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El pasado 3 de marzo, en la sede de la Academia Nacional de Medicina, se conmemoró el “Día mundial de la audición y el cuidado del oído” con un seminario que abordó específicamente el tema del ruido y cómo afecta nuestra salud física y mental.  Un verdadero problema de salud pública al que no se le ha prestado la suficiente atención, como afirma el presidente de la Academia doctor Gabriel Carrasquilla. El asesor de la OPS en Colombia sobre salud visual y auditiva, Dr. Juan Carlos Silva, sostiene que este día busca crear conciencia y promover prácticas de cuidado y protección del oído y la audición. La salud auditiva es un tema de suma importancia, incluso desde el nacimiento pues infecciones, anomalías genéticas o lesiones pueden afectar la audición en recién nacidos.  

A edades tempranas las infecciones del oído, los traumatismos, y la exposición prolongada a ruidos fuertes pueden causar daño auditivo. En adultos, se mantienen las mismas causas pero se le suman  condiciones propias de la edad como la diabetes, la hipertensión, los accidentes cerebrovasculares y el uso de ciertos medicamentos antibióticos o quimioterápicos. En la vejez es común la degeneración del nervio auditivo y otros factores como la osteoporosis y la artritis pueden afectar la estructura del oído y el nervio auditivo. 

La audición favorece la comunicación, la educación, la integración social, la consecución de un empleo en mejores condiciones y no hay mucha conciencia sobre su cuidado. 

El psiquiatra Hermann Enrique Rojas Rojas, asesor de la Iniciativa Colombia Contra el Ruido, que contribuye al estudio y mitigación de los efectos del ruido ambiental en la salud mental y la calidad de vida de la población, afirma que el ruido tiene efectos extra auditivos que afectan la salud más allá de la pérdida de audición, comenzando a niveles de exposición bajos, como los 55 decibeles, que es el nivel de una conversación normal. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido límites para el ruido de aviones, 45 Lden para el día y 40 Lden para la noche (índice de ruido día-tarde-noche según el estándar europeo). En Europa, el control del ruido es mucho más estricto, con bares y discotecas insonorizados y regulados, pues se ha comprobado que el ruido provocado por la exposición constante a niveles superiores a los 55 decibeles puede generar efectos nocivos para la salud, como hipertensión, enfermedades coronarias y trastornos del sueño. 

Los estudios científicos han mostrado que la exposición continua al ruido no solo afecta la audición, sino que también compromete la salud sistémica, al generar disfunción en el ciclo circadiano (un patrón de cambios físicos, mentales y de comportamiento que experimenta el cuerpo en un ciclo de 24 horas). Afecta el sistema inmunológico y aumenta el estrés oxidativo, creando un desequilibrio entre la cantidad de radicales libres y la cantidad de antioxidantes en el cuerpo que puede causar daños en las células y tejidos. Esto puede desencadenar enfermedades vasculares, problemas cognitivos y, en última instancia, condiciones como la demencia. El ruido es el segundo contaminante ambiental más perjudicial para la salud, después de la contaminación atmosférica según la OMS.

En Colombia, la exposición al ruido involuntario de ocio, como bares y discotecas, es la principal causa de quejas por molestias ocasionadas por el ruido, lo que ha impulsado la creación de una ley contra el ruido para regular la intensidad sonora en estos establecimientos.

Las políticas y normas sobre el ruido en la legislación colombiana e internacional tienen reglas establecidas pero no se cumplen. De ello da fé la antropóloga y cineasta Talía Osorio Cardona, quien vivió un verdadero calvario junto a su familia por cuenta de la laxitud en las leyes contra el ruido. Su vivienda, en un barrio residencial de Bogotá, era literalmente sacudida por un par de extractores que instaló un restaurante vecino que funcionaban todo el día y en la noche los espectáculos en vivo del lugar perpetuaban el ruido. Lucharon por años, recurrieron a la ley, enviaron peticiones a la alcaldía local, a la  Secretaría de Medio Ambiente, a la Secretaría de Salud, a la Procuraduría General de la Nación, a la Veeduría Ciudadana e incluso pusieron tutelas, pero nada fue suficiente y finalmente tuvieron que mudarse buscando paz mental para ellos y sus dos bebés pequeños. 

Muchas zonas de la ciudad, y el país, han pasado de tener uso exclusivamente residencial a mixto, sin leyes que protejan realmente a los residentes. 

Las denuncias de Talía, que se volvió una activista contra el ruido encargada de documentar su experiencia, produjeron inicialmente algunas intervenciones en medios de comunicación e incluso una vista al Concejo de Bogotá. Paralelamente, el representante Daniel Carvalho Mejía lideraba un proyecto de ley que busca una política de calidad acústica en el país para las personas y los ecosistemas, denominada “Ley contra el Ruido”.

Talia tuvo la oportunidad de comunicarse directamente con el representante y hacer sugerencias para el proyecto de ley que ha sido aprobado recientemente en el Congreso de la República y espera la sanción presidencial. Su lucha por el derecho a la habitabilidad, a la intimidad, a la salud, a la dignidad, parece que por fin da frutos. Ella es una voz entre miles con historias similares en todos los rincones de Colombia que esperan resultados reales de esta nueva ley. 

¿Cómo se logró la Ley contra el ruido?

Camilo Quintero Giraldo, abogado ambientalista, líder en la coordinación de la Ley contra el Ruido, espera que esta ley sea sólo el primer paso de muchas acciones que propicien una discusión pública frente a este problema.

Datos recogidos de varias ciudades del país por el grupo del representante Carvalho, muestran que el nivel de ruido en las ciudades tiene insatisfechos a sus habitantes en un alto porcentaje; 61% en Bogotá, 56% en Cartagena, 48% en Medellín, Cali y Barranquilla no se quedan atrás. 

Según la Policía Nacional, el 70% de los conflictos asociados a asuntos de convivencia están relacionados con el ruido. Un problema que no distingue raza, sexo, ni clase social. La Ley contra el Ruido pretende solucionar esta problemática de manera integral a través de la pedagogía, la prevención, el control y la sanción. 

Aunque en Colombia existen normativas que vienen desde el año 1979 relacionadas con este tema, se han convertido en letra muerta y no responden a la problemática de hoy. Faltan sanciones más rigurosas, las autoridades reclaman no tener las herramientas suficientes para hacer medidas de control, no hay un organismo unificado que maneje el asunto a nivel nacional, la ley tiene vacíos en lo relacionado con el tipo de suelo y el ordenamiento territorial y en sectores como el de transporte y espectáculos no hay metodologías de medición, ni estándares máximos permitidos. 

Adicionalmente, en las autoridades no hay suficiente personal ni presupuesto teniendo en cuenta que no es solo un problema de tipo ambiental, es un problema de salud pública pero no parece ser un tema importante en los actuales planes de desarrollo. 

La Ley contra el Ruido, pretende intervenir en las falencias ya mencionadas y crear una Política de Calidad Acústica en Colombia que involucre a todos los municipios. Además, busca fortalecer los mecanismos jurídicos y de policía para preservar y restablecer el orden público que resulte afectado por el ruido. Se hace necesario entonces, crear un comité de seguimiento que permita el cumplimiento de la ley y no sea una más de las normativas que se quedó en el papel. La participación de instituciones (salud, planeación, medio ambiente, transporte, vivienda, cultura y artes, defensa, justicia, trabajo, entre otras) y ciudadanía será clave para cumplir este propósito. 

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Intervenciones en: DÍA MUNDIAL DE LA AUDICIÓN Y EL CUIDADO DEL OÍDO 2025

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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