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Por Álvaro Bustos González
Primero fue en la inauguración del Foro de Psicología Forense en la Universidad del Sinú, donde se trajo a cuento la historia de Raskólnikov, el joven personaje de Crimen y Castigo, la novela de Fedor Dostoievski escrita a mediados del siglo XIX, para ejemplificar el sentimiento de culpa de alguien que, valido de sus urgencias económicas, le da muerte a una vieja usurera para robarla. Era la forma de utilizar la literatura como una fuente de conocimiento de la condición humana para hablar del arrepentimiento.
Después fue en el auditorio de Plaza de la Castellana, lugar en el que se desarrolló el Foro de Salud Mental organizado por el doctor Heiser Arteaga y la Alcaldía de Montería, donde se contó la historia, igualmente decimonónica, de Madame Bovary, la heroína de Gustave Flaubert, quien pensaba que la vida era como la describían las novelas, por lo que se dedicó a correr borrascas en manos de un estudiante de Derecho y luego de un rufián llamado Rodolfo, quien la llenó de ignominias mientras su marido, un médico de pueblo regordete y bonachón, moría de la tristeza al descubrir las andanzas epistolares e íntimas de su esposa. La idea era referir el final de doña Emma Bovary, agobiada de deudas, suicidándose con una infusión de cianuro, para poner de presente las diversas formas de la autolisis y los distintos factores que pueden desencadenar la toma de la fatal decisión.
Todas las semanas vemos en el Hospital San Jerónimo uno o dos adolescentes que se engullen algunas pastillas o algunos venenos, usualmente insecticidas, como reacción a una prohibición de sus padres o a una discusión intrafamiliar. La situación es tan frecuente que ya parece más un chantaje afectivo que una decisión suicida propiamente dicha, algo que quizá quepa dentro del concepto del parasuicidio.
Cualquiera sea la causa inmediata o remota de la muerte por decisión propia (neurotransmisores o experiencias vitales corrosivas), se sabe que en un buen número de suicidas existe un proceso inflamatorio cerebral en el que intervienen la proteína C reactiva, la interleukina 6 y el factor de necrosis tumoral, sustancias que probablemente intervienen como determinantes de la conducta impulsiva y autopunitiva.
Insisto en que una educación basada en la hipertrofia de los derechos, en detrimento de la obligatoriedad de los deberes, no contribuye a la formación del carácter, sino al estímulo perverso de los caprichos de quienes se auto victimizan.
Fuente: El Meridiano

El Dr. Álvaro Bustos González es especialista en Pediatría. Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad del Sinú y Presidente del Capítulo de Córdoba de la Academia Nacional de Medicina.