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Por Álvaro Bustos González*

A pesar de todo, de las guerras interminables y de los intentos subversivos de medio siglo por tomarse violentamente el poder e instaurar una dictadura, propósito que no ha concluido, por momentos nos hemos sentido felices celebrando el triunfo de nuestros deportistas y artistas. Vale recordar el reinado de Kid Pambelé, el premio Nobel de literatura en cabeza de Gabriel García Márquez, el campeonato mundial de Miguel Happy Lora y las cuatro salidas seguidas de César Rincón por la puerta grande de la plaza de toros de Las Ventas, de Madrid, con ganado de Baltasar Iban, Murteira Grave, Samuel Flores y Joao Moura hace exactamente 30 años. De todo esto junto surgió la universalización del sombrero vueltiao. Había que ver a Anderson Murillo, picador de la cuadrilla de Rincón, saludando y dando la vuelta al ruedo en medio de atronadoras ovaciones después de una vara monumental con el sombrero puesto, sin barbuquejo, remplazando el habitual castoreño, y a nuestros deportistas desfilar en unos juegos olímpicos luciendo el típico atuendo. Esas veces gloriosas fuimos un país de verdad, regocijados por el éxito de unos compatriotas que no habían nacido en la opulencia, pero cuyo esfuerzo y méritos los llevaron a la cúspide del prestigio y del reconocimiento. Ellos no eran ricos. Dieron ejemplo de vocación y confianza en sus capacidades, se abrieron paso con un corazón de hierro, cultivando sus talentos, sin reparar en maledicencias. Todos parecían conocer a Séneca: “Aun cuando tus contemporáneos te silencien por envidia, otros vendrán que, sin favor ni pasiones, te harán justicia”. 

Fueron los triunfos del arte, el valor y la disciplina. Aquella solidez de Pambelé que derrumbaba fortalezas con sus puños; el genio de García Márquez, cuya literatura encumbró las letras colombianas e hizo conocer al mundo entero la naturaleza de nuestras virtudes y defectos; la velocidad de colibrí de Miguel Lora y sus saltos laterales que dejaban sin retina a sus contendores; y el temple de César Rincón, que restauró en su tiempo la belleza del cite de largo, dándole toda las ventajas al toro, trayéndolo en un galope furioso para luego embarcarlo en la muleta como  quien acoge a un gatico debajo del brazo. 

Hoy, sin embargo, aquellos valores desaparecieron. Lo que está de moda es construir realidades con el lenguaje. No se han dado cuenta de que las palabras estructuran el pensamiento, pero no son capaces de modificar la esencia de los significados. 

*Decano, FCS, Unisinú -EBZ-.

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