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Ingreso de la doctora Lyda Marcela Espitia Pérez, bióloga, magíster y doctora en biología molecular y celular e investigadora del Laboratorio Biomédica y Biología Molecular de la Universidad del Sinú como Miembro Asociado a la Academia Nacional de Medicina.
“La medicina no se construye únicamente dentro de los hospitales, y no se limita a la labor del médico en el consultorio. La salud es un concepto amplio, influenciado por el entorno, la sociedad y sobre todo el ambiente en el que vivimos”, señaló la doctora Espitia en su presentación. Durante los últimos 15 años, su investigación se ha centrado en la salud ambiental desde el enfoque toxicológico, especialmente en comunidades indígenas que históricamente han sido vulneradas por su exclusión de los sistemas de salud, y por la expropiación de sus territorios debido a actividades industriales y extractivas, que además los expone a una alta concentración de metales pesados, pesticidas y otros tóxicos.
Las comunidades indígenas tienen una relación muy estrecha con su entorno, lo que las hace particularmente vulnerables. Su alimentación, medicina tradicional y modo de vida dependen de la naturaleza. Obtienen el agua de ríos y lagos contaminados, cazan, pescan y cultivan en terrenos expuestos a metales pesados, pesticidas y contaminantes en el aire. Además, cocinan con leña.
Su genética puede hacerlos aún más susceptibles a ciertos contaminantes. Algunas poblaciones indígenas tienen variantes en genes que regulan la eliminación de toxinas, una característica genética que los hace más susceptibles a acumular metales pesados como mercurio y plomo.
Desde su grupo de investigación, la doctora Espitia ha trabajado en toxicología genética y ambiental, analizando cómo agentes químicos, físicos y biológicos dañan el material genético. Las mutaciones en el ADN, alteraciones en los cromosomas y cambios en la expresión génica pueden estar vinculados a enfermedades, particularmente al cáncer. Uno de los indicadores más importantes de daño genético es la inestabilidad genética, tendencia de las células a acumular mutaciones o alteraciones en su ADN debido a la exposición a agentes tóxicos, que aumenta el riesgo de padecer enfermedades, especialmente cáncer.
Los investigadores usaron el test del citoma de micronúcleos, un método estándar para evaluar la presencia de inestabilidad cromosómica. ¿Y qué son los micronúcleos?, son cuerpos citoplasmáticos que contienen fragmentos de cromosomas o cromosomas completos que no logran unirse a los núcleos principales durante la anafase y se pierden durante la división celular, fomentando las alteraciones celulares. Estos estudios permiten identificar el daño genético antes de que las enfermedades se desarrollen completamente, también permiten la identificación de grupos de mayor susceptibilidad genética y hacer un seguimiento del daño genético a lo largo del tiempo.
La primera población estudiada fueron los Wayúu en La Guajira, donde se ubica la mayor mina de carbón a cielo abierto del mundo. Más de 2.100 millones de toneladas de carbón en 69.000 hectáreas, con alrededor de 60.000 habitantes -Wayúu, comunidad afrocolombiana y campesinos- viviendo alrededor de las áreas mineras. La explotación de carbón genera grandes cantidades de polvo y metales pesados que afectan la salud de las comunidades cercanas. Adicionalmente, el carbón extraído se almacena en presencia de luz solar, generando incendios espontáneos que emiten Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (HAPs), reconocidos como cancerígenos. Los estudios realizados en la zona revelaron frecuencias altas de alteraciones tipo micronúcleos, que podrían estar asociadas con la aparición de enfermedades prevalentes en la región.
La inestabilidad cromosómica evidenciada en linfocitos se relacionó con el material particulado más pequeño (PM2.5), que atraviesa las vías respiratorias y llega a los pulmones. Además, los vientos en la región contribuyen a dispersar este material hacia las zonas habitadas. Los investigadores identificaron las áreas de riesgo y los estudios hechos a los materiales permitieron establecer que se habían transformado en Oxy-HAPs y alquenos (también cancerígenos) por las características desérticas de la zona. Los resultados permitieron llevar el caso a la Corte Constitucional, que en su sentencia T-614 de 2019 obligó a la empresa minera El Cerrejón a tomar medidas para proteger a la comunidad y el medio ambiente.
El segundo caso involucra a los Hitnü en Arauca, una pequeña población indígena afectada por la explotación petrolera. Debido a la ocupación de su territorio por las petroleras, los Hitnü han tenido que abandonar su forma de vida seminómada y se han asentado en condiciones precarias, expuestos a la enfermedad de Chagas, con limitaciones en el consumo de proteína animal pues ya no pueden cazar, asediados por conflictos territoriales y expuestos a los residuos de hidrocarburos.
Un estudio conjunto realizado por la Universidad del Sinú, la Fundación Santa Fe de Bogotá y la Universidad Industrial de Santander, evaluó la exposición a hidrocarburos, utilizando 1-hidroxipireno (1-OHP), un metabolito urinario que se usa como biomarcador de la exposición a hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP). Los resultados fueron publicados internacionalmente y confirmaron que los Hitnü estaban expuestos al petróleo y que esta exposición estaba asociada con daño genético, además, el desplazamiento de su territorio les ha causado malnutrición, enfermedades y ha alterado sus costumbres ancestrales. A pesar de los esfuerzos y los resultados obtenidos, los Hitnü tienen menos representación política y no han recibido el mismo tipo de atención que los Wayúu.
Se requiere una respuesta urgente para proteger su salud y su vida pues la exposición a contaminantes ambientales y la inseguridad alimentaria aumentan su susceptibilidad a enfermedades relacionadas con la inestabilidad genética. La contaminación ambiental no solo amenaza los ecosistemas, sino también la supervivencia cultural y biológica de estas poblaciones.
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Intervención de la doctora Espitia Pérez en:
CEREMONIA DE INGRESO DE PROFESIONALES DEL ÁREA DE LA SALUD A LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA
Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina