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Ingreso de la doctora Catalina Tovar Acero, bacterióloga, magister en infecciones y salud tropical, PhD en medicina tropical e investigadora del Laboratorio Biomédica y Biología Molecular de la Universidad del Sinú como Miembro Asociado a la Academia Nacional de Medicina.
La malaria sigue siendo la enfermedad más prevalente causada por parásitos en el mundo, siendo provocada principalmente por Plasmodium falciparum y Plasmodium vivax. Según la Organización Mundial de la Salud, en 2023 se reportaron 266 millones de casos y 597 muertes, lo que representó un aumento de 11 millones de casos con respecto al año anterior. A pesar de las estrategias de control y erradicación implementadas, factores como el cambio climático y la falta de acceso a recursos han dificultado el éxito de los programas. La malaria se transmite principalmente por la picadura de un mosquito Anopheles hembra, que inocula esporozoitos en la dermis, los cuales migran al hígado antes de invadir los glóbulos rojos y causar los síntomas característicos.
Venezuela, Brasil y Colombia concentran el 79% de la carga de malaria en la región, en Colombia se ha experimentado un aumento significativo de casos. En 2020, se registraron alrededor de 80.000 casos, mientras que en 2024 la cifra ascendió a 120.000, lo que supone un incremento del 48.5%. Este aumento puede ser atribuido a varios factores, como el cambio climático y una mejor identificación de los casos gracias a programas nacionales de salud. En Colombia, Plasmodium vivax es la especie predominante, con un 63% de los casos reportados.
La malaria tiene dos desenlaces clínicos principales: la forma no complicada y la complicada, que afecta entre el 1 y el 5% de los pacientes. Las complicaciones incluyen alteraciones hematológicas y de órganos vitales como los pulmones, cerebro, corazón y riñones. La fisiopatología varía según la especie del parásito, con Plasmodium falciparum y Plasmodium vivax actuando de manera diferente, aunque ambas provocan una respuesta inflamatoria sistémica. Este proceso comienza cuando los esporozoitos migran al hígado y los que se acercan a los nódulos linfáticos provocan una respuesta inmune que incluye la producción de citoquinas y anticuerpos.
Estos mecanismos de defensa son necesarios para controlar los parásitos y el proceso infeccioso. En individuos inmunocompetentes, la respuesta inflamatoria debería disminuir una vez que el parásito es controlado, restaurando la homeostasis inmunológica (el mecanismo que mantiene el equilibrio del sistema inmune para que el cuerpo esté protegido de daños).
A lo largo del siglo XX, Plasmodium vivax fue considerado una forma más benigna de malaria debido a que la mortalidad asociada a esta especie era más baja en comparación con Plasmodium falciparum. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que P. vivax puede causar alteraciones graves en órganos como los pulmones, el hígado, los riñones y el cerebro, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud a reconocerlo como un parásito potencialmente mortal.
Un estudio realizado en Brasil en 2012, en pacientes fallecidos, reveló que al estudiar órganos como el bazo, el hígado, el cerebro y los pulmones había signos de inflamación, a pesar de la escasa presencia de parásitos. La presencia de hemozoína, un pigmento malárico, en estos órganos, junto con una respuesta inflamatoria exacerbada, sugiere que la inflamación descontrolada juega un papel importante en las complicaciones asociadas a P. vivax.
Con el fin de evaluar el perfil de citoquinas de monocitos, Th1 y Treg en malaria complicada por Plasmodium vivax, se llevó a cabo un estudio en 156 pacientes de Tierra Alta-Córdoba, una zona endémica, dividiéndolos en tres grupos: sanos, con malaria no complicada y con malaria complicada. Se observaron diversas variables, como la trombocitopenia, la necesidad de hospitalización y la baja adherencia a las estrategias de prevención como el uso de mosquiteros y repelentes. En los pacientes con malaria complicada, muchos presentaron trombocitopenia severa, hipoglucemia y disfunción hepática y renal.
En cuanto a las citoquinas, se encontró que en pacientes sanos, el TGF-beta, una molécula reguladora, se encontraba en niveles aumentados, y las moléculas proinflamatorias como la interleucina-6 y el interferón gamma estaban disminuidas, igual que la interleucina-10. Al contrario, en pacientes con malaria el TGF-beta había disminuido y las moléculas proinflamatorias estaban aumentadas.
Este análisis también ayudó a predecir cuáles pacientes con malaria no complicada tienen mayor riesgo de desarrollar complicaciones, a través del estudio de la concentración de las moléculas interleucina-4, interleucina-10, CCL2 y TGF-beta que podrían convertirse en potenciales biomarcadores para estudiar la severidad de malaria por Plasmodium vivax en diferentes correlaciones.
La trombocitopenia, la hipoglucemia y la disfunción hepática y renal fueron las complicaciones más encontradas en la malaria por P. vivax en el estudio. La concentración de hemoglobina y el conteo de parásitos no presentaron diferencias en relación con la condición clínica. Los pacientes también presentaban altos niveles de anemia.
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Intervención en:
CEREMONIA DE INGRESO DE PROFESIONALES DEL ÁREA DE LA SALUD A LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina