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Cada semana recorro a pie

las calles de la antigua ciudad,

Conozco todos sus rincones, 

Las plazas, las iglesias, las palomas, 

Las casas con fantasmas,

Los mendigos pedigüeños de sus calles.

Amo la neblina densa de sus madrugadas,

Y el rojo fuego de sus crepúsculos arrebolados.

La he visto, al mediodía, con colores de verano 

Y al rato, el cielo plomizo desataba una tormenta

Y se abría, escudo contra el cielo, la nube de paraguas.

Pero hay una hora, con su luz tranquila, 

con su viento tibio, que es la que mejor le cuadra,

entonces parece una dama, serena y sabia,

Amo ver, con las sombras incipientes, 

La Bogotá, a lo Magritte, a las 5.30 pm

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