Órgano consultor del Gobierno Nacional en temas de  Salud y  Educación Médica. Creada por Ley 71/1890, ratificada por Ley 86/1928, Ley 02/1979, Ley 100/1993.

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Resumen de la intervención del Académico Dr. Rodrigo Muñoz Tamayo en la sesión sobre Salud Mental en los Médicos. Psiquiatra de la Universidad del Bosque, especialista en psiquiatría en niños y adolescentes de la Universidad de Londres. Jefe del Departamento de Salud Mental de Colsanitas.

Se pregunta el Dr. Muñoz: “¿Son los hospitales entornos saludables para los médicos?”. Muchos de los profesionales de la salud, que trabajan cada día por el bienestar ajeno, se olvidan de sí mismos. La salud propia se convierte en un terreno poco explorado, y el ejercicio de cuidar se limita a los pacientes. Las estadísticas sobre enfermedad mental en médicos son escasas; no hay muchos estudios al respecto, lo que muestra que el tema se mantiene en silencio. Síntomas depresivos, ansiedad, estrés postraumático y burnout afectan a una proporción de médicos muy superior a la de la población general. 

Las causas de este malestar son múltiples. Desde los inicios, el médico aprende a soportar jornadas interminables, donde salir de casa antes del amanecer y regresar de noche se vuelve la norma. A esto se suma la carga emocional de trabajar con pocos recursos, con decisiones llenas de incertidumbre y en un ambiente donde los insultos de pacientes exigentes o el miedo constante a demandas legales están siempre al acecho. La personalidad del médico, muchas veces competitiva y perfeccionista, no ayuda. Y si a eso se añade el estigma que todavía rodea los trastornos mentales, la situación se complica. Cerca del 40% de los médicos cree que tener ansiedad o depresión los hace incompetentes o les resta posibilidades de ser contratados y prefieren callar antes que pedir ayuda y poner en riesgo su licencia.

Frente a esto, surge la necesidad de intervenir en el entorno laboral. En clínicas como Colsanitas, donde trabaja el Dr. Muñoz, se han fortalecido los equipos terapéuticos desde adentro. La premisa es clara: emoción no reconocida, emoción que se actúa. El médico irritable no es un mal ser humano, es alguien cargado de angustia que no ha aprendido a reconocerla. Por eso, una intervención efectiva comienza por legitimar todas las emociones: no se puede elegir no sentir, pero sí se puede decidir cómo actuar ante lo que se siente. El trabajo del psiquiatra de enlace, muchas veces informal, se vuelve esencial: una conversación en el pasillo, un café compartido, puede representar el momento oportuno para abordar la situación. 

La “humanización” en salud debe empezar por quienes brindan la atención. Si un trabajador de la salud es tratado con dureza, frustración y presión constante, eso mismo es lo que terminará transmitiendo a sus pacientes. Otro pilar fundamental es la confidencialidad. Para que un médico pueda abrirse y pedir ayuda, necesita sentir que su historia será guardada con absoluto respeto. Por eso, en iniciativas como la de la Clínica Reina Sofía, se estableció un servicio de atención en crisis sin dejar rastros en ningún sistema, solo notas privadas en una hoja en el consultorio. Esta confianza es la base para que el personal busque apoyo sin miedo a represalias o juicios.

Junto a la confidencialidad, viene la psicoeducación. No basta con saber; el verdadero aprendizaje es el que cambia comportamientos. Por eso, los médicos deben empezar a aplicar en sí mismos aquello que recomiendan a sus pacientes. 

Las intervenciones directas, que a veces pueden resultar incómodas, se han trabajado en espacios como los comités primarios dentro de los servicios clínicos, reuniones en las que se abordan conflictos de comunicación, tensiones entre departamentos, y se fomenta la comprensión mutua entre diferentes roles del hospital. Allí se aprende a ver al otro más allá de su función.

El estigma es otro enemigo silencioso. El Dr. Muñoz considera que la mayoría de los trastornos mentales son como una “gripa emocional”: molesta, a veces limitante, pero tratable. De hecho, en las últimas décadas el pronóstico de muchas enfermedades mentales ha mejorado notablemente. La esquizofrenia, por ejemplo, ya no implica necesariamente hospitalización. La ansiedad y la depresión, hoy comunes, son completamente manejables si se abordan a tiempo y sin prejuicio.

No se trata solo de tratamientos, sino también de madurez emocional. En la formación médica hay poco espacio para esto. El estudiante aprende de memoria protocolos, técnicas, diagnósticos, pero rara vez se le enseña a lidiar con sus propias emociones. En consecuencia, muchos llegan al ejercicio profesional con una profunda capacidad técnica, pero con herramientas precarias para afrontar el dolor, la muerte, el conflicto entre colegas o el duelo cotidiano. Por eso es clave trabajar estrategias de afrontamiento, fortalecer los equipos y crear redes de apoyo entre iguales.

Las intervenciones también deberían apuntar al nivel organizacional. Flexibilizar horarios, respetar los descansos, ofrecer turnos más humanos son decisiones que impactarían directamente en la salud mental del personal. El trabajo con pares, como exigir que haya dos cirujanos por procedimiento, no solo mejora la calidad de la atención, también alivia la carga emocional. Fomentar una cultura de respaldo en casos complicados, crear juntas médicas para compartir decisiones y promover el descanso como un derecho y no como un lujo son pasos necesarios, reflexiona el Dr. Muñoz.

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Intervención completa en: SALUD MENTAL EN LOS MÉDICOS

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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