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El internado en Colombia se entiende como un período de un año de prácticas académicas y asistenciales realizadas por los estudiantes en instituciones de prestación de servicios de salud (clínicas y hospitales) o servicios relacionados. En algunos programas de entrenamiento, el internado es equivalente al primer año de residencia.
El internado médico es indispensable para integrar y consolidar los conocimientos que se adquirieron durante los ciclos previos. Durante el mismo, se tiene la oportunidad de estar en contacto permanente, lo que permite detectar riesgos, aplicar medidas preventivas, de diagnóstico, tratamiento y rehabilitación en los principales problemas de salud con sentido ético y humanista. Aunque la reglamentación de la enseñanza en los hospitales se inició al terminar el siglo XIX en Alemania, y otros países como Australia, Francia e Inglaterra; sólo hasta 1904 se estableció formalmente el internado y las residencias médicas.
En Colombia, la ley 14 de 1962, por lo cual se dictan normas relativas al ejercicio del internado médico, en su artículo 4°, establece que: “los estudiantes de medicina que terminen sus estudios, requieren como requisito para recibir el grado, que el Programa tenga incorporado en su plan de estudio por lo menos un año de internado obligatorio”. Aún así, existen diferencias en lugar de emplazamiento, duración, papel de la investigación en la formación del estudiante y de la práctica comunitaria, entre las sedes hospitalarias que ofrecen plazas de internado.
Y al reto del internado se suman las dificultades que afrontan los internos. De acuerdo a un artículo publicado por la Revista Médica de la Universidad de Antioquia, IATREIA y titulado “Inconvenientes actuales del internado médico en Colombia. A propósito de la historia nacional”, el autor Juan Camilo Marchán-Cárdenas, médico interno del Hospital Universidad del Norte, en Barranquilla, manifiesta:
“El internado es un año fundamental en la formación de todo galeno. Sin embargo, en ocasiones, se comporta como un período gris, una dicotomía entre ser y no ser: se está lo suficientemente preparado como para tener importantes responsabilidades, pero no lo suficiente como para tener autonomía. Al interno se le exige una actitud desmesuradamente proactiva y, al tiempo, se le menosprecia por considerársele incapaz. Los internos realizan el trabajo bruto, hacen lo que nadie quiere hacer, empero, en escasas ocasiones se les da mérito.
En el pasado, el interno soportaba esas y otras faltas, pero, a diferencia del interno contemporáneo, recibía pago o vivienda. Hoy día, pese a cumplir horarios extenuantes y realizar tareas complejas, recibe –en el mejor de los casos y solo en algunos hospitales- una merienda a mitad del turno. A esto hay que sumar que el interno, aunque ejecuta más actividades asistenciales que académicas, debe pagar el valor de matrícula de dos semestres universitarios. En menos palabras: el interno paga para regalar su trabajo”.
A esto, se suma la carga de trabajo extra que tuvieron que asumir durante la Pandemia, lo que generó impacto en su salud física y mental. Hoy en el Día Mundial del Interno de Medicina, un reconocimiento a estos profesionales de la salud.
Fuentes: Ministerio de Educación y Revista Médica de la Universidad de Antioquia. IATREIA.