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Retrato de Voltaire en 1718, por Nicolas de Largillière
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En París, un 21 de noviembre, pero de 1694, nació el Q:. H:. François-Marie Arouet, ese famoso ensayista, escritor, filósofo, historiador y abogado francés, que hay que reconocer, no muchos lo recuerdan por su nombre de pila y se le conoce más como Voltaire.
Ese seudónimo de Voltaire, muchos dicen que es el apelativo de “Petit Volontaire” (el pequeño voluntarioso) que usaba su familia para referirse a él de niño. Sin embargo, muchos consideran que Voltaire es el anagrama de Arouet L(e) J(eune) (Arouet, el joven), utilizando las mayúsculas del alfabeto latino. Como sea, todo el mundo lo conoce y recordará como el Gran Voltaire.
Sin lugar a dudas un hombre que ilumino su época en Francia y aunque la verdad no se la llevaba bien con Rousseau, toda su obra sirvió de inspiración para crear el movimiento que determinó el inicio de la edad contemporánea: la Revolución Francesa, la que por su muerte antes de acontecer no pudo ver, pero muchos autores lo consideran uno de los padres y tal vez el mayor inspirador de la revolución francesa.
Fue de los principales representantes de la Ilustración, en un período que enfatizó el poder de la razón humana y de la ciencia en detrimento de la religión. Voltaire era Deista un concepto religioso y filosófico que tiene la creencia de la existencia y la naturaleza de una deidad o ser supremo a través de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes que conocemos y practicamos como son la religión, revelaciones, fe o tradiciones, de hecho en el seno de nuestra hermandad era un gran ejemplo de que no era necesario practicar una religión parar creer en un Gran Arquitecto del Universo o Dios creador de todo y pese a su aguda critica a la religión católica de la época y especialmente a sus jerarcas en Francia, Voltaire ha pasado paradójicamente a la Historia por ser quien acuño el concepto de la tolerancia religiosa y ser un luchador incansablemente en contra de esa intolerancia, así como de las supersticiones, defendiendo la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones. Fue Historiógrafo de Francia entre 1744 y 1750 y como anécdota para sus hermanos, siempre ocupo el sillón 33 de la academia francesa y siempre expresó que ese había sido su cargo más importante.
Sin duda, fue el pionero de esa forma de pensamiento necesaria para entender y comprender la sociedad de su tiempo y aunque no era un noble, su familia era adinerada y por ello vivió en medio de cortesanos, destacándose como un verdadero maestro de la ironía, tal vez el mejor, que junto a su lenguaje purista y un fino sentido del humor, le permitía burlarse de la mediocridad de sus amigos, de los políticos, de la corte y de la pobre visión de muchos de ellos del mundo y las personas.
Su inteligencia y brillantez era de alguna manera como un escudo que le permitía decirle a quien quería lo que pensaba de ellos de una manera cruda, profunda y casi siempre con una burla irreverente y jocosa, de alguna manera y guardadas las proporciones, me recuerda un poco a ese gran abogado y periodista Colombiano que también practicaba esa burla irreverente y jocosa de Voltaire pero que aquí llamamos mamagallismo y así se definía el Jaime Garzón, cómo un mamagallista, quien decía “Yo creo en la vida, creo en los demás, creo que este cuento hay que lucharlo por la gente, creo en un país en paz, creo en la democracia, creo que lo que pasa, es que estamos en malas manos, creo que esto tiene salvación”, sin lugar a dudas el gran maestro de la ironía en nuestro país, que en ocasiones hacía burla, pero demostrando en todo momento como Voltaire un finísimo sentido del humor. No conocí a Garzón, pero sí creo que fue en américa Latina uno de los alumnos más avanzados de Voltaire.
Voltaire se hizo célebre gracias a su talento, su actitud frente a la vida, su crítica mordaz y fino humor, la ironía de sus mensajes y a esa burla irreverente. Pero por supuesto. también a sus muchos y excelentes escritos literarios y sobre todo filosóficos, creía en un sentimiento universal e innato de la justicia, que según él, debe reflejarse en las leyes de todas las sociedades, decía que la ley debería ser igual para todos y enfatizo el debería, porque aún hoy no lo es, en la gran mayoría de países del mundo.
Sobre la vida en comunidad decía como si viviera hoy en Colombia, que “debería existir un PACTO SOCIAL, para preservar el interés de cada uno y que debía ser el instinto y la razón del individuo lo que lo lleve a respetar y promover este pacto” y acabar, así como nos ocurre hoy, esa innecesaria y cada día más profunda y peligrosa polarización. El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta convivencia fructífera y decía él que “La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su condición mediante la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes”
De Voltaire se podrían escribir miles y miles de cuartillas, alguien le cantó a la razón y la sensatez, algo que lamentablemente escasea mucho por estos días en nuestro país y tomar su ejemplo para resolver muchos de los principales problemas que afronta hoy nuestra sociedad. Tal vez resumiría en 3 los mensajes que deberíamos recordar y adoptar hoy de su instrucción, de su maravillosa cultura, de esa gran erudición, de su ilustración, conocimiento y sapiencia.
1. Frente a la Ignorancia, se impone la racionalidad.
2. Frente al Fanatismo el estudio.
3. Frente a la intolerancia y las persecuciones, el respeto a otros puntos de vista y la libertad del pensamiento.
Murió Voltaire en Paris el 30 de mayo de 1778 y las Obras completas que nos dejó preparadas por Louis Moland para la casa editorial Garnier (París) en 1883, ocupan 50 volúmenes, de ellos uno de introducción que incluye sus Memorias, la biografía de Condorcet, diversos documentos biográficos y una bibliografía de sus obras; seis volúmenes de teatro, tres de poesía, seis de historia, cuatro del Diccionario filosófico, once de misceláneas, uno de narrativa y dieciocho de correspondencia y a ello se suman cincuenta volúmenes dos de tablas e índices. Pero tal vez lo más importante es que es de esos hombres que al morir, como dijo alguien, dejo el mundo mucho mejor de lo que era antes gracias a su compromiso con la vida y la verdad.
Fernando Salgado