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El Colegio Máximo de las Academias de Colombia – COLMAC, que reúne los diez cuerpos consultivos del Gobierno Nacional, organizó el pasado 7 y 8 de noviembre en las instalaciones de la Academia Nacional de Medicina el Foro Inteligencia Artificial, con el fin de reflexionar sobre las implicaciones que la IA tiene para las diferentes áreas del conocimiento, su utilidad y beneficios, las aplicaciones y riesgos en áreas como la ética, la educación y formación, el desempeño profesional, la investigación científica y el desarrollo de políticas públicas.

En el marco del foro, el Académico Gustavo A. Quintero Hernández, Vicerrector de la Universidad del Rosario. Escritor, conferencista y consultor en temas de salud y educación e innovación pedagógica habló sobre la IA en la educación superior.

La Peste de Albert Camus,  ilustra cómo la humanidad enfrenta el caos y el sufrimiento en tiempos de crisis y frecuentemente es usada como una metáfora para entender las luchas actuales, como el aislamiento social y las crecientes tensiones en el mundo. La absurdidad de la condición humana, como Camus describe en su obra, refleja la búsqueda constante de sentido en un universo caótico.

Los humanos, al intentar solucionar problemas mediante la ciencia y la tecnología, pueden caer en “trampas evolutivas”. Un ejemplo de esto es el mal uso de los antibióticos, que, a pesar de ser una gran conquista científica, ha contribuido al aumento de la resistencia antibacteriana y la propagación de enfermedades. Peter Segaar Jorgensen, investigador sueco, habla de 14 trampas evolutivas, que podrían poner en peligro la especie humana, incluida la desconexión entre los seres humanos y la naturaleza, el sobreconsumo y la desinformación. Son trampas globales, tecnológicas y estructurales.

En el contexto de estas trampas, se plantea que el mundo está atravesando una “quinta revolución industrial”, que se centra en la colaboración entre seres humanos y máquinas. Se distingue de las anteriores porque pone al ser humano en el centro de la transformación, buscando una mayor sostenibilidad y personalización, a diferencia de las anteriores, que priorizaron la eficiencia y la producción masiva. Este enfoque más humanista tiene la esperanza de que, si los humanos aprenden a convivir con la tecnología, no será la IA la que destruya a la humanidad, sino que se podrá usar para mejorar la calidad de vida.

El futuro de la humanidad depende de dos pilares fundamentales: el pensamiento crítico y el humanismo. En el contexto de la educación superior, estas herramientas son esenciales para evitar que la tecnología sustituya la esencia humana. La IA no puede reemplazar la capacidad humana de sentir, amar y conectar con los demás, aspectos que definen nuestra humanidad y que las máquinas no pueden emular. La inteligencia humana se define como la capacidad de resolver problemas a través de la experiencia sensorial y el razonamiento, mientras que la IA, aunque capaz de procesar enormes cantidades de datos y realizar tareas complejas, no posee consciencia ni sensaciones, lo que marca una diferencia fundamental. La IA puede ser útil para resolver problemas concretos a partir de datos, pero carece de la capacidad humana para percibir el mundo de manera subjetiva.

La IA se clasifica en débil y fuerte.  La IA débil, que es la que se utiliza actualmente, emula la capacidad humana de razonar, es eficiente en tareas específicas, como los asistentes virtuales o los chatbots, pero no tiene conciencia ni capacidad de razonamiento abstracto. En contraste, la IA fuerte, que podría replicar la conciencia humana y tomar decisiones independientes, aún no existe y es un tema debatido tanto desde el punto de vista filosófico como ético. 

Hace más de 70 años se habla de IA cuando aún no existía el concepto, con Alan Turing quien se preguntaba si una máquina podría replicar la inteligencia humana. A finales del siglo XX las máquinas ya “aprendían” a través de algoritmos, el deep learning llegó en el siglo XXI utilizando redes neuronales multicapa, que permiten acumular inmensas cantidades de datos. En el futuro serán miles de millones de datos los procesados para tomar decisiones más certeras. La IA ha tenido un impacto significativo en el ámbito educativo, transformando la manera en que se personaliza el aprendizaje, mejorando la eficiencia de los procesos educativos, especialmente en términos de seguimiento y evaluación del desempeño estudiantil. 

La IA no es una amenaza, si se ve como una herramienta que ayuda a los estudiantes a aplicar su pensamiento crítico y tomar decisiones informadas. La evaluación no debería ser un proceso punitivo sino uno formativo que permita a los estudiantes aprender de sus errores. La clave está en entender que la IA no reemplaza al profesor ni al estudiante, sino que colabora con ellos en el proceso de aprendizaje y evaluación.

Yuval Harari y Elon Musk han advertido sobre el peligro de la singularidad, un concepto teórico en el que la inteligencia artificial supera al ser humano y podría poner en riesgo nuestra civilización. El mayor desafío está en no perder el control sobre las máquinas y evitar que la IA se convierta en una amenaza para la humanidad.  A lo largo de la historia, las tecnologías han sido utilizadas para expandir las capacidades humanas, no para reemplazarlas. 

Una de las ventajas más significativas de la “inteligencia aumentada” es la mejora en la resolución de problemas gracias a la gran cantidad de datos que se procesan. La IA no reemplaza el pensamiento humano, sino que optimiza la velocidad y precisión en la toma de decisiones, especialmente en campos como la medicina, donde la rapidez y la exactitud son cruciales. Sin embargo, a pesar de las ventajas, es fundamental recordar que el ser humano sigue siendo el responsable de la IA: el hombre construye, alimenta y programa las máquinas, determinando el desenlace de sus modelos. 

La IA Generativa Conversacional como es el caso de ChatGPT puede simular situaciones pero es incapaz de experimentar las emociones humanas que fundamentan las relaciones y decisiones auténticas. A pesar de su avance, la IA nunca podrá reemplazar la capacidad humana de sentir, de tener una conciencia moral ni de interactuar de manera auténtica en un contexto cultural. La singularidad, esa idea de que las máquinas puedan superar la humanidad en todos los aspectos, es algo que, según el Dr. Quintero, no sucederá en el corto plazo. La consciencia entendida como la percepción de la realidad y la conciencia que permite diferenciar entre lo “bueno” y lo “malo” solo es posible en seres sintientes, algo que la IA no posee.

Las discusiones sobre el uso de la IA deben incluir un enfoque ético. En este contexto, el pensamiento crítico es la mejor defensa contra la manipulación y el fanatismo.  Además, la educación debe ser una herramienta fundamental para formar ciudadanos autónomos, capaces de tomar decisiones informadas y éticas, sin depender de los algoritmos.

Para el Dr. Quintero, la universidad tal como está hoy, ha perdido su carácter humanista y científico, y se ha convertido en una institución principalmente orientada a la instrucción técnica. Es necesario recuperar un modelo educativo que combine las ciencias y las humanidades, fomentando el pensamiento crítico, la empatía y la autonomía. Solo así será posible formar individuos capaces de navegar con éxito en un mundo cada vez más influenciado por la inteligencia artificial, asegurando que la tecnología se use para el bien común y no lo que temen algunos para reemplazar a la humanidad.

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Intervención del Dr. Quintero en FORO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL – Día 1 Jornada de la Mañana

Resumen. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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