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Raúl Rivas González, Universidad de Salamanca

 

El cuerpo humano alberga una variedad considerable de microorganismos que incluye gran cantidad de bacterias, arqueas, hongos, bacteriófagos y otros virus que interactúan entre sí y con el organismo, coexistiendo en las superficies humanas y en todas las cavidades del cuerpo. Esta comunidad microbiana compleja es denominada microbiota y juega un papel esencial en las funciones fisiológicas generales y en la salud de un individuo.

Más del 98 % de los microorganismos que habitan en los humanos residen en el tracto gastrointestinal. Es la llamada microbiota intestinal. Si la colocamos sobre una balanza, pesa cerca de 2 kilogramos de peso, por lo que casi representa un órgano sólido. De hecho, está implicada en la digestión de los alimentos, la regulación de la función endocrina intestinal y la señalización neurológica, la modificación de la acción y el metabolismo de los fármacos, la eliminación de toxinas y la producción de numerosos compuestos que influyen en el huésped.

La microbiota intestinal humana difiere entre individuos y es relativamente estable y resistente con el tiempo. Su composición basal se ve condicionada por el modo de nacimiento (parto o cesárea), la alimentación infantil, el estilo de vida y la genética del huésped. Sin embargo, existen ciertos factores ambientales que pueden alterar su composición a lo largo del tiempo. Concretamente el consumo de probióticos y prebióticos, la dieta, las infecciones víricas y la toma de medicamentos (sobre todo antibióticos).

 

Si el equilibrio se pierde, empiezan los problemas

Cuando la microbiota intestinal se altera o su composición es inadecuada se produce una disbiosis que facilita la aparición de infecciones y trastornos metabólicos comunes. Entre ellos obesidad, diabetes tipo 2, enfermedad hepática no alcohólica o enfermedades cardiovasculares.

En respuesta a los problemas asociados con la disbiosis intestinal, el trasplante de microbiota fecal ha demostrado ser una estrategia terapéutica prometedora. Consiste ni más ni menos que en el reemplazo de la microbiota intestinal de un receptor enfermo con material fecal de un donante sano.

La etapa moderna de estudios sobre trasplante de microbiota fecal arrancó en 1958. Fue en ese año cuando, por primera vez en la literatura científica, el cirujano estadounidense Ben Eisman describió cuatro pacientes con diarrea asociada a antibióticos que mejoraban rápidamente tras el uso de enemas con materia fecal de un donante seleccionado.

Esta técnica es especialmente efectiva para tratar la infección recurrente por la bacteria Clostridioides difficile una vez que los antibióticos han demostrado ser ineficaces. Es un dato importante porque este microorganismo causa inflamación del colon y diarrea mortal y se estima que el impacto en la salud pública es muy significativo.

Datos recientes informan que en EE. UU. la infección recurrente por la bacteria Clostridioides difficile origina casi medio millón de infecciones y unas 30 000 muertes cada año. Solo para centros de cuidados intensivos supone unos costes anuales de atención médica de hasta 4 800 millones de dólares. En la Unión Europea, utilizando una cifra conservadora del 3 % de mortalidad atribuible, el número de muertes que se producen como consecuencia directa de la infección por Clostridioides difficile asociada a la asistencia sanitaria puede estimarse en 3 700 al año.

 

El trasplante de heces paso a paso

En el trasplante fecal, las heces derivadas de donantes seleccionados deben ser procesadas y preparadas antes de trasplantarlas al receptor. El método varía pero, en general, se recolectan entre 100 y 150 gramos de heces a las que se agrega una solución salina estéril para una homogeneización preliminar y obtener una suspensión fecal.

Luego, las partículas más grandes, las fibras y los alimentos no digeridos se eliminan mediante filtración con un tamiz metálico. La muestra fecal fresca líquida homogénea se puede transferir en jeringas estériles. La preparación fecal fresca fue la primera utilizada para las infecciones de Clostridioides difficile, pero el método puede ser procesado con múltiples pasos adicionales que incluyen microfiltración, centrifugación, crioprotección, liofilización y encapsulación, entre otros.

Recientemente, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) ha dado un paso más y ha aprobado Rebyota, el primer producto basado en microbiota fecal. Se prepara a partir de heces donadas que se analizan para descartar un panel de patógenos transmisibles. Está aprobado para prevenir la infección recurrente por Clostridioides difficile en personas mayores de 18 años después de una terapia antibiótica fallida, y se administra por vía rectal en una dosis única.

 

Prudencia ante todo

El tratamiento no está exento de riesgos. Al estar fabricado a partir de materia fecal humana, puede conllevar el riesgo de transmitir agentes infecciosos. Además, Rebyota puede contener alérgenos alimentarios.

Aunque el trasplante de microbiota fecal ha demostrado una tasa notablemente baja de eventos adversos graves, y los ensayos clínicos sugieren que es una opción de tratamiento eficaz para Clostridioides difficile y otras afecciones como la colitis ulcerosa, la transferencia de microorganismos vivos de donantes sanos a pacientes enfermos tiene riesgos inherentes como el trasplante de bacterias multirresistentes que pueden originar problemas de salud graves o incluso la muerte del receptor.

De momento, es oportuno aumentar la capacidad para determinar los regímenes de tratamiento óptimos y definir los perfiles de riesgo para que el trasplante de microbiota fecal pueda ser administrado de la manera más confiable posible.The Conversation


Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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