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Por Hugo Armando Sotomayor Tribín.
El estudio de la paleopatología de los pueblos que habitaron lo que se llama hoy en arqueología la América intermedia (el este de Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, las dos costas y la región andina de Colombia y la costa y región andina, respectivamente, de Venezuela y de Ecuador), cuentan con una fuente muy importante de información, además de los restos humanos: el arte. Pero de estos países del área intermedia, Colombia y Ecuador son los que tienen la mayor riqueza en el arte como fuente de información paleopatológica, en nada inferior a la que se encuentra en Mesoamérica (México y Guatemala) y los Andes Centrales.
En Colombia sobresalen como fuente de información paleopatológica la cultura Tulato, que floreció desde la ciudad actual de Esmeraldas, en la costa ecuatoriana, hasta Buenaventura, en el Pacífico colombiano, entre el 400 a. C y el 400 d. C, así como Nariño y en mucho menor escala las culturas del complejo Calima (ilama, yotoco, sonso, malagana) y las culturas sinú, tairona y quimbaya.
El autor de estas líneas está convencido, después de varios años de pesquisas en las publicaciones y de visitar los principales museos de antropología y arqueología de América, que el arte de la cultura Tulato ofrece a la paleopatología en este continente la mayor y más variada información, junto al de la cultura moche del Perú. La cultura Tulato tuvo su periodo clásico entre los años 200 a. C y los 200 d. C.
Aunque el autor ya había expuesto en algunas publicaciones las patologías de la glándula tiroides, resolvió juntar esas patologías en la presente publicación, con las observaciones sobre tres casos más: una patología de la diferenciación sexual, una alteración congénita en el desarrollo del pene y un caso de alteración de la hormona del crecimiento, para así presentar un espectro de la paleopatología endocrinológica y urogenital en un solo artículo.
Material y Métodos
El primer caso que se muestra corresponde a una figurina en cerámica de la cultura Tulato de 11 cm de alto, 6 cm de ancho y 5 cm de profundidad, que representa a un sujeto en posición sedente, con un gesto de aburrimiento, expresado con sus comisuras labiales hacia abajo y unos ojos muy abiertos, quien deja ver en su región anterior del cuello un importante crecimiento del tiroides, compatible con un cuadro de bocio (figura 1).
El segundo caso corresponde a una figurina en cerámica de la misma cultura Tulato de 10 cm de alto, 4,6 cm de ancho y 4 cm de profundidad, a la que le faltan las manos por una ruptura de la cerámica, la cual muestra una cabeza erguida con una importante deformación craneana fronto-occipital, con un cuello cuya parte anterior presenta un crecimiento compatible con un bocio (figura 2).
La tercera cerámica la constituye una pieza-recipiente de la cultura malagana, con dos colores, uno crema en la parte superior de la cabeza, que corresponde a un tocado y a la abertura del recipiente, y en el ojo derecho, y otro rojizo en el resto del cuerpo. La figura, que mide de 28 cm de alto, 16 cm de ancho y 10 cm de profundidad, muestra a un hombre con una masa importante en el lado izquierdo del cuello, que se toca con su mano ipsilateral, y una gran protrusión del ojo derecho. El cuadro corresponde a una enfermedad de Graves-Basedow del lóbulo izquierdo del tiroides y a una oftalmopatía u orbitopatía unilateral del ojo derecho (figura 3). La cultura malagana, llamada así por el nombre de una hacienda localizada cerca del municipio de Palmira, en las llanuras aluviales y fértiles de la zona plana del Valle del Cauca, donde se descubrió en 1992 un cementerio indígena con tumbas ricas en ajuares de oro, fue una sociedad cacical que coexistió, al menos entre los años 200 a. C. y 200 d. C., con las sociedades Yotoco del continuo Calima (ilama [1600 a. C.-100 d. C.], yotoco [200 a. C.-1399 d. C.] y sonso [300 a. C.-]).
La cuarta cerámica es un recipiente, que pertenece a la cultura Tulato, de 19 cm de alto, 12 cm de ancho y 9,5 cm de profundidad. Está compuesta de dos partes: la delantera, representada en una figura humana, y la posterior, representada en un recipiente que está unido a la figura humana a la altura de la espalda por un puente. La parte de la cerámica correspondiente al tronco del cuerpo humano tiene cuatro colores: terracota o crema, rojo tenue, amarillo y rojo intenso; a la altura de las muñecas, dos: crema y rojo, y en el tercio inferior de los muslos, dos: crema y amarillo. El personaje está hincado con las rodillas y tiene las extremidades superiores levantadas a la altura de los hombros, en una actitud de sostener algo con las manos. El rostro, por desgaste de la cerámica, no tiene bien definida la nariz, pero muestra con claridad una deformación intencional del cráneo tubular oblicua con ensanchamiento a la altura de la parte posterior de los parietales. La estatuilla muestra senos y genitales masculinos. En esta cerámica, al igual que en la mayoría de las producidas por la cultura Tulato, y a diferencia de las cerámicas elaboradas por otras culturas prehispánicas, la silueta humana cobra vida, deja de ser estática y hace énfasis en las proporciones anatómicas. La figura 4 parece corresponder a un síndrome de Klinefelter o a un caso de ginecomastia.
La quinta cerámica (figura 5) pertenece al parecer a la cultura ecuatoriana Jama Coaque que, a diferencia de la cultura Tulato, gusta de mostrar un contraste entre los atuendos, arreglos, adornos y el propio cuerpo de la persona. La cerámica muestra un cuerpo completo parado de pies, con una importante restauración que le imprime un color claro, y sin el engobe y brillo en parte del pecho, espalda y nalgas, un rasgo que sí tiene el resto de la cerámica. Esta, que mide 17 cm de alto, 8,5 cm de ancho y 7,5 cm de profundidad, muestra un tocado dotado de siete puntas que le cubre las orejas, así como un gran collar que va de hombro a hombro. La mano izquierda reposa en la parte latero-anterior izquierda del tocado, mientras lleva el miembro superior derecho hasta la parte izquierda del tronco, y, allí, con la mano ipsilateral sostiene apoyado en el piso un bordón. El rostro del personaje tiene la boca abierta y al parecer los ojos cerrados.
El siguiente y último caso corresponde a una figura esculpida en cuarzo transparente, que mide 9 cm de alto, 4 cm de ancho y 6 cm de profundidad. Perteneciente a la cultura Nariño (500 a. C.-1500 d. C.), muestra una cabeza prominente en comparación con su cuerpo, pero en especial una mandíbula grande para esa cabeza, mientras sus manos están entrecogidas y pegadas al abdomen y hay unos segmentos corporales iguales (figura 6). Esta pieza puede corresponder a un cuadro de acromegalia, que es una enfermedad crónica de la vida adulta, caracterizada por un aumento del tamaño de las manos, los pies, las mandíbulas y la nariz, lo cual es causado por una lesión de la glándula pituitaria.
En los dos primeros casos (figuras 1 y 2), el diagnóstico parece ser claro: hay un crecimiento de toda la glándula tiroides. En la clínica, si el crecimiento tiene una consistencia dura y no se mueve, hace pensar en un tumor; en cambio, si se mueve y no es duro, hace pensar en un bocio. Esta segunda posibilidad puede, a su vez, ser ocasionada por un déficit de yodo en la dieta o una enfermedad autoinmune que ocasione tiroiditis.
La presencia del bocio en algunas comunidades asentadas en el litoral y que aprovechaban todos los recursos alimenticios que ofrece el mar, como los peces y las algas, hace pensar que tal caso no fue por un hipotirodismo asociado a la escasez de yodo en la dieta. En cambio, el bocio ocasionado por la ausencia de ese micronutriente significó un gran problema de salud pública en las comunidades de mestizos a lo largo de la Colonia y los primeros años de vida republicana hasta 1950, fecha en que se yodificó la sal de consumo humano, por razones como las siguientes: ruptura del delicado equilibrio energético y proteico con los micronutrientes, secundario al proceso de afectación de las redes de comercio que tenían los indígenas; la pérdida del conocimiento chamánico; el impacto de la servidumbre y la esclavitud sobre la disponibilidad de los alimentos, y la escasez de las aguas yodificadas en muchas partes del país (5).
La figura 3 plantea los siguientes tres diagnósticos médicos, formulados según su orden de probabilidad:
- La enfermedad de Graves-Basedow, caracterizada por la tríada de hipertiroidismo, es decir, bocio difuso (cuando aumenta dos o tres veces el tamaño normal de la glándula tiroides), exoftalmia y dermopatía (mixedema). El crecimiento de la tiroides se nota a veces más marcado de un lado que del otro. Ocurre lo mismo con la orbitopatía, que, aunque suele afectar a ambos ojos por igual, puede detectarse en un solo ojo. Esta enfermedad es más común entre las mujeres que superan los 20 años, aunque dicho trastorno puede ocurrir a cualquier edad, afectando también a los hombres.
- Un tumor tiroideo, que es improbable, porque la mayoría son primarios –el 75 % son papilares, el 15 % foliculares, el 5 % medular, el < 5 % anaplásico– y el < 1 % son ocasionados por sarcomas, linfomas y metástasis.
- Un tumor ocular con metástasis en el tiroides, que también es improbable. De los dos tipos principales de cáncer de ojo que se desarrollan en adultos, el melanoma y el linfoma intraoculares, el primero hace metástasis en el hígado, los pulmones y los huesos, mientras que el segundo puede ser parte de uno que se presenta en el sistema nervioso central.
Con base a la descripción hecha antes, el caso de la figura 4, podría corresponder a un adolescente masculino con ginecomastia o, lo más probable, al síndrome de Klinefelter. Esta entidad clínica se caracteriza por tener un cariotipo 47 XXY, hipogonadismo, ginecomastia, segmento inferior del cuerpo más largo que el superior, extremidades largas y un somatotipo ectomorfo. Se origina por la existencia de dos cromosomas X y un cromosoma Y. Es la enfermedad genética más común en varones. Algunos hombres no presentan síntomas y no saben que padecen esta condición hasta la edad adulta, al presentarse infertilidad.
La figura 5 es compatible con un caso de difalia completa, por ser independientes y del mismo tamaño los penes. Por tener ambos penes estas características y mostrar una distinguible erección, es poco probable que la división del pene sea intencional.
Conclusiones y Referencias de este artículo en: Paleopatología endocrinológica y urogenital en cinco obras de arte prehispánicas colombianas
18 DE MAYO. DÍA INTERNACIONAL DE LOS MUSEOS.
El Dr. Hugo Sotomayor Tribin es Pediatra, historiador y museólogo destacado.
Doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional de Colombia. Curador del Museo de Historia de Medicina y Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina.