Órgano consultor del Gobierno Nacional en temas de  Salud y  Educación Médica. Creada por Ley 71/1890, ratificada por Ley 86/1928, Ley 02/1979, Ley 100/1993.

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Artículo basado en la sesión académica de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina para el ingreso como miembro de la Dra. Diana Naranjo Restrepo. Médica cirujana de la U.D.C.A., con maestría en prevención de farmacodependencia y otras adicciones de la Universidad Internacional de Valencia.

El trabajo presentado por la Dra. Naranjo fue publicado como capítulo en el libro Tratado sobre adicciones, cuyo autor principal es el Dr. Ernesto González, director del Centro Argentino de Prevención Laboral en Adicciones – CAPLA y publicado por Erga Omnes Ediciones de Argentina. 

Es una reflexión sobre casi diez años de trabajo en la prevención y mitigación del consumo de sustancias en el ámbito laboral, un tema que en Colombia carece de programas estructurados y de una formación técnica sólida. La Dra. Naranjo relató que, al buscar respuestas en una ARL, encontró que el país no contaba con estándares ni modelos consolidados, a diferencia de lugares como España, donde existen programas especializados incluso para el personal de salud.

Su interés por las adicciones surgió precisamente de esta ausencia de desarrollo en el campo laboral. Aunque en Colombia se habla del consumo desde perspectivas comunitarias, familiares o juveniles, en el ámbito del trabajo el tema permanece rezagado. Esta necesidad la llevó a buscar mentoría en el Dr. Ernesto González en Argentina, quien confió en su iniciativa e incluso la invitó a participar en un capítulo de su libro durante la pandemia.

El capítulo que desarrolló se enfocó en aportar una mirada histórica del vínculo entre trabajo, consumo y medicina, un tema sin documentación suficiente en Colombia, y en el que haría falta que médicos laborales, académicos y organizaciones se vincularan en investigación para llenar estos vacíos. Su participación en el libro fue de carácter académico y filantrópico.

El recorrido histórico inicia con estudios hechos por el antropólogo y etnólogo Gregorio Hernández de Alba en culturas precolombinas, particularmente la Quimbaya (500 a.C. – 1.600 d.C.), cuya economía basada en el maíz daba lugar a la producción de bebidas como la chicha, transversal a diferentes grupos. También se registraban oficios como curanderos y herbolarios que usaban plantas e infusiones con fines mágico-religiosos, y se documentaba el uso del tabaco incluso en actividades domésticas como la limpieza. 

En el siglo XVII en la Nueva Granada, la chicha, el guarapo y el aguardiente eran de consumo habitual y estaban relacionados con mezclas sociales y con la vida de trabajadores y clases populares. El aumento de impuestos sobre tabaco y aguardiente provocó tensiones e hizo parte de los movimientos de protesta, destacándose la participación de Manuela Beltrán, que trabajaba justamente en la manufactura de tabaco. 

En 1738, un médico y naturista panameño de nombre Sebastián José López Ruiz documentó con mucha precisión el uso de la hoja de coca durante expediciones por el Caquetá y Putumayo.

En el siglo XIX, el papel del alcohol en las tropas independentistas era usual; incluso Simón Bolívar se aseguraba de llevar una provisión de aguardiente para las tropas. Además, se atribuía a la chicha poderes energizantes para oficios exigentes. En el siglo XX, se publicó la I Ley de Salud Ocupacional en Colombia en 1915, influenciada por ideologías europeas y por desastres laborales de la época, específicamente la construcción del Canal de Panamá, que costó la vida a miles de trabajadores. 

La crisis económica mundial de los años treinta, producto de la Gran Depresión, afectó a Colombia en el sector agropecuario, pero también hubo situaciones internas que agravaron la economía del país: menores ingresos y mayor costo de vida. Un estudio de los historiadores Óscar Gallo y Jorge Márquez determinó que en 1923 la Dirección Nacional de Higiene concluyó que el consumo de bebidas en la clase obrera tenía relación con la pobreza y la falta de acceso a alimentos suficientes.

Hacia mediados del siglo XX, la chicha continuó siendo la bebida más popular entre la clase obrera, lo que generó tensiones con la naciente industria cervecera. Intereses económicos y discursos médicos promovieron la idea del “chichismo”, un aparente síndrome con efectos tóxicos, y estas narrativas se utilizaron para impulsar la Ley 34 de 1948, que regulaba la fabricación, venta y consumo de bebidas fermentadas como la chicha, promovida tras los sucesos del 9 de abril. La teoría extendida culpaba en buena parte a la ingesta de chicha por el caos de esa fecha, dejando de lado causas evidentes como la crisis económica y razones políticas. 

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Intervención completa en: COLOMBIA: CONSUMO Y TRABAJO EN LA HISTORIA

Artículo. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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