la sociedad decida usarla. La verdadera innovación radica en cómo las ideas del pasado, a menudo desafiadas y descartadas, terminan dando lugar a las tecnologías que hoy moldean nuestra vida cotidiana.
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Intervención en: FORO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL – Día 1 Jornada de la Mañana
Resumen. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina