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Resumen presentación de la Académica Dra. Diana Patricia Díaz, en la Catedra de Humanismo Médico apoyada por la Academia Nacional de Medicina y ASCOFAME

 

“Toda victoria y progreso humano se basa en la fuerza interior.

Todo mundo tiene una vocación latente en su interior”.

María Montessori

 

En primera persona, la Dra. Díaz hace un relato de las mujeres sanadoras que a través de la historia y hasta el siglo XX superaron las barreras y ejercieron el arte de curar. Parteras, curanderas, matronas, machis, cirujanas, médicas. Cada una en su tiempo y en su contexto social y cultural usaron su vocación para sanar.

La Dra. Diaz toma como base para representar a todas a 291 mujeres que se establecieron en diversos lugares del planeta y en épocas diferentes.  41 en la antigüedad, 71 en la edad media, 31 entre los siglos XVI-XVII, 29 en el siglo XVIII. Y en el siglo XIX, 119 mujeres para representar la emancipación que se logró en varios lugares del planeta.

El camino de la mujer en la historia de la medicina no ha sido fácil, y la construcción del “poder ser” ha tenido condicionantes que la Dra. Diaz resume en una especie de monólogo interno que da voz a estas mujeres a lo largo de la historia.

“Variadas han sido las estrategias que he utilizado para lograr ser. En algunas, el camino se ha allanado y las cargas han sido menos pesadas por haber nacido en aristocracia, o tener en la familia un padre, un hermano, un tío médico, que me estimularan a continuar sin temores, porque ellos estarían allí para ayudarme. O la posibilidad de ingresar a un convento, en el que al tiempo que adoraba a Dios, saciaba todos mis deseos de conocimiento. En otras oportunidades, un rey, una condesa, un alcalde, me entregaba los certificados necesarios para ser.

Otra posibilidad es ser lo que me dejan ser. Es decir, si me permiten ser partera, pues bien, eso seré, o frente a la ausencia de médicos en la comunidad, me dedico a ser curandera. En muchas oportunidades, un oficio que se ha transmitido en mi familia, de generación en generación. Acceder a los libros y convertirme en autodidacta también es una buena estrategia para aprender. Tal vez lo más difícil ha sido “ser” aunque no me dejen ser. Aunque me persigan, me apedreen, me quemen los libros, me excomulguen, me tilden de bruja y me quemen en la hoguera. Y finalmente, luchar para que se abran las universidades, o mientras ocurre, fundar universidades y hospitales para mujeres”.

Muchas veces esa visibilidad se produjo a través de terceros y fue en la edad media cuando la mujer irrumpió en la enseñanza para dar clases de Anatomía, Fisiología, Patología en los albores de lo que se constituiría en la Universidad.

 

HISTORIAS DE SANADORAS

En el siglo IV a.c. existió Agnódice, una mujer de alta sociedad en Atenas que ejerció la medicina bajo la apariencia de un hombre con ayuda de su padre, su único recurso disponible para estudiar. Fue alumna de Herófilo de Calcedonia, considerado el primer anatomista y uno de los galenos más reconocidos de la escuela de Alejandría.

Se convirtió en la favorita por parte de las mujeres en Atenas, muchas de las cuales conocían su secreto, esto despertó la envidia de colegas hombres que la acusaron de “seducir a sus pacientes”. Cuando reveló su verdadera identidad fue llevada a juicio, pero fueron las mismas mujeres quienes acudieron en su defensa y evitaron su ejecución.

Muchos siglos después, en el siglo XIX la historia se repitió con Margaret Ann Bulkley, que identificada como James Barry estudió medicina en la Universidad de Edimburgo y se convirtió en cirujano del ejército británico. El primer cirujano británico que practicó una cesárea en la que sobrevivieron madre en hijo. Nunca reveló su identidad y solamente se conoció su género después de su muerte. En el mismo siglo otro caso revolucionó a la sociedad cubana, Enriqueta Favez que había dejado atrás su vida de esposa y madre, ahora viuda y tras haber perdido a su hijo, decidió convertirse en Enrique Favez para ir tras sus sueños de ser doctora.

Desde la religión, Hildegarda de Bingen, Catalina de Siena y Ana Comneno lo lograron. Tuvieron en común su pertenencia a órdenes religiosas, su devoción a Dios no fue menor a su sed de conocimiento. Fueron escritoras, científicas y predicadoras, dejaron sus conocimientos plasmados en libros. Hildegarda y Catalina son reconocidas hoy como Santas y doctoras de la iglesia.

Pero no fueron las únicas, muchas otras mujeres en la historia han dejado huella.

Phaenarete. Madre de Sócrates, ejerció la partería como oficio y fue la figura inspiradora del llamado “método socrático” (mayéutico), ya que Sócrates decía ejercer el mismo oficio que su madre, pero en vez de ayudar en el alumbramiento a las mujeres, ejercitaba su oficio en el alma de los hombres.

Metrodora. Partera, escribió el libro más antiguo conocido escrito por una mujer, fechado en el siglo XII. Se conservan dos volúmenes de su obra sobre los cuidados y las enfermedades de la mujer con temas muy variados como sus métodos para determinar el sexo del feto, recomendaciones para el parto, tratamientos para la metrorragia, lactancia materna e incluso menciona temas como el cáncer de mama y útero.

Louise Bourgeois Boursier. Matrona francesa en el siglo XV, recibió a los hijos de María de Medici esposa de Enrique IV de Francia. Escribió libros sobre obstetricia y atención del parto, incluso obtuvo un diploma, una licencia legal para ejercer como comadrona.

Marie Anne Boivin. Comadrona francesa. Trabajó en hospitales de maternidad en Paris en el siglo XIX e inventó instrumentos indispensables en la sala de parto, como un nuevo pelvímetro y un espéculo uterino. Abrió una escuela de partería para transmitir sus conocimientos y escribió textos médicos que han sido traducidos a varios idiomas.

Jacoba Félicie. Fue perseguida por la escuela de Medicina de Paris en el año 1322 porque ejercía la medicina sin licencia. A pesar de su éxito con los pacientes, se negaron a otorgarle una licencia porque era mujer. Fue llevada a juicio y aunque sus pacientes salieron en su defensa se le prohibió ejercer la medicina y se le impuso una multa de 60 libras parisinas.

Harriet K. Hunt. También fue censurada por ejercer la medicina sin licencia en Boston. Fue aprendiz de Richard Dixon Mott y su esposa Elizabeth Mott, una pareja inglesa cuya práctica médica se centraba en remedios naturales. En 1847 solicitó ingresar a la Universidad de Harvard para estudiar medicina, pero obtuvo una negativa, lo volvió a intentar en 1850 y aunque inicialmente negaron su ingreso la presión de un grupo de estudiantes a favor de su ingreso y de un par de estudiantes afroamericanos, inclinaron la balanza.

Trótula de Ruggiero. Esposa de Johannes Platerius, afamado médico y escritor italiano pero reconocida por sus propios méritos. En el siglo XI impartió lecciones en la Universidad de Salerno, es considerada pionera de la Ginecología en la edad media, escribió muchos manuscritos que aún existen en Alemania, Francia e Italia.

Juana Quevedo. Colombiana hija de un boticario. Su hermano partió rumbo a Europa a estudiar Medicina y ella no pudo hacerlo por su condición de mujer, pero su padre fue su mentor y maestro. Le enseño todo lo que conocía y había aprendido en la universidad.

Elena Maseras. Nacida en España de familia de médicos. El acceso a la universidad no le fue negado, pero sólo podía asistir como oyente y sin derecho a exámenes. Tuvo que perfeccionar el aprendizaje con clases privadas y su suerte cambió cuando el catedrático de Terapéutica Narciso Carbón, gestionó para ella una real orden para que pudiera asistir como estudiante y así se convirtió en la primera mujer matriculada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona en 1872.

Alessandra Giliani. Profesora en Bologna, su mayor pasión la Patología. Practicó disecciones e inyectaba líquidos en los vasos sanguíneos para estudiar el sistema circulatorio. Su muerte fue temprana probablemente por una infección adquirida durante sus experimentos. Tenía solamente 19 años al momento de su muerte en 1326.

Increíblemente para las mujeres de la edad media en Europa era más fácil educarse e ingresar a la universidad. Para el siglo XIX esas puertas estaban cerradas y era un mundo exclusivamente masculino.

Elizabeth Blackwell. Vivió en el siglo XIX. Defensora del derecho de la mujer a ingresar a la universidad para titularse como médica. Su solicitud para estudiar Medicina a mediados del siglo XIX fue aceptada simplemente porque se creyó que era una broma. Soportó burla y menosprecio de sus profesores y compañeros de clase, pero logró graduarse. Se embarcó a Europa para continuar su aprendizaje en salas de maternidad y allí contrajo una infección que le hizo perder la vista de un ojo. En Londres hizo amistad con Florence Nightingale, reconocida como una las pioneras de la práctica de enfermería. Al regresar a USA se dio cuenta que la práctica médica para ella sería imposible, así que junto a su hermana Emily, otra graduada en Medicina, abrieron la Clínica de Nueva York para mujeres y niños indigentes en 1857. Fue el primer hospital con personal femenino en su totalidad. Ella y su hermana fundaron una Universidad sólo para mujeres para que pudieran cumplir su sueño de ser médicas.

Anna Galvis Hotz. En algunos países latinoamericanos la alternativa en ese momento era emigrar para estudiar. En 1877 Anna Galvis de padre colombiano y madre Suiza se graduó como doctora en Berna y regresó a Bogotá para convertirse en la primera colombiana con título universitario de médica.

En 1887 se graduaron en Latinoamérica como médicas: En Chile, Eloísa Díaz Riquelme y Ernestina Pérez, en México Matilde Montoya y Rita Lobato en Brasil. En 1889 Cecilia Grierson en Argentina, en 1890 Laura Martínez de Carvajal y del Camino en Cuba. En 1900 la primera mujer peruana en una universidad de su país fue Laura Esther Rodríguez Dulanto.

Colombia tuvo que esperar hasta el siglo XX para que un grupo de mujeres consiguiera graduarse en universidades del país. La primera de ellas era de origen ruso Paulina Beregoff, llegó a Cartagena como Bacterióloga, pero se tituló como médica en 1927 en la Universidad de Cartagena.

Fue hasta 1945 que Inés Ochoa Pérez se convirtió en la primera mujer colombiana graduada en medicina en una universidad colombiana, la Universidad Nacional de Colombia. No contó con el apoyo de su familia, su padre se opuso, así que debió trabajar para pagar sus estudios y su manutención.

En la Universidad de Antioquia, Clara Glottman fue la pionera en 1947 y además se convirtió en la primera mujer Decana de una Facultad de Medicina. Después llegaron otras como Blanca Ochoa en 1948, Lucy Ortiz en 1949, Lucía Márquez en 1953, Ligia Montoya en 1954, y muchas más después de ellas.

Luego de estas precursoras el ingreso de las mujeres para estudiar medicina se fue incrementando hasta el punto que para el año 2020 en Colombia, el número de hombres y mujeres graduados en Medicina es casi igual. De las 55 facultades de medicina asociadas en ASCOFAME (Asociación Colombiana de Facultades de Medicina), 23 son dirigidas por mujeres.

 

El video de la cátedra puede verse en: MUJERES SANADORAS


La Dra. Diana Patricia Díaz es Médica y Cirujana de la Universidad de Antioquia, Doctora en Humanidades Universidad EAFIT. Profesora e Investigadora de la Universidad de Antioquia. Miembro de la Academia de Medicina de Medellín.

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