Visitas: 2

Por Álvaro Bustos González

Viejas analogías, o simples comparaciones, se refieren a las virtudes personales tomando como ejemplo la relación entre la receta y el cocinero, y/o entre el indio y la flecha. De hecho, si se les da la misma receta a varios cocineros, cada uno le pondrá su sazón a la comida, del mismo modo que la misma flecha, aun con la punta envenenada, será usada de forma diferente dependiendo del indio que la arroje. 

Es lo que pasa con los protocolos o guías que desde hace algunos años se apoderaron de los escenarios médicos, asumiendo que el enfermo cabe en la guía como el pie en el zapato, olvidando que cada paciente es distinto y que la enfermedad, siendo la misma, puede manifestarse con diversos matices que dependen de variados factores genéticos o epigenéticos, inmunológicos o nutricionales, etc. 

Si algo obliga a la disciplina y al estudio metódico en medicina es que cada uno debe adquirir su propio criterio. En este reino de la incertidumbre, como bellamente se la define, dos y dos no dan cuatro, como tantas veces se ha dicho. 

Aquí no se trata de enseñar, puesto que la medicina no se enseña, se aprende, y para lograrlo se requiere un esfuerzo que se llama autoaprendizaje. Pongámoslo en porcentajes. ¿Qué tanto influye el profesor en la formación del alumno? Según estudios confiables, el docente sólo interviene en el 30 % de la instrucción, algo que tiene que ver con su ejemplo y su discernimiento, mientras que al estudiante le toca responder por el 50 %. El otro 20 % se lo reparten el ambiente familiar y la relación dialéctica con sus compañeros de curso.  

¿De dónde sale, entonces, el carácter obligatorio que se le pretende dar a las guías y protocolos, como si la enfermedad y el enfermo fueran algo rígido, con límites fijos, que permitirían su inclusión en una cuadrícula que no tiene en cuenta las realidades y las circunstancias?  

La historia clínica y el examen físico, aunados al conocimiento de la evolución natural de la enfermedad, son los elementos más sofisticados y confiables con que cuenta el médico para cumplir con su compromiso deontológico. Lo otro es coger el rábano por las hojas. Las guías, como los profesores, no pasan de ser eso, guías, no dogmas. Lo otro es vivir en la nebulosa y abusar de la prueba diagnóstica inútilmente, como parece estar sucediendo en muchas partes. 

Fuente: El Meridiano


Dr. Álvaro Bustos González

El Académico Dr. Álvaro Bustos González es especialista en Pediatría. Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad del Sinú y Presidente del Capítulo de Córdoba de la Academia Nacional de Medicina

Loading

0 0 votes
Article Rating
LAS OPINIONES EXPRESADAS POR LOS AUTORES SON PERSONALES, SU RESPONSABILIDAD, Y NO COMPROMETEN LA INDEPENDENCIA DE LA ACADEMIA O REFLEJAN SUS POLITICAS.
Share This