Por Luis María Murillo Sarmiento MD.
Una tarde de octubre del 2019, al término de un encuentro de la Asociación Colombiana de Menopausia en Barranquilla, una invitación tan inesperada como grata me llevó al encuentro del doctor Israel Díaz Rodríguez. Notable representante de mi especialidad, la ginecología, no me sorprendió con su rica actividad profesional en pro de la mujer, que ya conocía y era el motivo del reconocimiento que nos llevaba a su residencia, lo hizo con su verbo ameno y sus relatos, esas deliciosas anécdotas, tal vez eclipsadas por los honores logrados por el médico que, aunque novedosas para mí, eran la expresión de otra vocación, la de escritor, ya plasmada en libros y columnas periodísticas. Un extraño regocijo fundado en el común amor por las letras me llevó a disfrutar con avidez cuanto de su producción literaria puso en mis manos.
Interesado en el tema de los médicos escritores encontré en ella material exquisito que, además de la interesante vivencia íntima, acopia sucesos con los que podemos construir la historia de una época, de una región y de una profesión: la medicina.
Dos obras centraron mi interés, Vino, música y a leer relatos y Anécdotas cuentos y relatos de siete médicos caribeños. La primera de su autoría, la segunda, obra de siete coautores.
PRIMEROS AÑOS
Israel Díaz Rodríguez nació en un corregimiento de nombre indígena, Tacaloa, en Magangué, a orillas del Magdalena, en donde en tiempos coloniales funcionó una encomienda. Tercero entre siete hermanos perpetuó con su nombre, Israel Julián, el nombre de sus dos abuelos. De su padre, Calixto, hombre recto, a la vez tierno y severo, heredó el amor por el estudio; de su madre, dice él, “creo haberle heredado la paciencia, el temor al ridículo, la prudencia, observando mucho, viendo y oyendo todo cuanto fuere necesario”.
Fue su padre maestro enamorado de su profesión, y de él recibió su instrucción primaria, a la que siguió el bachillerato en un colegio de Cartagena, una de las tres ciudades cercanas, junto con Mompox y Sincelejo, que ofrecían ese nivel de estudios. Y fue Cartagena porque el destino puso en su camino un mediohermano inesperado, Benjamín, quien recomendó particularmente los estudios en La Heroica.
Su padre era ribereño y su madre, casada a la tierna edad de 15 años, sabanera; diferencias que nos cuenta el doctor Díaz en su autobiografía: “Para entender bien esto hay que remontarse a los finales de los años veinte y principios y mediados de los treinta, cuando las ciudades del país estaban aisladas, unidas solamente por el río Magdalena, y si esto era para las ciudades, ni se diga para las pequeñas poblaciones que solo se comunicaban por pésimos caminos de herradura. Esto hacía que las regiones, aisladas unas de otras, tuvieran costumbres distintas. Así en las sabanas de Bolívar, el clima, la alimentación y la forma de vivir de la gente eran diametralmente opuestas a las de los ribereños”.
ESTUDIOS

Israel Díaz Rodríguez – Tarjeta académica U. de Cartagena Fuente: Monterrosa- Castro A. Elvira, mi reina estudiantil forever. Cartagena: Hipertexto; 2011. p. 22.
Bachiller en Humanidades de la Universidad de Cartagena, graduado en 1946, el joven Israel se inclinó por una de las tres carreras que ofrecía la universidad, e ingresó a la Facultad de Medicina. Superar el exigente estudio de anatomía bajo la guía del clásico y extenso tratado de Testut – La Target, no solo lo hizo soñar con poder terminar su carrera, sino que le permitió iniciar el contacto con pacientes en el hospital Santa Clara en desarrollo de la cátedra de Semiología y Medicina Interna. En el centro de salud de Magangué llevó a cabo su medicatura rural. Terminada esta y estimulado por el cariño del pueblo, inició en esa ciudad, sin graduarse, el ejercicio profesional en su consultorio particular. Se vinculó al Hospital San Juan de Dios, y fue parte de los más selectos grupos sociales de la ciudad. Conminado a graduarse para poder seguir ejerciendo en el hospital de Magangué, tras siete años de ejercicio profesional volvió a Cartagena, presentó preparatorios, y con la tesis Contribución al estudio de la tuberculosis genital femenina. Investigación de tuberculosis endometrial en las pacientes del hospital sanatorio de San Pablo de Cartagena, recibió su grado en 1957.
PRIMERO AÑOS DE VIDA PROFESIONAL Y ESPECIALIZACIÓN
Aunque había ejercido diez años como médico general, mantenía el sueño de una especialidad, anhelo difícil de cumplir en la Colombia de los años 50. No obstante, un congreso de medicina a fines de 1959 lo trajo a Bogotá, y de paso al Hospital de San José, donde se requerían médicos residentes. Habiendo conseguido cupo como médico interno en ese hospital, fue enviado al servicio de urología, y aunque que no era su favorito, luego de nueve meses de permanencia fue ascendido por el doctor Gustavo Escallón Caicedo al grado de residente; fue, además, nombrado instructor de Cirugía en la Universidad Javeriana, cargo que nunca asumió.
La urología, no pudo, sin embargo, retenerlo. Volvió a Magangué, retomó su consultorio particular y fundó, curiosamente, el departamento de Urología en el hospital San Juan de Dios de la ciudad, con un cistoscopio y los conocimientos adquiridos en Bogotá. “Debo dejar constancia -afirma el doctor Díaz- que mi jefe en el San José, el doctor Escallón me lo advirtió más de una vez: que no se me fuera a ocurrir, comprar un resectoscopio y mucho menos usarlo, pues ese instrumento solo podían usarlo urólogos con entrenamiento especial”. Nunca lo hizo, pero sí practicó, en cambio, varias cistoscopias, hasta que un error diagnóstico le quitó el ánimo para seguirlas haciendo.
La llegada de Carmen Yúnez a su vida, tras un romance de solo tres meses, no fue solo el inicio de una vida matrimonial duradera y feliz que solo interrumpió la muerte, fue, también, el renacer del sueño de ser ginecólogo, pues quiso el destino que una grave enfermedad de su suegra los llevara a Estados Unidos al encuentro, desafortunadamente, con un diagnóstico desalentador, pero también, al comienzo de una gestión en pos de la especialización. Un trasegar marcado por dificultades y sinsabores, pero también, por la esperanza y una vacilante perseverancia.
A la frustrada contratación en el Lincoln Memorial Hospital de Columbus (Ohio) -que parecía segura-, por su poco dominio del inglés, siguió la desilusión de un trabajo en el Children´s Hospital de la misma ciudad, dirigido por un cubano y en el que el inglés no era obligatorio, y luego, un angustiante extravío rumbo a Chicago buscando un amigo que le iba a conseguir trabajo.
Su primer encuentro con la estación invernal lo llenó de nostalgia, y se sumó a un destino que parecía en su contra, pero que fue el preludio de un futuro más afortunado, que comenzó con su ingreso al Cuneo Memorial Hospital en Chicago, propicio para aprender el inglés y para llevar a cabo un internado rotatorio previo a la especialización. Los apuros y malentendidos propios del poco conocimiento del idioma fueron con creces compensados con su dedicación y su esmero.
Alentado por el doctor Ernest Nora, su protector y jefe del Departamento de Obstetricia y Ginecología, presentó tres veces el examen de Estado hasta aprobarlo, primero en su componente científico y por último en el idiomático. Trabajó entonces con los doctores Nora y Tom Considine en la consecución de la aprobación oficial del servicio para la formación de especialistas en Ginecología y Obstetricia. Fue, así, fundador de tal residencia y uno de sus primeros egresados.
VIDA PROFESIONAL
La oferta de trabajo para continuar en el Cuneo Memorial Hospital fue desechada con dolor: su patria lo aguardaba; pero curiosamente en ella era un ilustre desconocido. Ya tenía tres hijas, dos de las cuales habían nacido en los Estados Unidos. “Una sensación de miedo, casi de terror, me invadió cuando desde el avión que me traía de Chicago a Barranquilla volaba sobre las Bocas de Ceniza, ese hermoso espectáculo que ofrecen las aguas turbias del río Magdalena adentrándose kilómetros dentro del mar Caribe; mi corazón comenzó a palpitar aceleradamente, pues llegaba a enfrentarme con la realidad, ejercer mi especialidad en una ciudad en la que solo me conocían algunos familiares de mi esposa”.
Tras revalidar mediante examen su título, en Cartagena, fue certificado por la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofame), en 1968, como especialista en Obstetricia y Ginecología. Ese mismo año se residenció en Barranquilla. Dedicado a su consultorio mañana y tarde de lunes a viernes, debió aguardar casi un año en un medio cerrado dominado por pocos ginecobstetras, para tener pacientes. Y fue gracias al doctor Edgar Meza Díazgranados, quien tras llegar de los Estados Unidos comenzaba a abrir tan excluyente círculo a punta de preparación, determinación y conocimientos, que el doctor Diaz Rodríguez llegó al Hospital General de Barranquilla. Fue un encuentro con un medio asistencial ajeno al de su práctica en Chicago. A más de ser un hospital público, manejaba una patología muy diferente a la del país del norte.
Sin recibir remuneración económica alguna, diez años estuvo trabajando con Meza en el servicio de Ginecología del Hospital de Barranquilla. Entonces, su consultorio antes desierto se vio copado por una clientela que crecía al ritmo de las remisiones de otros colegas, como el pediatra Virgilio Sierra Sabalza y el cirujano José Vélez de la Lastra.
Gracias al doctor Meza se abrieron las puertas de la Clínica La Asunción, de las hermanas franciscanas, donde comenzó atendiendo pacientes y terminó, diez años después, siendo su director científico. Allí creó con otros colegas un servicio para atención gratuita de pacientes de escasos recursos y tiempo después la Unidad de Menopausia. “Ninguno de los médicos cobrábamos un centavo, nos contentábamos con llevar el honor prestado el servicio”. También introdujo la histeroscopia, en Barranquilla, en la Clínica Asunción, tras su capacitación en Chicago (1981).
EL GINECÓLOGO MERITORIO
Fue catedrático de la Universidad del Norte durante 15 años y de la Universidad San Martín durante un lustro. Y con un prestigio in crecendo, ingresó a la Asociación de Obstetricia y Ginecología del Atlántico, que presidió durante dos años, y de la cual es hoy miembro honorario. Ingresó a la Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico, a la Sociedad de Infertilidad, de la cual es también honorario, y a la Asociación Colombiana de Obstetricia y Ginecología.
La menopausia no es un dato más es la vida del doctor Israel Díaz Rodríguez: el desarrollo de la subespecialidad en el país tiene en él uno de sus más destacados pioneros. Un curso sobre la materia en 1985 en Chicago inspiró la fundación de la Unidad de Menopausia en la Clínica La Asunción, a su regreso a Barranquilla, y se tradujo en la apertura de la cátedra en la Universidad San Martín. Hitos en la historia de la ginecología en Colombia que alcanzan su punto culminante con la creación de la primera asociación de menopausia instituida en el país. Fue la Asociación de Menopausia del Atlántico, fundada, por su iniciativa, en la década de los 90. Nació algunos años antes que la Asociación Colombiana de Menopausia, de la que también fue cofundador y vicepresidente y actualmente miembro honorario. Él nos relata: “El día 28 de septiembre de 1992 a las siete de la noche en el auditorio de la Clínica la Asunción, le dimos vida a nuestra Asociación cuyos asistentes unánimemente me hicieron el altísimo honor de elegirme su presidente -y lo fue durante 10 años-, desde esa fecha no he hecho otra cosa que entregarme por completo al estudio y manejo de la menopausia de la cual he recibido todos los honores que un ser humano pueda aspirar”.
Su quehacer y conocimiento en el campo de la menopausia trascienden las fronteras de la patria. En Colombia ha sido reconocido como “Maestro de la Ginecobstetricia” y en el continente, como “Experto Latinoamericano de Menopausia” (2007), distinción de la Flascym, Federación Latinoamericana de Sociedades de Climaterio y Menopausia.
El doctor Israel Díaz -centro- acompañado -de izquierda a derecha- por Norella Ortega (Presidente Capítulo Atlántico de la Asociación Colombiana de Menopausia), Carmen Yúnez (su esposa), Adriano Camero (Presidente Asociación Colombiana de Menopausia) y Luis María Murillo (Secretario Capítulo Bogotá) durante la entrega de la medalla Asomenopausia 25 años, en su residencia, en Barranquilla.
Como escritor, la pluma del doctor Díaz no se agota en sus libros, en la actualidad sigue llenando cuartillas, que hacen amenas la página de la Asociación Colombiana de Menopausia y las ediciones del periódico Magangué Hoy.
* Artículo escrito para la serie Figura Estelares de la Medicina, compartido a la Asociación Colombiana de Menopausia, de la que fue miembro fundador.
El Dr. Luis María Murillo Sarmiento es Médico Ginecoobstetra y escritor. Docente en Medicina y Bioética.
Miembro de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia.
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Órgano consultor del Gobierno Nacional en temas de educación médica y salud del pueblo colombiano.
Un ejemplo de persona, padre y un excelente profesional!
Gracias al Dr Luis Murillo por tan impresionante calidad de redacción a la vida y obra de mi padre, y a la asociación de menopausia por su interminable contacto con él.