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Dr. Manuel Antonio Galindo Arias, médico de la Universidad Nacional, especialista en Anestesiología, especialista en Gerencia en Servicios de Salud.

La Real Academia de la Lengua define la felicidad como un estado de grata satisfacción espiritual y física. Sin embargo, esta definición puede ser insuficiente debido a la diversidad de pensamientos sobre el concepto de felicidad. Las diferentes perspectivas filosóficas a lo largo de la historia ofrecen visiones variadas sobre qué constituye la verdadera felicidad.

Sócrates, uno de los primeros filósofos conocidos, creía que la felicidad no se encuentra en la búsqueda constante de placeres, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos. Su vida reflejaba esta filosofía, al punto de aceptar su condena a muerte sin tratar de evitarla, demostrando su compromiso con sus creencias.

Platón, el discípulo de Sócrates, y Aristóteles, su alumno, también ofrecieron visiones distintas sobre la felicidad. Aristóteles consideraba que la felicidad era el fin último de la vida humana y que se alcanzaba a través de la virtud y un estilo de vida equilibrado. 

Epicuro, un filósofo hedonista, presentaba una visión diferente. Para él, la felicidad no solo provenía de la espiritualidad, sino también de disfrutar de placeres terrenales con moderación. Fundó la Escuela de la Felicidad en el siglo IV a.C., promoviendo el equilibrio y la templanza como claves para una vida feliz.

Séneca, en contraste, era un estoico que sostenía que la verdadera felicidad reside en el interior y no depende de circunstancias externas. Según él, el sabio se contenta con su suerte y no desea lo que no tiene, valorando la paz interior sobre las preocupaciones externas.

Immanuel Kant, en el siglo XVIII, abordó la felicidad desde un enfoque ético y de deber. Creía que la felicidad era un deber supremo y debía construirse a partir del carácter y la ética. Su visión se centraba en un comportamiento que podría ser considerado una norma universal para la humanidad.

Friedrich Nietzsche, del siglo XIX, diferenciaba entre la dicha y la felicidad. La dicha, para él, era un estado efímero basado en la buena fortuna, mientras que la verdadera felicidad era una fuerza vital, una lucha constante contra los obstáculos que limitan la libertad y la autoafirmación.

Bertrand Russell, un pensador contemporáneo, argumentaba que la felicidad se alcanza a través del amor y la gratitud hacia los demás, no sólo en términos de relaciones personales, sino como una actitud general hacia la humanidad. Su visión incluía superar el ego y reconocer la igualdad para alcanzar la verdadera felicidad.

La percepción de la felicidad ha sido objeto de estudios en diversas instituciones académicas. Universidades como Harvard, Berkeley y en Colombia la Universidad de la Sabana han introducido programas y estudios sobre la psicología de la buena vida y la felicidad, reflejando un interés creciente en entender y promover el bienestar.

La búsqueda de la felicidad es un deseo universal, y su impacto puede ser considerable en términos de productividad y bienestar económico. Ya existen academias en varios países que se enfocan en prácticas relacionadas con la felicidad como la gratitud, las relaciones humanas, el ejercicio físico, la meditación y la tolerancia al fracaso. 

La pirámide de Maslow, conocida por clasificar las necesidades humanas desde lo fisiológico hasta la autorrealización, resalta que la felicidad no depende únicamente de logros académicos. Cada persona puede encontrar satisfacción en su propio oficio, ya sea como músico, médico, abogado o arquitecto, siempre que se sienta realizado en lo que hace. En general, los factores que inciden en la felicidad son la alimentación, la salud, la educación, el trabajo, el amor, la realización, el reconocimiento y la recreación.

En Colombia, según encuestas el índice de felicidad es del 80%, aunque menos del 60% se sienten satisfechos con su situación económica, su situación social o situación política. En cuestión de género, también cambia la percepción. Para las mujeres es muy importante la relación de pareja, para los hombres es más importante la parte financiera. 

A nivel mundial, factores de infelicidad incluyen el hambre, con 280 millones de personas afectadas, las altas tasas de suicidio, la violencia, la inestabilidad política, las guerras, la amenaza nuclear, las relaciones sociales y hasta el acceso a servicios básicos, entre otros. 

Estudios han demostrado que las personas felices y optimistas viven más tiempo y tienen mejor salud general. Sin embargo, irónicamente los médicos enfrentan tasas elevadas de depresión y suicidio, con factores como largas jornadas laborales y estigmatización contribuyendo a su infelicidad. En Estados Unidos, la tasa de suicidio en los médicos es de 28 a 40 por 100 mil, más del doble que en la población general, que es de 12.3 por 100 mil. La depresión es más frecuente en estudiantes de medicina y residentes.

El interés por trabajar el tema de la felicidad está aumentando en el mundo a pesar de tantas circunstancias que producen infelicidad. Si las personas son más felices, son más productivas, si son más productivas, hay mayor bienestar económico, si hay mayor bienestar económico, hay mayor felicidad y si hay mayor felicidad hay mayor productividad en una especie de círculo vicioso productivo.

Finalmente el Dr. Galindo recalca que para dar felicidad a otros, debemos primero ser felices nosotros mismos.

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Intervención en: 

LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD EN EL MUNDO. ¿ES FELIZ EL TALENTO HUMANO DE SALUD?

Nota. Victoria Rodríguez G. Comunicaciones Academia Nacional de Medicina

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