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IMAGEN: Tiziano: Retrato de un hombre (1528). National Gallery, Londres.

 

Por  Pablo Rosselli-Cock.

“Si no le temes a Dios, témele a la sífilis”, rezaba un aforismo europeo de los siglos XV y XVI. El viejo continente estaba azotado por un mal que afectó a ricos y a pobres, a nobles, a plebeyos y a algunos reyes como Carlos V de España, Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia. Tampoco escaparon de su contagio cardenales y Papas como Alejandro VI y Julio II.

Esta enfermedad venérea (en alusión a Venus, la diosa romana del amor), no despertaba la compasión, sino más bien el repudio por ser producto del placer y el “pecado”, cuyo origen atribuía cada país a los vecinos o al enemigo en el momento en que surgían los Estados: los portugueses la llamaban “la sarna de Castilla” y los españoles “el mal portugués”; los franceses la conocían como “la picazón de Nápoles”; los alemanes, “el mal francés”; los polacos, “la enfermedad de los alemanes”; los rusos, “la enfermedad polaca”; los turcos, “la enfermedad de los cristianos”; y los japoneses “la enfermedad china”.
Aunque su procedencia es motivo de controversia, parece que la sífilis surgió en América, justo después de que Colón hiciera realidad el encuentro entre dos mundos, por lo que también recibió el apelativo de “sarampión de las indias”.

La sífilis fue reseñada por primera vez por el médico y astrónomo italiano Girolamo Fracastoro (1478- 1553) en forma de poesía, una manera inusual de revelar al mundo una enfermedad. En su obra titulada Syphilis sive morbus Gallicus (1530), en la que combinó los hallazgos científicos con la lírica, Fracastoro acuñó el nombre de esta dolencia de transmisión sexual a partir de la leyenda de un pastor llamado Syphilus, que la adquirió como castigo luego de desafiar al dios sol y padecer el mal en forma de llagas. Girolamo pensaba que el contagio ocurría a través del aire y que empeoraba con la actividad sexual, como lo plasma en algunos versos de su obra:

“aléjate de Venus, y sobre todo evita los suaves placeres de la copulación, pues nada es más dañino. La misma hermosa Venus odia el contagio tal como las jóvenes doncellas.”

De nada sirvieron las plegarias, la abstinencia, la persecución a las prostitutas, el mercurio, el arsénico, el bismuto, el guayaco, y ni siquiera San Dionisio, patrono de los sifilíticos, pudo mitigar la epidemia que de Europa pasó a India, a China y al resto del mundo. Durante siglos, la sífilis no tuvo un tratamiento efectivo hasta que se descubrió la penicilina a mediados del siglo XX.

El mérito del veronés Fracastoro no solo radica en exponer con estilo literario un mal íntimamente relacionado con las pasiones humanas, y que aún afecta a millones de personas, sino que fue un precursor de la epidemiología.
En el contexto actual, en que la medicina se impone al empirismo, identificaron el origen del COVID 19 en la provincia de Wuhan. Sin este conocimiento, atribuirían al llamado de manera peyorativa “virus chino”, quien sabe a quién, siguiendo esa atávica costumbre de achacar los males propios a otros.

29-05-2021
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El Dr. Pablo Rosselli Cock es Médico cirujano, ortopedista y traumatólogo, Pontificia Universidad Javeriana. Fellow en investigación en Ortopedia Infantil, Dupont Hospital for Children, Wilmington, Delaware, Estados Unidos y Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina

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