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Por Fernando Sánchez Torres.

Según el “Informe preliminar de estadísticas vitales” del Dane, el número de nacimientos en Colombia está en franco decrecimiento. Mientras en el 2015 ocurrieron 211.452, en el 2023 se presentaron 170.205 (Cifras correspondientes a nacimientos ocurridos entre el 1 de enero y el 30 de abril procesados con bases de cifras definitivas). Fue evidente que durante la pandemia hubo un descenso, el cual se ha mantenido. Llama la atención también que el número de nacimientos sea más frecuente en padres mayores de 30 años, vale decir que la maternidad se está postergando. Ya no es como en el pasado, cuando la mujer se embarazaba apenas dejada la adolescencia.

Asiste la razón al periodista Ricardo Ávila al afirmar que el fenómeno demográfico que se viene presentando muestra un panorama preocupante. “Saber a ciencia cierta –dice– qué pasa y cómo estabilizar la natalidad para evitar entrar en un círculo vicioso de crisis por falta de gente y oportunidad debería formar parte de las prioridades de la política pública”.

Entre nosotros se ha consolidado ya una cultura de planificar la familia. Las nuevas generaciones saben que la procreación no es un deber, una obligación, como lo preconizaba la Iglesia católica, sino un acto responsable y reflexivo. Planear, en cualquier actividad, es una política inteligente. Procrear sin control es una amenaza para la humanidad. Bien decía el doctor John Rock, uno de los padres de la píldora anticonceptiva, que la superpoblación es al cuerpo social, sea este familia o nación, lo que el peso excesivo es al cuerpo físico: una constante amenaza para la integridad del cuerpo.

Repasando en mi libro ‘Historia de la ginecobstetricia en Colombia’ el proceso del control natal entre nosotros, me parece justo recordar a quienes dieron la batalla a su favor en circunstancias adversas y lograron salir avante. Traspuesta la segunda mitad del siglo veinte, el análisis de los datos censales permitió poner de presente que el país estaba aumentando su población de una manera explosiva. Hasta el año 1938 la población tendió a crecer moderadamente, con tasas menores del 2 por 100 anual. Pero en el intervalo 1938-1951 esa tasa se disparó. De 8 ‘700.000 habitantes se pasó a 11 ’500.000. En el período 1951-1964 la población creció al 3,3 % anual, duplicándose en solo 21 años. Y el país no había reflexionado sobre sus implicaciones. Los diferentes gobiernos, si lo hicieron, carecieron del suficiente carácter para adoptar medidas encaminadas a frenar esa explosión demográfica. Sin duda, el temor de hacerlo radicaba en la posición beligerante e inconsecuente de la Iglesia católica.

En los años cincuenta, un grupo de médicos obstetras, preocupados por las frecuentes consultas y demandas de sus pacientes acerca de ayuda relacionada con la planificación familiar, se dirigieron al arzobispo de Bogotá, monseñor Ismael Perdomo, en solicitud de un pronunciamiento de la Iglesia al respecto. Tan alto jerarca, invocando el mandato de la encíclica ‘Casti connubii’, conceptuó que, en general, la planificación familiar estaba prohibida y que algunos métodos, como la esterilización femenina, lo estaban en calidad de pecado mortal.

Frente a esta posición obcecada, los médicos ginecobstetras fueron apartándose de la Iglesia. Fernando Tamayo Ogliastri, médico de la Universidad Nacional, especializado en EE. UU., desafiando los prejuicios de muchos sectores, desde su consulta privada inició abiertamente el empleo de distintos métodos anticonceptivos, incluyendo el dispositivo intrauterino, conocido popularmente como “churrusco”. Consciente de la necesidad de un servicio de planificación familiar para la población en general, en 1965 dio los primeros pasos para la fundación de la Asociación Pro Bienestar de la Familia Colombiana, motivando a representantes de la banca, la industria, la medicina y el derecho.

En 1966 el Ministerio de Justicia le concedió personería jurídica como entidad sin ánimo de lucro. Al finalizar ese año se abrió en Bogotá la primera Clínica de Planificación Familiar en Colombia, con la sigla Profamilia. En 1969, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, en una determinación sin precedentes, el Ministerio de Salud, a cargo del doctor Antonio Ordóñez Plaja, incluyó actividades de planificación familiar en sus programas de protección materna e infantil. Se había ganado la batalla.

Fuente: El Tiempo


Dr. Fernando Sánchez Torres

El Académico Dr. Fernando Sánchez Torres es doctor en medicina y cirugía, con especialización en gineco-obstetricia.

Ha sido rector de la Universidad Nacional de Colombia, Presidente de la Academia Nacional de Medicina y presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica.

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